El precio de referencia de varios tipos de crudo ha subido notablemente. El barril cuesta entre unos 69 a 75 dólares. Las sanciones contra Irán tras el incremento.
Si se quieren quejar por el aumento del precio de los combustibles, háganlo con el presidente Donald Trump quien, en otra de sus decisiones tan polémicas como manipuladoras de los hechos, levantará las exenciones para la compra de petróleo de Irán, que rigen hasta el 2 de mayo, para conseguir un embargo de las exportaciones de petróleo iraní. Desde que Trump volvió abruptamente a las sanciones contra Irán, el año pasado, ha aplicado seis meses de exenciones para que otros países pudiesen hacer frente al problema de renunciar a comprar petróleo iraní. Obedientes como sucede muy a menudo ante un presidente tan prepotente, países como Italia, Grecia, Taiwán han obedecido a la orden de reducir a cero sus compras. Otros como Japón, Corea del Sur, India, Turquía y sobre todo China, lo siguen haciendo.
El efecto inmediato ha sido la suba del precio del barril en el mercado internacional. El brent (el crudo del Mar del Norte) subió a más de 74 dólares, el texas alcanzaba casi los 69 dólares, como en octubre del año pasado. Para tener un punto de referencia, en enero el brent se cotizaba a 54 dólares. Irán exporta 1,2 millones de barriles de petróleo, menos de la mitad de los 2,5 millones de barriles que vendía antes de que Estados Unidos volviese a las sanciones. Washington asegura a los mercados que Arabia Saudita compensará la reducción de la oferta incrementando su producción. Sin embargo, igualmente los mercados reaccionan preocupados debido a que a esta situación se añade el caos productivo, por diferentes razones, en Venezuela y también en Libia que también aportaban cuotas de mercado.
Trump pretende agobiar el régimen chiita de Teherán. El país recababa unos 50.000 millones de dólares de sus ventas de crudo, suma que se ha reducido en un 20% con las sanciones. Las razones que el presidente norteamericano quiere imponer al mundo recurren a una grosera manipulación de la verdad, pretende transformar Irán en el principal promotor de terrorismo en el mundo. De hecho, la Casa Blanca menciona como grupos terroristas tanto a Hamas, la agrupación palestina que controla la Franja de Gaza, como a Hezbolah, la milicia chiita activa en el sur del Líbano, ambos apoyados por Irán. El grupo libanés ha intervenido en la frontera con Siria durante la lucha contra el Estado Islámico. Hamas no sale de su restringido territorio. Ambos grupos luchan contra Israel, que pretende imponer sus condiciones de seguridad en Tierra Santa en el marco del conflicto con Palestina. Los métodos de estos grupos son sin duda cuestionables… ni más ni menos que los métodos a los que recurre el ejército de Israel. No hay ningún servicio de inteligencia en el mundo que no reconozca hechos tan patentes. El problema es que son pocos los gobiernos que se animan a contradecir a la Casa Blanca.
El régimen persa ha sido clave para evitar el derrocamiento del presidente sirio Bachar Al Asad, un sapo que la Casa Blanca y Arabia Saudita no pueden y no quieren tragarse. De ahí la tergiversación de los hechos, puesto que el terrorismo de matriz islamista no es chiita ni iraní, sino sunita, como la tradición islámica de los sauditas, quienes en realidad son los verdaderos responsables de financiar con miles de millones de dólares mezquitas, escuelas y centros sociales desde los cuales se propagandean las teorías fundamentalistas (wahabitas) que han dado vida a monstruos en el mundo como el Isis, Al Qaeda y varias numerosas agrupaciones armadas.
La paradoja de todo esto es que, además de sancionar a Irán que poco o nada tiene que ver con el terrorismo, se recompense a los verdaderos promotores de la violencia adquiriendo su crudo, cuyas ganancias son utilizadas también en la compra de armas. La monarquía saudita es, en efecto, uno de los mayores compradores de armas, en su mayoría provenientes de los Estados Unidos. Un negocio verdaderamente redondo el del presidente Trump. Podrá luego alardear que su gestión está haciendo crecer la economía de su país. No faltarán los crédulos que lo aplaudirán, sin pedir explicaciones acerca de cómo lo está logrando y a qué precio.