Teorías que transforman a un delirante en un asesino

Teorías que transforman a un delirante en un asesino

Los supremacistas blancos, como el atacante de El Paso, alimentan su odio con prejuicios e ideas que nada tienen de real.

Dos matanzas en un fin de semana, 250 en lo que va del año, en cada una de las cuales han perdido la vida más de cuatro personas. Las armas de fuego de fácil acceso en los Estados Unidos provocan 34.000 muertes anualmente. Son algunos de los datos que se añaden a las consideraciones que se pueden hacer luego de que un joven supremacista blanco condujera durante nueves horas un auto para llegar a El Paso, ciudad fronteriza, con la intención de asesinar hispanos. Antes de ser neutralizado, el atacante mató a 20 personas e hirió a otras 26. Poco después, en Dayton, Ohio, otro asesino comenzó a disparar contra los clientes de un bar, asesinando a 9 personas e hiriendo a 27. Fueron suficientes unos 20 segundos para realizar la matanza, antes de ser abatido por agentes de la policía. Entre las víctimas figura la hermana del homicida.

Las consideraciones sobre estos enésimos capítulos de odio y de desquicio son varias. La primera tiene que ver con la facilidad con la que se pueden comprar armas de guerra en el país, pese a los cada vez más reiterados episodios de violencia. Solo este año, 250 ataques. El homicida de El Paso, un joven de 21 años, habría adquirido por internet el fusil de asalto utilizado durante su matanza. El poderoso lobby de las armas influye en el Congreso para impedir limitaciones al derecho de ir armados, algo que la mentalidad de la población blanca, sobre todo del sur del país, defiende a rajatabla. En el país, el número de las armas supera al de sus habitantes. Si bien los más conservadores del partido republicano, el del presidente Donald Trump, son los principales defensores de este estado de cosas, también en el partido demócrata esta mentalidad cosecha adeptos, lo que impide avanzar hacia una legislación más restrictiva.

Una segunda consideración tiene que ver con las teorías de los supremacistas blancos. El atacante de El Paso habría dejado en internet un texto en el que, luego de apoyar la masacre de Christchurch, en Nueva Zelanda, incita a frenar la “invasión” de hispanos en Texas y a “deshacernos de suficientes personas” para que “nuestra forma de vida pueda ser más sostenible”. Estas ideas delirantes son propagadas por autores como el francés Renaud Camus, quien habla de la existencia de un plan de las élites europeas que pretenden reemplazar a los ciudadanos blancos por inmigrantes del Norte de África y de Medio Oriente.

La facilidad con la que mentes débiles, desquiciados y marginados adhieren a teorías estrafalarias, indica que casi siempre cuentan con la ignorancia y las ganas de muchos de culpar a otros de sus frustraciones. La población hispana vive en el territorio del sur de Texas desde el siglo XVII, mucho antes de la llegada de blancos de origen europea. Datos de la realidad que los supremacistas no suelen considerar, pasando por alto la historia junto con el sentido común.

Una tercera consideración la sintetiza Denise Baca, una maestra de 42 años, de El Paso que al diario El País declara: “Mi madre es mexicana y mi papá fue un soldado estadounidense, esto es personal para mí. En su manifiesto [el asesino], dice que el problema es la gente como yo, que estudiamos, que tenemos mejores trabajos que él. Yo no quiero que mis hijas crezcan en un país donde van a ser cazadas por el color de su tez. Y que no le quepa duda: las palabras del presidente son las que trajeron aquí al muchacho. Esto le cae a él. Esto es él. Nuestro presidente hizo que pasara esta masacre. Y esto se va a acabar. Vamos a votar y a acabar con esto”. Donald Trump desde su campaña y durante su mandato ha denostado e insultado a la comunidad hispana, ha culpado a los migrantes de robar trabajo, de violar la ley, pese a que los estudios al respecto no confirmen sus teorías. Ha hablado de “invasión”, como lo hace el asesino de El Paso, y ha alimentado un odio que solo se justifica desde la ignorancia y la mala fe de querer usar estos sentimientos para fines electorales. No casualmente, Trump se defiende alegando que “muchos piensan como yo”. No es exactamente un honor, para la más alta investidura de los Estados Unidos, asociarse con ideas racistas que se alimentan de prejuicios y de mucha ignorancia. Y, lo más grave, ideas que transforman a delirantes en asesinos.

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