El golpe de Estado en Argentina del miércoles 24 de marzo de 1976 arrasó con el gobierno democrático de Perón, depuso los tres poderes constitucionales e instaló en el poder a una dictadura que se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional. Esta se caracterizó por implementar un plan sistemático de terrorismo de Estado, que permaneció en el poder hasta diciembre de 1983, y costó miles de vidas.
El golpe fue ejecutado en el marco del Plan Cóndor, un sistema de coordinación represiva entre países de la región, promovidos y financiados por los Estados Unidos, como parte de una supuesta doctrina de la seguridad nacional. Cuando en realidad, el objetivo subyacente, era el de mantener el control sobre determinadas naciones durante la Guerra Fría.
Al cumplirse un nuevo aniversario del golpe militar que dio inicio al período más negro de la historia argentina, surge la figura de un comunicador que no calló: Robert John Cox.
El periodista inglés, director del Buenos Aires Herald, fue un gran defensor de la libertad de expresión y de los derechos humanos durante la dictadura militar argentina (1976-1983).
En esos años de plomo “todo el mundo había encontrado una manera de vivir, ignorando por completo el problema de los desaparecidos, con unas pocas excepciones”, dice el libro que lo recuerda y escribiera su hijo David, también periodista, en “Guerra sucia, secretos sucios”.
Bob Cox fue el periodista que hizo su trabajo: publicar lo que otros callaban. Amén de la historia del periodista, es una excelente crónica de veinte años de la historia argentina.
Acusado al mismo tiempo de ser comunista y agente de la CIA, Cox fue un duro “crítico de los grupos guerrilleros, de los elementos derechistas fuera de control y del terrorismo de estado”.
El fue el primero en hacer saber sobre las Madres de Plaza de Mayo y el Herald el único medio en brindar información sobre desapariciones y arrestos de activistas de derechos humanos y periodistas. Y cuando se publicaron solicitadas reclamando por los desaparecidos, el diario no cobró por ello.
Para comprender el contexto periodístico del período de la dictadura militar, el libro recuerda que “seis días después del juramento oficial del nuevo gobierno, el régimen censuró a los medios. La mayoría de los diarios y emisoras de radio y televisión aceptaron la censura, aun sabiendo que la Constitución argentina la prohibía. La mayoría de los editores cooperaron en silencio con la ‘lista de principios y procedimientos’ emitida por la Junta. El editor del Buenos Aires Herald no cooperó”.
Robert Cox concurría a hablar solitariamente a la madrugada con quienes formaban una larga cola en una oficina del gobierno cerca de la Plaza de Mayo, donde se atendían de a diez pedidos por día sobre reclamos de personas desaparecidas. Luego, familiares de éstas irían directamente a las oficinas del Herald a informar sobre sus casos a Robert Cox y sus colaboradores.
El 24 de abril de 1977 el periodista fue detenido y encerrado en el Departamento Central de Policía. El juez lo dejó libre bajo fianza, a raíz de la creciente presión internacional. Por las amenazas recibidas, incluso una muy directa del almirante Emilio Massera, Cox debió abandonar la Argentina en diciembre de 1979.
En su editorial de despedida dejó toda una lección en el ejercicio de la libertad de prensa: “La mayor dificultad para un periodista que ha trabajado en la Argentina en los últimos diez años ha sido decirle a sus lectores lo que no querían escuchar y señalarles lo que no deseaban ver”.
El 3 de noviembre de 2009, Robert Cox fue declarado por la Legislatura porteña ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por su incansable lucha en defensa de los derechos humanos y el 22 de noviembre de 2010, el Senado de la Nación Argentina le otorgó la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Revolución de Mayo 1810-2010, con el objetivo de resaltar su lucha en defensa de la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos.
En la figura de Cox, y en la de un diario como El Buenos Aires Herald, queda el testimonio de un diario de escasa tirada, escrito en lengua foránea, que cumplió con creces la valiente tarea de comunicar e informar. Nos interpela, y nos hace ver la importancia que tienen todos y cada uno de los medios. Y que valentía y coherencia, no son moneda corriente.
Fuentes: https://www.cadal.org/prensa/?id=3949
https://www.cadal.org/publicaciones/archivo/Documento_PD_35.pdf
Cox D, Guerra sucia, secretos sucios, 1° ed, Buenos Aires: Sudamericana, 2010.