Lo afirma el vocero de la Casa Blanca, demostrado un nivel de ignorancia incompatible con el cargo que ejerce. Las armas químicas fueron usadas para masacrar a millones de judíos, miembros de otras minorías, opositores políticos, prisioneros de guerra, en buena parte ciudadanos alemanes.
Uno de los problemas del poder es que, a menudo, el que lo usa cree poder hacer o decir cualquier cosa. Cuando al poder mal usado se acompaña la ignorancia, lo que se cometen son atropellos al sentido común, a la ética, al derecho y, tarde o temprano, a los derechos fundamentales. Es el efecto de las así llamadas post verdades de las que se vale el gobierno de Donald Trump para sostener, según convenga, una postura o su exacto contrario.
El vocero de la Casa Blanca Sean Spicer (foto), en su afán de presentar al presidente Bachar Al Asad como un criminal de la peor calaña, llegó a sostener en una rueda de prensa que “ni siquiera” Adolf Hitler “cayó tan bajo como para usar armas químicas”. Ante la enormidad de la afirmación, Sicer pretendió aclarar –a veces ciertas aclaraciones más bien oscurecen– que “de ninguna manera estaba intentando rebajar el horror del Holocausto” y que en la Segunda Guerra Mundial “había una persona tan detestable como Hitler que ni siquiera cayó tan bajo como para utilizar armas químicas” y que “no utilizó el gas contra su propio pueblo de la misma manera que lo está haciendo Assad”.
Ante tales afirmaciones, pasa a ser un detalle casi secundario que la Casa Blanca nunca haya presentado pruebas que demuestren que el régimen de Assad haya usado armas químicas contra su propio pueblo, y que sus acusaciones hasta ahora han sido refutadas por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets y la agencia que vigila el uso de armas químicas, la OWPC.
El vocero de la Casa Blanca ignora que entre los seis millones de judíos que conocieron la muerte a través del uso de armas químicas una buena parte eran alemanes e incluso judíos provenientes de países aliados al régimen de Hitler. No sólo, sino que entre los masacrados en los campos de exterminio figuran además ciudadanos alemanes pertenecientes a partidos políticos opositores del nazismo, homosexuales, religiosos y religiosas y ciudadanos acusados de comportamientos contrarios a la ley, gitanos y miembros de otras minorías sociales.
Spicer ignora además que desde antes del estallido del segundo conflicto mundial, en 1939, el régimen nazi llevó a cabo la atroz matanza de entre 70.000 y 250.000 personas con discapacidades intelectuales o físicas, niños, adultos y ancianos, hombres y mujeres, ciudadanos alemanes y austriacos que fueron separados de sus familias para luego ser eliminados en centros especializados. A las familias se les mentía haciéndoles llegar un comunicado en el que se anunciaba la imprevista muerte de su familiar por peritonitis u otra enfermedad. El operativo que aplicó esta forma de eutanasia sobre personas, conocido como Aktion T4 (foto), se consideró como un experimento de modalidades de eliminaciones masivas de personas, a veces utilizando gases.
La organización del operativo partió incluso de la cínica determinación del costo de asistencia médica estatal destinado para cada persona y se calculó el ahorro que procuraría eliminarlas, destinando esos recursos para el cercano esfuerzo bélico.
La decencia sugeriría que el señor Spicer renunciara a su cargo y aprovechara el mayor tiempo disponible dedicándolo a la lectura de algún texto de historia de la Segunda Guerra Mundial.
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