Entrevista a Cecilia Avenatti – Según explica la doctora en Letras y profesora de Estética filosófica y Estética teológica se trata del estilo de Jesús, en el que juegan un papel clave la confianza y la reciprocidad.
La pobreza, la desigualdad, la injusticia social sin dudas son todos rostros dolorosos de una humanidad sufriente. En ese contexto, son innumerables las organizaciones eclesiales, laicas, de la sociedad civil y personas particulares que dan su vida, su tiempo, conocimiento, en definitiva, sus dones, para ir al encuentro de las poblaciones más vulnerables.
En ese sentido, la hospitalidad cobra un valor y protagonismo fundamentales. Por eso vale la pena profundizar sobre su dimensión teológica junto a la doctora en Letras y profesora de Estética filosófica y Estética teológica Cecilia Avenatti.
–Algunos hablan del cristianismo como un estilo de hospitalidad. ¿Qué significa?
–Es una propuesta teológica de un jesuita francés que se llama Cristoph Theobald que en 2008 publica una obra llamada El cristianismo como estilo. Un modo de hacer teología en la posmodernidad. Hace una recepción teológica de un planteo que hizo Jacques Derrida, un filósofo francés posmoderno y agnóstico, que tiene su auge en la década del sesenta y quiere recuperar la categoría de hospitalidad. Derrida habla de la hospitalidad condicionada y la hospitalidad absoluta. La primera está condicionada por las leyes. En tanto la hospitalidad absoluta es sagrada. Está en el origen de la concepción de lo divino porque en el fondo la hospitalidad está en la raíz de lo humano. El hombre recibe de los dioses el don de la hospitalidad. Podemos verlo en los hebreos, los griegos, después en los romanos, pero también podríamos reconocerla en todas las culturas. Al huésped que viene hay que recibirlo como si fuera un dios que llega. Hay algo divino en ese huésped que llega de modo inesperado. Esta es una distinción que hace Derrida. En la lengua vulgar decimos “tengo un huésped” porque lo invité, pero no es el que vos invitás sino el que llega sin que lo esperes. Y entonces te altera la vida. Esta es la dimensión filosófica. Theobald toma este planteo porque Derrida dice que la hospitalidad absoluta solo la puede vivir el santo. Theobald dice que esto es una aporía filosófica, es un punto donde la filosofía no puede avanzar. La teología recoge esta aporía y la empieza a pensar desde esta clave de hospitalidad. En la teología de Hans Urs von Balthasar hay una dimensión de la recepción, del donar y del recibir. La teología de Balthasar es una teología de raíz trinitaria en la que las personas divinas se hospedan mutuamente, el amor es un mutuo hospedarse que implica un dinamismo de vaciamiento y de donación. Entonces, ¿qué es el estilo? El estilo es la concordancia absoluta entre fondo y forma. ¿Cuál es el estilo de Jesús? Es la hospitalidad, porque Jesús tuvo una hospitalidad itinerante. No se queda esperando en un lugar que los otros vengan a él. Sale. Sale a los caminos y se encuentra con personas que se le acercan, él se vacía de sí mismo y se lleva a cabo un proceso de desasimiento de sí para recibir al otro. Y en este recibir al otro Jesús inicia un propio proceso de aprendizaje. Es decir, los otros le revelan a Jesús quién es. Entonces se da justamente la reciprocidad.
–Podría pensarse que en esta reciprocidad hay una relación de poder, es decir, la idea de que quien tiene algo para dar es más que quien recibe. ¿Cómo lograr una simetría en esa relación?
–Para que haya hospitalidad tiene que pasarse de la asimetría a la simetría. Jesús es Dios encarnado y sin embargo su relación es simétrica. ¿Por qué? Porque él no dice “yo te concedo a la fe”. Él ve el principio de vida de la persona que pide curarse o que no está conforme con su modo de vida y él la invita. La respuesta de la fe la despliega a partir del otro. No le dice “te doy el don de la fe”, sino que le dice “tu fe te ha salvado”. ¿En qué consiste esta fe? En la vida, en el deseo de vivir, que siempre es salir, cambiar. Vivir es estar en dinamismo. Por eso “tu fe te ha salvado” es el principio de vida que nos salva porque es un principio dinámico, que busca ser curado, busca lo que no tiene o busca dar el exceso de lo que tiene. Jesús se convierte en huésped. En francés se usa la misma palabra, hôte, para huésped y anfitrión, al igual que en griego que se usa xenós. Este juego lingüístico le da el pie a Theobald para decir que Jesús recibe y es recibido. Si Jesús, que es Dios, recibe y es recibido y ese es su estilo, ese es justamente el estilo que tenemos que recuperar los que seguimos a Jesús. Y como es un principio que está grabado en lo profundo de lo humano también nos une a otras religiones, por eso no se trata solo del cristianismo.
