La distancia con los últimos, la verdadera brecha

La distancia con los últimos, la verdadera brecha

Integración de los barrios populares – En el marco de Cáritas Argentina y con el apoyo de Familia Grande Hogar de Cristo comenzaron a realizarse este año conversatorios que ayudan a comprender la realidad que vive el pueblo pobre trabajador de las villas y barrios populares.

Por Gustavo Carrara*

Gracias a un relevamiento nacional de villas y barrios populares a lo largo y a lo ancho de la Argentina se conoció, para sorpresa de muchos, la cifra de 4416 asentamientos en todo el país, un número que posiblemente siga en aumento. Habla del núcleo duro de la pobreza que en la Argentina vive en esas villas y barrios populares.

¿Cómo se han ido formando, cómo se han ido consolidando a lo largo de los años? Si uno escucha a los vecinos y vecinas de los barrios populares descubre que ha sido el deseo de progresar, vivir mejor, darle un futuro a sus hijos e hijas el que puso en movimiento a miles de mujeres y de hombres, que tuvieron la dignidad de transformar basurales o terrenos muchas veces anegados por el agua, para levantar como pudieron esas villas o barrios populares y los han ido transformando en barrios obreros. Porque los vecinos y vecinas que viven allí pertenecen al pueblo pobre trabajador. Muchas veces no tienen un trabajo formal, un trabajo reconocido, en blanco, con todos los derechos. Pero eso no quiere decir que no sean laboriosos y que no estén en la lucha diaria por sobrevivir. Todo esto es lo que llamamos la economía popular.

Los pobres no solo padecen la injusticia sino que, como dice Francisco, también luchan contra ella. Los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren y que nuestra civilización parece haber olvidado.

Cuando uno mira a las familias de las villas o barrios populares uno descubre que son hijas de la cultura popular latinoamericana. Solemos mirar hacia Europa, hacia otras zonas, pero tenemos que volver la mirada y reconocernos que somos parte de Latinoamérica. Las villas y barrios populares tienen ese origen. Muchas veces los vecinos y vecinas que hoy constituyen estas barriadas han venido desplazándose desde el interior de la Argentina o han venido de países hermanos como Bolivia, Paraguay, Perú. De alguna manera han sufrido una especie de autodestierro porque en los lugares de origen no había trabajo, no había posibilidad de educar a los hijos, no había posibilidad de cuidar la salud. Pero evidentemente muchas veces se llega a las grandes ciudades, o a las periferias de las grandes ciudades, con una expectativa que no se logra conseguir, consumar, y la gente queda en una situación de precariedad. Sin embargo, el espíritu de lucha, de salir adelante, permite ir construyendo un barrio.

¿Cómo entender esta cultura?

Cultura viene de agricultura, aquello que hace crecer. Y hay otra definición de cultura, que aprendí de los primeros curas de las villas: cultura es todo lo que un pueblo realiza optando por la vida y por la libertad, escapándole a la muerte. Este deseo de progresar es un modo de escaparle a la pobreza, en definitiva, de buscar escaparle a la muerte.

Y así se genera una cultura, con valores, y esos valores también tienen una dimensión religiosa. En un texto el Papa decía: “Cuando el pueblo está descartado no solo se le priva del bienestar material sino de la dignidad de actuar, de ser protagonista de la historia, de su destino de expresar sus valores y su cultura, su creatividad, su fecundidad”. El pueblo pobre trabajador encarna la resistencia de querer desplegar su potencialidad, sus dones, de aportar lo que tiene. Y en esa cultura que constituye el pueblo, dice el Papa, hay que incluir los valores espirituales, que son fuente de su sentido, de su dignidad. 

En el corazón de la cultura popular latinoamericana ciertamente están los valores cristianos. El modo de vivir la fe se da a través de lo que llamamos la religiosidad popular o, como dice el Documento de Aparecida, la mística o espiritualidad popular, que nace en el bautismo.

Esa mística popular tiene un gran potencial de santidad y de justicia social. Por eso si tenemos el anhelo de integrar estos barrios, como Iglesia no podemos descuidar la dimensión espiritual de las personas, no podemos descuidar la religiosidad de estos barrios y no podemos dejar de ofrecer eso más sagrado que tanto valora el pueblo fiel de Dios. No podemos dejar de acercar el sacramento del bautismo, porque nuestro pueblo cree en ese Dios bautismal y bautizador.

