No voy en tren, voy en avión

No voy en tren, voy en avión

El jueves 17 de diciembre de 1903, en Carolina del Norte, los hermanos Wright escribían una de las primeras páginas en la historia de la aeronavegación, al realizar los primeros vuelos a motor, en una máquina tripulada.

Aquel día, desde una colina de Kitty Hawk en Carolina del Norte, cerca de las 10 y media de la mañana, lograron el primer vuelo que cubrió una distancia de 37 metros en 12 segundos.

Ese jueves realizaron cuatro vuelos exitosos. Para coronar la jornada, se fueron volando al correo por la tarde. Desde allí, le enviaron un mensaje a su padre, que no fue un mail, ni un whatsapp, sino que lo hicieron a través del primer medio de comunicación en tiempo real: un telegrama.

 
El texto detallaba: «Realizamos cuatro vuelos exitosos esta mañana, la velocidad media fue de unas treinta millas, el más largo duró 57 segundos. Informad a la prensa. Estaremos en casa para Navidad». 

Recién empezaba el siglo XX, y los hermanos Wright estaban gestando una de las invenciones más grandes de la humanidad, el avión. Ellos manejaban un pequeño taller, Wright Cycle & Co, de fabricación y reparación de bicicletas. Desde su infancia siempre se interesaron por la mecánica, y el funcionamiento de las cosas. Los hermanos eran la combinación perfecta: Wilbur era un extraordinario generador de ideas y Orville podía construir cualquier artefacto que ideara su hermano.

Quienes habían intentado volar un artefacto antes que ellos se encontraron con problemas para controlar el vuelo. Por esta razón, los hermanos Wright le agregaron a los prototipos anteriores un timón vertical y un elevador horizontal. 

Con estos elementos y un pequeño motor de bicicleta, los Wright lograron despegar su biplano, al que bautizaron Flyer, y el dispositivo honró su denominación. 

El piloto permanecía echado sobre el ala inferior del avión, mientras que el motor se situaba a la derecha de este, y hacía girar dos hélices localizadas entre las alas. La técnica consistía en cuerdas atadas a las puntas de las alas, de las que el piloto podía tirar o soltar, permitiendo al avión girar sobre los ejes longitudinal y vertical, dotando al piloto cierto control del avión. 

Los hermanos Wright ya habían solicitado la patente de este artefacto en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos el 23 de marzo de 1903. La misma fue otorgada el 22 de mayo de 1906 bajo el número 821.393.

Lo que ellos no imaginaron fue que 117 años después otro equipo de ingenieros del helicóptero Mars de la Nasa, llevaría un trozo de tela del planeador de los Wright. Sea como fuere, lograron hacer volar esta aeronave dentro del cráter Jezero, en Marte. 

El gran Tony Bennett nos lleva hasta la luna, pero el Flyer llegó un poquitín más lejos…

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