Trump, Peña Nieto y la miopía política

Trump, Peña Nieto y la miopía política

Los coletazos de la reunión con este peculiar candidato a la Casa Blanca han motivado la salida del Gobierno mexicano del ministro que la ha prohijado. Un poco explicable error político.

En el lejano 1861 los argentinos Carlos Calvo y Juan Bautista Alberdi polemizaban acerca de si un Estado debe o no plegarse a las imposiciones de una potencia de mucho mayor tamaño y, valga la redundancia, poder. Calvo, que defendía el derecho de Paraguay a no devolver al Reino Unido un ciudadano británico arrestado por conspirar contra su presidente, defendía el derecho de los Estados a tratar entre iguales. Alberdi, más pragmático, defendía la tesis de la inoportunidad de ese enfrentamiento contra la mayor potencia mundial de ese entonces.

Algo de la tesis de Alberdi se encuentra en el gesto del presidente mexicano Enrique Peña Nieto, quien la semana pasada decidió recibir al candidato republicano Donald Trump. El encuentro tuvo más de cálculo político para ambas partes que de utilidad efectiva. Trump no ofreció ningún tipo de disculpas ni se retractó de los insultos contra los mexicanos proferidos a lo largo de su carrera por la candidatura. Esgrimió una supuesta buena predisposición para con sus vecinos, que tuvo mucho sabor a declaraciones “pour la galerie”. De hecho, no bien cruzada la frontera volvió más desafiante que nunca a asegurar a su gente que el muro se hará y será “maravilloso” (¡sic!), y que México lo pagará: “No lo saben, pero lo harán”. Son palabras nada amistosas que riñen con las buenas relaciones entre Estados. En otros lados, por mucho menos sería declarado persona no grata.

La sucesiva polémica sobre si se afrontó o no el tema del muro en el transcurso de la reunión y si Peña Nieto aclaró o no que su país no pagaría nada, sólo agregan color a una reunión cuyo motivo con el pasar del tiempo aparece cada vez más peregrino. Luego de cosechar críticas internas y externas y de hacer fracasar una posible reunión con la candidata con más chances de ganar la carrera por la Casa Blanca, Hillary Clinton, Peña Nieto echó ayer al artífice de la reunión, el ministro de Hacienda Luis Videgaray, una pieza clave de su gestión.

Peña Nieto no goza ni de mucha popularidad, ni de mucha estima como político. ¿Por qué razón someterse a una humillación innecesaria por parte de una figura cuya extemporaneidad en el tablero político lo asimila a un rinoceronte en un bazar? ¿Acaso porque nunca se sabe quién podrá ser el inquilino de la Casa Blanca? Esta preocupación explica por qué el consejero político estadounidense Zbgniew Brzezinski hable de “vasallos y tributarios” cuando se refiere a los Gobiernos dispuestos a seguir las indicaciones de la Casa Blanca.

La de Peña Nieto ha sido una muestra gratuita de miopía política, tal como cada vez más aparece con claridad el problema de Trump para visualizar temas que no sean su obcecada xenofobia. Y no caben dudas de que México, los mexicanos y la política en general se merecen mucho más que eso.

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