El deseo de vivir bien

El deseo de progresar del pueblo pobre trabajador se resume en el deseo de vivir bien. Y el significado de esto lo ha explicado el Papa cuando se refiere a “las tres T”: Tierra, Techo y Trabajo. Son derechos sagrados. Tienen que ver con el destino universal de los bienes y la posibilidad de disfrutar todos de esta casa común. Y los vecinos y vecinas de los barrios populares lo expresan así: una tierra para trabajar, para construir un techo, para cuidar una familia. Por eso las tres T son la columna vertebral de lo que llamamos desarrollo humano integral.

Los derechos humanos sin fronteras

Los derechos humanos no tienen fronteras, refiere el Papa en Fratelli Tutti. De modo distorsionado en los medios o en el decir de la gente se escucha: “estamos llenos de extranjeros que nos quitan lugar y trabajo”. Sin embargo, las estadísticas hablan de otra cosa. Por ejemplo: en 1917 la Argentina contaba entre su población casi con el 30 % de inmigrantes, mientras que 100 años después, en 2017, el 6 % de la población argentina era inmigrante. Entonces aquella afirmación que se oye reiteradamente va a contramano de esta doctrina cristiana que afirma que los derechos humanos no tienen fronteras. Es decir, aquel que viene a la Argentina con una gran necesidad de comida y salud por el hecho de ser extranjero no deberíamos rechazarlo.

¿Dónde está el rechazo? Muchas veces está en el hecho de que esos extranjeros son pobres. Y aquí puede aparecer algo como tentación: la “aporofobia”, el rechazo e incluso el odio al pobre.

¿Muros o puentes?

Puede generarse un estilo de vida en el que se cree que la solución son las ciudades amuralladas, eligiendo quién es mi prójimo y quién no lo es. En el capítulo 2 de Fratelli Tutti el Papa comenta bellamente la parábola del buen samaritano. Y ahí podemos redescubrir qué significa hacernos prójimos de aquellos que más nos están necesitando.

El camino entonces no es levantar muros sino tender puentes, el camino es el amor fraterno que en comunidad se revela frente a las injusticias sociales y sostiene que Techo, Tierra y Trabajo son derechos sagrados. Las tres T son un proyecto puente entre los pueblos.

Modos de abordaje

Los desalojos violentos han sido siempre una manera de querer ocultar la pobreza y querer “sacársela de encima”. El padre Carlos Mugica decía que no hay que erradicar las villas sino la pobreza y la marginalidad. Se refería a la necesidad de cuidar la dignidad de esos vecinos y vecinas más pobres.

Hoy se habla más bien de reurbanizar los barrios populares y las villas. Es un concepto que indica lo que la sociedad, la ciudad, le puede dar a estos barrios populares. En este tiempo de la pandemia donde hemos aprendido que es fundamental el lavado de manos con agua y jabón, se ha desnudado la realidad de muchas villas y barrios populares que no tienen esa posibilidad. O cuando decíamos “quedate en casa”, ¿qué casa?, ¿en qué condiciones para hacer un aislamiento? Si entendemos urbanización como acceso al agua potable, a cloacas, a electricidad segura, también a conectividad de internet, cercanía de una escuela, un jardín, bienvenida sea esa urbanización.

No obstante, los sacerdotes de villas y barrios populares en 2007 hicimos un documento que se llamaba “Reflexiones en torno a la urbanización y el respeto de la cultura que se da en la villa” y acuñamos un término que se llamaba “integración urbana”. ¿Qué significa? Implica reconocer al pueblo que vive en estos barrios como un sujeto colectivo, con su cultura, su lenguaje, su modo de razonar, sus ritmos, sus símbolos, es decir, respetar al otro en cuanto otro. ¿Qué queremos decir? Que los vecinos y vecinas de los barrios necesitan muchas cosas, pero también aportan mucho a nuestra sociedad y potencialmente si ayudamos a que se dé ese desarrollo humano integral tienen mucho potencial para aportar a nuestra patria. La integración urbana la entendemos bajo la categoría de cultura del encuentro. El encuentro de la cultura popular latinoamericana con la cultura urbana.

