Las fiestas que nos organiza Dios

Las fiestas que nos organiza Dios

Si pensamos en una fiesta organizada por el Creador del Universo, la imaginación es escasa para recrear lugar, música, DJ, asistentes, efectos de luces, comida, ropa, y varios elementos más que, por decisión para que esta columna sea breve, no describiré.

El sábado 4 de septiembre viví la Beatificación de Fray Mamerto Esquiú. Fue en su pueblito natal, en la provincia de Catamarca. Al llegar, una vecina me contó sumamente emocionada que ese momento, en que la Iglesia reconocía públicamente a Esquiú como buena persona, ya lo había soñado su abuelo. ¡Todo el pueblo estaba de fiesta! Habían adornado sus casas y puesto a disposición sus dones, comenzando por la gratitud.

Sin buscarlo me encontré con 3 sobrinas tataranietas del beato (Ana, Elsa y Fátima) quienes me contaron que vivían un gran día. Desde chiquititas, en la galería de su abuela le rezaban al padre Esquiú, ahora ella lo ve desde arriba, la madre de las tres está en cama y a esta generación, la nuestra, les toca estar hoy en la Plaza de su pueblo, en donde todo está impregnado de la santidad del “tío Esquiú”. Con lágrimas me dijeron que “La mayor emoción es ésta, estar aquí, es un mimo al alma. Ser familia de Fray Mamerto es una responsabilidad, tenemos que aprender su amor a la patria, el ser buenos ciudadanos, el amor a la familia”.

Ana, Elsa y Fátima, tres sobrinas tátaranietas del beato.

Volviendo a lo técnico, es necesario algo evidente para declarar la mediación de estas personas al fin de declararlos beatos y luego santos. A Esquiú le hizo el favor Emita Pacheco Paz, una hermosa niña de 4 años quien al nacer fue diagnosticada con Osteomielitis, los médicos decidieron amputarle la pierna afectada. Antes su mamá le pasó por la zona enferma un pedacito de tela que había pertenecido a un hábito del fraile. ¡Y Ema se curó! Sus padres con gran naturalidad contaban que no terminan de dimensionar este paso de Esquiú por sus vidas. Ema jugando con su peluche aún no se da cuenta porqué todos quieren una foto con ella.

La hermana Silvia Somaré junto a Emita Pacheco Paz.

Como el milagro ocurrió en Tucumán, busqué para conversar a su obispo auxiliar, el padre Roberto Ferrari. Como él es mi amigo Bobi desde nuestras épocas de Pastoral Universitaria (él estudiaba Geología y yo Economía), sólo le pedí que me dijera lo que sentía al ser el pastor de Ema, la nena depositaria del milagro. Emocionado en serio, me dijo estar conmovido por la fe de la gente, que había llorado mucho al ver a Emita en la misa y que esto habla de la fe tan linda que hay en el NOA. Agregó que él lo conoció a Esquiú a través de un diario que llevaba su nombre, de gente que lo invocaba, de un colegio bajo su protección en el pueblo de Monte Maíz (en la provincia de Córdoba), del cual él fue párroco. Finalmente, que tiene la gracia de que en su pectoral, regalo de sus amigos de Pastoral universitaria, junto a las reliquias de Brochero, Angelelli, Mama Antula y Catalina de María Rodríguez, ellos pusieran también una de Esquiú. Me confesó que en la celebración de la misa acariciaba el pectoral y se decía “aquí llevo a Esquiú” mientras le pedía la gracia de la humildad y de la sabiduría junto con la protección de la Virgen del Valle.

Monseñor Roberto Ferrari, con su pectoral que contiene la reliquia del Beato Esquiú.

Esta fue una Gran Fiesta que nos organizó Dios. Una de las tantas.

Mientras regresaba a mi comunidad de La Rioja pensaba en que para participar de las fiestas de Dios no hace falta vestidos especiales, ni sentarse en determinados lugares, tampoco ser nombrado primero o particularmente.

Mi buen Padre Dios me enseñó lo que es una Iglesia en salida, comunitaria, orante (sinodal como está de moda decir). No hay fiesta sin la participación de todos, sin oración, sin fraternidad. Las fiestas de Dios se distinguen por la paz y la alegría. Toda fiesta de Dios es una Pascua y para llegar a ella tenemos que pasar por la cruz, por el viernes santo que, en el caso de Esquiú fue la espera de su gente y la enfermedad de Ema.

Le pedí mucho a Dios dejarme misericordear por Él y que no me deje de invitar a sus fiestas. También le pedí que no nos olvidemos de leer la definición de Pueblo de Dios de la Lumen Gentium y de Iglesia en salida de la Evangelii Gaudium. Y a María le pedí un par de anteojos para ver siempre cómo los más sencillos viven todo esto, simplemente con vivir el Evangelio.

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  1. Q espectacular reseña, Dios me da la gracia haber vivido en loel pprofundo del alma, estas fiestas x el solo escrito de esta persona… !!
    Muy profundo y conmovedor, realmente una caricia al alma..,!!
    LOADO SEAS MI SEÑOR…!!!!

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