Por otra parte, en la hospitalidad hay dos cuestiones. Una es que uno no da algo sino que se da a sí mismo. Eso cambia la relación. Cuando uno da, por ejemplo, un pan, no es el pan lo que da sino que se da sí mismo en ese pan. Y respecto de esa condición de inferioridad que puede aparecer en quien recibe, el punto central es precisamente el paso de la asimetría a la simetría (es fácil decirlo, no tanto vivirlo). Es decir, el otro que es vulnerable (vulnus en latín significa “herida”), que vive en la frontera, que carece de pan, pone en cuestión mi propia vulnerabilidad y es allí donde se produce el paso. ¿Esto qué significa? Derrida explica que la hospitalidad no es un concepto, sino una experiencia. Quiere decir que si no hago la experiencia de la vulnerabilidad, si no la hacemos los dos (tanto el que recibe como el que que es recibido), entonces no se está haciendo una experiencia sino un razonamiento. La hospitalidad es una experiencia y, por tanto, no es reductible a la abstracción. Por eso no se puede usar la hospitalidad como una categoría de canje político.
–¿Cómo juega la confianza para que esa experiencia de hospitalidad se concrete?
–Para que yo pueda recibirte y ser recibido tiene que haber confianza. No es suficiente la tolerancia. Y no es cualquier confianza, sino una confianza de amistad. Pierre Claverie, obispo de Orán, uno de los mártires de Argelia junto a los monjes de Tibhirine, decía que para que haya diálogo la tolerancia no es suficiente, tiene que haber confianza, amistad, recíproca hospitalidad y recién ahí se da el diálogo. No es posible el diálogo si no hay amistad. Esta es la amistad social a la que refiere Fratelli Tutti como sustrato de la fraternidad que propone. Claro que en la confianza queda afuera la violencia. Lo que no cabe en la hospitalidad es la violencia. Puede ser que haya una persona con una actitud y una palabra de violencia pero no puede entrar en el dinamismo de la hospitalidad. Hospes y hostis tienen la misma raíz, es decir que el huésped se puede convertir en enemigo. La potencialidad desde la violencia en el huésped es real, no es una visión romántica e idealista, sino una experiencia dolorosa, como la de Jesús que sostuvo la hospitalidad con todos y cada uno de los que lo abandonaron. Le había dado todo a sus discípulos, el Reino, los hacía sus hermanos, les dio el amor hasta el fin y sostuvo la hospitalidad hasta el último momento.
–Entre la diversidad en la que convivimos puede suceder que un gesto de hospitalidad no sea entendido como tal…
–Pierre Claverie pone un ejemplo que me dejó pensando y que explica justamente qué sucede cuando el otro no puede comprender. Es un cuento que habla de un extranjero que llega a una tribu de antropófagos. Ante el cuestionamiento hacia la antropofagia, los miembros de la tribu la niegan, sin embargo el extranjero les hace ver que tienen un ser humano en la olla. Y los de la tribu le responden: “No, él no es un ser humano, él pertenece a otra tribu”. El ejemplo tiene que ver con que uno considera extranjero al que pertenece a otra tribu y esta es la lógica que hay que romper. En este ejemplo nunca aconteció la hospitalidad porque para que acontezca el otro tiene que recibir. Y no lo comprende por desconfianza, por múltiples motivos, por envidia. Ciertamente las diferencias y las agresiones son muy difíciles de perdonar. Y el perdón implica un proceso de despojamiento de la gloria propia. Para poner en común los dones, los bienes del corazón, del arte, de la inteligencia, los bienes materiales, se necesita confianza. No es que yo le tengo que dar al que no tiene, el otro me tiene que dar a mí también. Estamos los dos en este dinamismo.
–Volviendo a aquello de que el huésped es el que llega sin que lo esperes, pensaba en la parábola del buen samaritano, quien toma la decisión de detenerse ante el hombre herido, cuando otros pasaban de largo. –Es la parábola paradigmática de la hospitalidad. La dimensión de la hospitalidad, desde el punto de vista teológico, está en el origen y está en el fin, es escatológica. Porque Dios es hospitalidad. Trinitariamente es hospitalidad. Nosotros vamos hacia el Padre recibiéndonos como hermanos, recibiéndonos en Jesús, movidos por el Espíritu, viviendo en el dinamismo de la mutua hospitalidad. Somos personas porque somos hospitalarios. Es una nueva categoría trinitaria, cristológica y de antropología teológica, que tiene su referencia en el pensamiento posmoderno en una filosofía que no es creyente. Realmente la hospitalidad tiene un potencial impresionante para ser desplegado, porque tiene repercusiones jurídicas, económicas y sociales.
Artículo publicado en la edición Nº 636 de la revista Ciudad Nueva.