Muchas veces entonces se da ese entramado de solidaridad que sabe hacerse cargo de situaciones de dolor y de deseo de vivir mejor, se dan experiencias de salvación comunitaria. Las mujeres son grandes protagonistas en nuestros barrios. Hay mujeres que hace años empezaron con un comedor comunitario, pensando no solo en darle de comer a sus hijos sino a los hijos del pasillo, a los hijos de esa zona del barrio. Luego han pensado en algún espacio educativo, y por ahí esas mismas mujeres a través de esa acción se han sensibilizado de modo especial frente a los chicos que están en la calle y en el consumo de drogas y se organizaron conun centro de atención comunitaria.

Lo que sorprende también es la capacidad de hacer fiesta aún en las dificultades y a través de esas fiestas conservar las raíces culturales. Lo vemos cuando se celebra alguna devoción a la Virgen o a un santo porque en esa fiesta se trae la propia tierra, la propia cultura, aquello recibido de los mayores que muchas veces entre oraciones, entre cantos y danzas se transmiten a los hijos y a los nietos.

El gran aporte del trabajo

El pueblo pobre trabajador que vive en las villas y barrios populares ofrece una fuerza económica insustituible, que es la fuerza del trabajo. Sobre todo en la construcción de nuestras casas, en la confección de la ropa que usamos, en la frutas y verduras que consumimos, incluso en el cuidado de los enfermos y de nuestros mayores.

Los vecinos y vecinas de los barrios populares en eso aportan mucho y todos trabajan con laboriosidad, con un sueño, con una ilusión, de pasar del techo de chapa a poder tener la losa para poder cobijar a los hijos y a los nietos. Son estos algunos aportes al todo de la ciudad, aportes de valores humanos, cristianos, pero también aportes concretos en la economía por esta fuerza grande del trabajo. Deberíamos entender que muchas cosas de una gran ciudad sin esta fuerza, sin este aporte, no funcionarían.

Por eso hablamos de integrar, de respetar al otro en cuanto otro, de cultura del encuentro que supone un diálogo, y que por ser un diálogo cultural a la vez es político y social. Este proceso de integración supone como primer paso la escucha. Dice el Papa: “Las preguntas de nuestro pueblo, sus angustias, sus peleas, sus sueños, sus luchas, sus preocupaciones poseen valor hermenéutico que no podemos ignorar si queremos tomar en serio el principio de encarnación. Sus preguntas nos ayudan a preguntarnos. Sus cuestionamientos nos cuestionan” (GE 44). Desde las periferias geográficas, pero sobre todo desde las periferias existenciales, de la pobreza, del dolor, la realidad se mira de modo distinto. Parado uno desde la periferia ve cosas que desde el centro de la realidad no ve.

En Evangelii Gaudium Nº 210 el Papa dice que son hermosas las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo.

El desafío de integrar

¿Cómo ir y afrontar el núcleo duro de la pobreza en Argentina? Hoy la Argentina tiene por lo menos 42 % de pobres y casi la mitad son niños y adolescentes. Estamos hablando en números de cerca de 19 millones de personas. Muchos de esos hermanos que hoy sufren la pobreza, e incluso muchos también la indigencia, viven en villas y barrios populares. Un camino para abordar este núcleo duro de la pobreza, tender la mano, ser prójimos y ser una comunidad samaritana que abrace estos dolores, es concretamente buscar la integración real de estas villas y barrios populares. Esta es la verdadera grieta de la Argentina. Tal vez mejor sería hablar de la verdadera brecha de la Argentina. Las grietas ideológicas o políticas de 1974 al 2021 han cambiado, variado. Lo que se ha consolidado es la brecha, la distancia con los últimos, con los más pobres y no puede haber verdadera amistad social si no afrontamos, si no tendemos la mano, si no buscamos el desarrollo humano integral de esos vecinos y vecinas, y sobre todo si no confiamos en que tienen mucho para aportar y que de suyo ya lo hacen ·

*El texto es una adaptación de la reflexión de monseñor Gustavo Carrara (vicario episcopal para las villas de CABA) del 29 de julio de 2021 en el marco del Itinerario Mesa Hábitat ReNaBaP.

Ver el análisis completo en https://www.youtube.com/watch?v=-n66_fqG7p0&t=4s

Artículo publicado en la edición Nº 636 de la revista Ciudad Nueva.

Deja un comentario

No publicaremos tu direcci贸n de correo.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.