En una entrevista a una revista editada por la Cooperativa Operatori Sanitari Associati, el Papa destaca su labor de ayuda a muchas personas “para atravesar su oscuridad, para no sentirse solos”.
El Papa Francisco reflexionó sobre algunas palabras clave relacionadas con la salud, la vejez y la enfermedad: ámbitos en los que la Cooperativa OSA, Operatori Sanitari Associati (Agentes Sanitarios Asociados), trabaja desde hace al menos 35 años, dedicándose a la asistencia y el cuidado de pacientes cuyas vidas se relatan a menudo en la revista “50mila volti” (50 mil rostros).
Entre las páginas hay una entrevista al pontífice, que indica en la “ternura”, uno de los términos para dar aún más valor a la atención sanitaria. “El camino por el que Dios se hizo presente en la vida de todo hombre, sobre todo a través de Jesús”, recuerda.
Sin embargo, la ternura indica la cercanía no sólo por la competencia, sino sobre todo por la participación en la vida concreta de las personas. Es una cercanía entendida como compartir, proximidad, cuidado y amor. Espero que la gran prueba que vivimos en la pandemia nos haya hecho anhelar una nueva cercanía entre nosotros. Una nueva ternura.
El encuentro entre fragilidades
El Papa se detiene en los niños y los ancianos, “principales ciudadanos de las periferias existenciales” de una sociedad centrada en la productividad. “Sus vidas”, dice, “se perciben como inútiles. Creo, en cambio, que el encuentro generacional entre los niños y los ancianos debe ser colmado por una cultura que sepa hacer encontrar e integrar este tipo de fragilidad”. Se trata, explica Francisco, de “una cuestión humana”.
Sólo cuando volvamos a preocuparnos sobre todo por los marginados daremos una señal de cambio real. Cuando trabajemos para que ya no haya un conflicto generacional, sino que encontremos el valor de unir a los jóvenes y a los mayores, a los niños y a los ancianos, sólo entonces experimentaremos una nueva calidad de vida en la sociedad.
Mirar, escuchar y cuidar
A la luz de su reciente experiencia en el hospital, Francisco sugiere algunas reglas sencillas para los trabajadores de la salud pero que, en esencia, conciernen a quienes viven su servicio y trabajan de manera humana. “Mirar a las personas a los ojos, considerarlas en su sufrimiento sin trivializarlas nunca”, y luego escuchar para que “estas personas puedan confiar a alguien el sufrimiento que padecen, las dificultades que tienen”.
Para el Papa, el hogar “no es simplemente un lugar, es sobre todo una relación” que aporta nuevas fuerzas para afrontar la prueba. “Esto no significa”, explica Francisco, “que los centros sanitarios sean inútiles, pero deben convertirse en el último recurso en la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento.
El Papa elogia el trabajo realizado “porque hace posible experimentar el dolor y la enfermedad en un entorno ciertamente más acogedor, más humano y más capaz de humanizar incluso una parte de la vida que, precisamente por ser difícil, nos hace sentir más solos, más incomprendidos y más vulnerables”. A la luz de su reciente experiencia en el hospital, Francis sugiere algunas reglas sencillas para los trabajadores de la salud pero que, en esencia, conciernen a quienes viven su servicio y trabajan de manera humana.
“Mirar a la gente a los ojos, considerarla en su sufrimiento sin trivializarla nunca”, y luego escuchar para que “esas personas puedan confiar a alguien el sufrimiento que padecen, las dificultades que tienen”.
Por último, el pontífice afirma que los cuidados “deben traducirse en una forma de ofrecer ayuda, apoyo y servicios profesionales jamás violenta, jamás previsible y jamás mecánica”.
Todos necesitamos un Cireneo
La última pregunta formulada al Papa se refiere al dolor y a la muerte. Francisco subraya que, incluso sin mencionar a Cristo, es imposible prescindir de él y de su experiencia. Recuerda que a menudo “los discursos, en lugar de servir de ayuda o consuelo, provocan aún más sufrimiento”, es necesario “no huir, permanecer cerca” en los momentos de prueba, “ante el escándalo del dolor inocente, el escándalo del dolor de un niño”. También es necesario evitar la tentación de aislarse porque “cuanto más sufrimos, más sentimos que también necesitamos un cirineo que nos ayude a llevar nuestra cruz”.
Dios siempre encuentra la manera de hacerse presente en nuestras vidas, incluso cuando sentimos que está lejos o nos sentimos abandonados. Esta es nuestra fuerza. Y aunque no lo sepamos, la Pascua ya está actuando en esa oscuridad. Sólo con el tiempo nos damos cuenta de que hay una luz oculta incluso en la oscuridad más profunda. Mientras esperamos a darnos cuenta de ello, sólo podemos seguir ayudándonos mutuamente.
“Gracias por lo que hacen, porque ayudan a muchas personas a atravesar su oscuridad, a no sentirse solos, a no desanimarse y a poder vivir y atravesar lo que nunca podrían vivir o afrontar solos”, concluyó el Papa.
Fuente: AICA