Manolo Juárez, un pianista excepcional

Manolo Juárez, un pianista excepcional

El tiempo pasa e inexorablemente cumplimos ciclos. El sábado 25 de julio Manolo tocó su nota final en esta tierra y el mundo tiene menos sonidos…

Cordobés de nacimiento y porteño por decisión, nació el sábado 22 de abril de 1937 y poco tiempo después su padre, el escultor Horacio Juárez, se aquerenció en La Paternal. Esto explica en parte su condición de hincha de Argentino Juniors.

Por la casa de los Juárez pasaron personalidades como Antono Berni, Juan Carlos Castagnino, Rafael Alberti, Atahualpa Yupanqui, Alberto Ginastera o Julio De Caro. Este violinista llevó al por aquel entonces pequeño Manolo a un ensayo de su orquesta: “Cuando escuché cómo sonaba esa orquesta quedé paralizado, sobre todo me impresionó el pianista, que era Francisco De Caro, el hermano de Julio”, comentó alguna vez nuestro querido pianista.

Aquel ensayo, fue decisivo en el rumbo de Manolo. De Caro, Schubert, Stravinsky, el Mono Villegas, o el Cuchi Leguizamón fueron algunas de sus influencias. En lo alto del altar musical de Juárez permaneció Chopin, quien lo durmió el sábado 25. Mientras sus hijos Mora y Pablo lo acompañaban y le ponían la música del predilecto Frederic, Manolo cantaba flor y se nos iba de este partido mundano.

Se había formado como músico clásico, pero como buen buceador no se quedó tranquilo. Luchó incesante e inteligentemente por unir los campos de la música académica con la popular. Fruto de esta tensión, y luego de muchas batallas, dio a luz la Escuela de Música Popular de Avellaneda, su gran orgullo. Juárez unió el jazz con el folklore, camino compartido con artistas de la talla de Waldo de los Ríos, Eduardo Lagos y el Chango Farías Gómez.

Polemista, conversador, irónico, difusor y desacartonado. Faltan los adjetivos para calificar a un ser tan inquieto como vasto. Sus tardes radiales de sábado en los 90’ siguen resonando. Hacían un tríada impar junto a su amigo y colega el Negro Eduardo Lagos, y al genial productor Alfredo Radoszynski. Conocí personas que dejaban un hueco en el fin de semana, con la excusa de lavar el auto por la tarde, para aprovechar a fondo y disfrutar de 3 horas radiales distintas, llenas de música, historias y humor. Aquel inolvidable programa era “El toscano y la oreja”, y se emitía por una impecable Radio del Plata. Su sola mención me hace radiorejuvenecer, como sentir sonar sus temas, que son todos radiabiles, dan para elaborar cortinas, separadores, y demás. Algo que es como la cumbre de una composición.

Conversador

“Un día, mientras compartíamos un café en el Bar La Paz, el Mono Villegas me comenta, en tono de broma, que había notado que los folkloristas tocan la primera, después anuncian ‘se va la segunda’ y en realidad repiten la primera. A partir de ese comentario se me ocurrió componer una obra de género folklórico, sobre un esquema armónico sencillo, que cada uno pueda repetir las veces que quiera, improvisando, y que al momento del ‘cabezazo’, o de una señal similar, una cadencia de acordes le habilite la entrada a otro músico, que también hará lo que quiera, improvisando lo que tenga ganas hasta el momento de otro ‘cabezazo’. Y así sucesivamente, sin necesidad de repetir nada. La llamé ‘Chacarera sin segunda’ y la dediqué al querido e inolvidable Mono Villegas”.

Cada uno de sus discos fue la oportunidad para un experimento, un ensayo sobre la posibilidad de las danzas populares ante los desarrollos temáticos y las extensiones armónicas. De 1980 es Tarde de invierno, trabajo que dedicó a su padre, donde además de dos versiones del tema que da nombre al disco –una zamba pasada por el cedazo del imaginario de Juárez–, está lo que figura como “Capricho de medianoche”, una versión de Midnight Mood de Joe Zawinul, también enrarecida por un sutil aire de zamba. 

En 1983, después de Contraflor al resto, con Marian y Chango Farías Gómez, Juárez propuso el sorprendente A dos pianos en vivo con Lito Vitale, donde entre otras cosas hay otra versión de “Chacarera sin segunda”, que volverá a grabar, a dúo con el mismo Vitale, al año siguiente en Solopiano y algo más.

Después de El que nunca se va (1987), está Juárez y Cumbo (1989), el resultado de otro gran encuentro, esta vez con Jorge Cumbo, uno de los grandes quenistas de todos los tiempos. Juárez-Homer Cuarteto (2008), conforman un resumen de lo que Juárez siempre puso en juego a la hora de hacer música. Invito a escuchar esta joya, que logra emocionar al mas pintado y acercar el universo del folklore, el malambo, el zapateo, el swing de Thelonious Monk, la viola de Bill Frisell y el piano de Marcelo Perea. Un mérito de la fusión sin vueltas.

 

Espero que su figura sea valorada, por su obra, por su aporte, empuje y cruda sinceridad a la hora de gestionar la música. Damos fe que descansa en paz. Chopin, Lagos y Radoszynski lo estaban esperando. Hacía falta un radioprograma celestial.

Al maestro con afecto ..

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/280823-murio-manolo-juarez-el-hombre-academico-y-popular

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