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Editorial de la edición de octubre de la revista Ciudad Nueva.

Acostumbrados a elegir una temática en la cual podemos sumergirnos para profundizar y descubrirla desde diferentes enfoques, en esta ocasión buscamos ampliar la mirada para visualizar más allá de lo que sucede a nuestro alrededor cercano. La interdependencia, tan característica del mundo actual, nos motivó a pensar en distintas situaciones que hoy está atravesando el planeta, más allá del común denominador de este 2020 llamado covid-19.

Claramente sería inabarcable en unas pocas páginas referirnos a las problemáticas que atraviesa la humanidad toda. No obstante, tomar conciencia de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras es un primer paso para comprender y empatizar con hermanos de otras naciones, que viven dramas o situaciones que incluso nos interpelan individual y colectivamente.

Se han cumplido 75 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial y las marcas del dolor de aquel cruento episodio no solo hablan desde el Museo de Hiroshima sino a través de la comprobación de que hay lecciones que como humanidad aún no hemos aprendido. Incluso, cuando también conmemoramos el mismo aniversario del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas, desde donde el presidente de la 75º Asamblea General, el diplomático turco Volkan Bozkir, afirmó: “El unilateralismo solo fortalecerá la pandemia. Nos alejará de nuestro objetivo común. En este momento de crisis es nuestra responsabilidad fortalecer la fe de la gente en la cooperación multilateral y las instituciones internacionales, con la ONU en su centro”.

Es la interdependencia que necesitan todas las naciones del planeta, aunque algunas prefieran aislarse y otras pretendan acaparar cada vez mayor poder y utilizarlo para el ahogo de los más débiles.

Aún estamos a tiempo de recuperar esa mirada integral de la humanidad, que nos ayude a alcanzar el desafío de poner en luz al otro, al diferente, al punto incluso de “hacer que se sienta más importante que vos”, como animaba Chiara Lubich a los jóvenes. Palabras que aplican no solo a las nuevas generaciones, sino a cada persona y por qué no, a cada Estado, a cada patria.

Todos somos habitantes de esta Casa Común y el legado precisamente de san Francisco de Asís, que tanto seguimos conociendo gracias al papa Bergoglio, es una invitación a sentirnos familia, en donde la comunión es la que nos permite ser, en el significado más profundo del término. Es en la relación donde cada individuo (cada nación) puede definirse único, auténtico, original.

Artículo publicado en la edición Nº 624 de la revista Ciudad Nueva.

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