Un análisis sobre el rol de las políticas digitales en la respuesta educativa de América Latina a la crisis del covid-19.
A partir de la crisis que instaló la pandemia del coronavirus, los sistemas educativos de América Latina han respondido a fines de mantener y garantizar la continuidad de la enseñanza. Para esto, las políticas digitales tuvieron un rol fundamental. Estas políticas venían desarrollándose con bastante fuerza, sobre todo a partir de la segunda mitad de la década de 2000. La irrupción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) a través del acceso a los servicios de telefonía móvil e Internet, la incorporación de computadoras y smartphones en las actividades cotidianas, junto al desarrollo de servicios y aplicaciones electrónicas penetraron en todas las prácticas sociales, replanteando las problemáticas que debían abordarse en las políticas públicas.
Los gobiernos comenzaron a definir estrategias, planes y programas digitales en educación en el marco de las políticas públicas en TIC, considerando a estas como medios para el desarrollo de la sociedad en su conjunto. La formulación de las políticas públicas estuvo centrada en reducir la brecha digital y promover la creación de sociedades de la información.
Aún no se ha logrado un acceso equitativo. Los grupos sociales más desfavorecidos continúan sistemáticamente excluidos de una educación de calidad. Se observa que la mayoría de las iniciativas, en términos de políticas públicas digitales en el campo de la educación, venían constituyéndose en un puntapié fundamental para superar la brecha digital, democratizar el acceso a las TIC y pensar en una transformación pedagógica que permitiera garantizar el derecho a la educación. Pero es necesario sumar más esfuerzos.
¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué tendencias podemos identificar en la creación de políticas digitales en educación en los últimos 15 años?
América Latina tuvo diversos ciclos de planificación de sus políticas digitales. Claramente podemos identificar dos.
El período 2005-2014 fue un primer ciclo con una enorme eclosión y expectativas en torno a las políticas digitales en educación. Se generaron diversas iniciativas de incorporación de tecnologías: una computadora por alumno, aulas móviles, dotación de infraestructuras a las escuelas y extensión y cobertura de la conectividad. Todas las estrategias y medidas fueron un indicador del esfuerzo de los gobiernos por instalar y sostener una política pública de fuerte impacto social, que atienda la inclusión social y educativa.
El período 2015-2019 es bastante desigual. Algunas políticas pasaron de ser proyectos gubernamentales a políticas de Estado, lográndose sostener a través de distintos gobiernos. Sin embargo, muchos de los países, a nivel de TIC y educación, mostraron una cierta desaceleración e incluso estancamiento. Esto sucedió, en muchos casos, fruto de la instalación de agendas neoliberales, donde las políticas TIC quedaron relegadas. En este período, muchos de los esfuerzos previos para achicar las brechas de las TIC en educación –incluyendo la dotación tecnológica y el despliegue de conectividad–se vieron sumamente afectados.
Además, en muchos de los países empezó a observarse cierta decadencia en el área TIC, que se sumó a una gran cantidad de equipos bloqueados, rotos, en desuso y escuelas desconectadas de Internet. No estamos hablando solamente de escuelas rurales o aisladas. Hacemos referencia a escuelas desconectadas aun en zonas urbanas, donde el acceso a nivel infraestructura sería absolutamente posible. Es cierto que cada vez más la población fue accediendo a dispositivos como smartphones, sin embargo, esto no debiera implicar relegar el rol del Estado.
En 2020 se da un fenómeno particular que permite romper con la inercia de los años anteriores. Fruto de la crisis causada por la pandemia, resurgieron y volvieron a instalarse con fuerza las políticas digitales en las agendas de los gobiernos, para dar respuesta a la emergencia educativa. Esta irrupción nos ofrece la oportunidad de volver a mirar nuestros sistemas educativos, las brechas y necesidades pendientes para poder planificar a futuro.
¿Cómo respondieron los sistemas educativos desde las TIC a esta emergencia educativa?
Desde el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL) se viene haciendo un seguimiento pormenorizado de lo que sucede a nivel regional. Podemos hablar de tres formas fundamentales para dar respuestas desde las políticas digitales:
A través de la creación de plataformas TIC, donde el acceso y la conectividad son claves.
A través de medios masivos tradicionales como radio y tv, desde los que se vienen transmitiendo programas para dar continuidad.
Y la tercera refiere al acompañamiento docente para la educación a distancia. Esto es algo fundamental a considerar, ya que repentinamente los docentes vieron afectada la forma en la que venían trabajando y como sabemos, la modalidad a distancia es muy distinta de la presencial.
Asimismo, varios países hicieron foco en dos temas clave a nivel de infraestructura. El primero: la compra y entrega de computadoras y/o tablets, especialmente haciendo foco en aquellos estudiantes y grupos sociales que no tenían acceso a otros dispositivos. El segundo: diversos países han acordado con las principales compañías de telecomunicaciones la liberación de datos móviles en los sitios web de sus respectivas plataformas educativas, de modo tal que los estudiantes puedan beneficiarse con la navegación gratuita.
¿Pero desde qué perspectivas se venían instalando las políticas TIC en los últimos 15 años? ¿Estábamos preparados para una crisis de esta magnitud?
La visión sobre las políticas públicas que prevaleció desde un comienzo fue considerar las TIC como insumos para el desarrollo económico, cultural, social y pedagógico. Algo particular que aconteció en América Latina es que muchas políticas digitales se originaron principalmente como políticas de inclusión digital –para garantizar el acceso a la tecnología– y solo con posterioridad se han vuelto políticas educativas al incorporar la dimensión de uso pedagógico de las TIC en las aulas.
Podría afirmarse que la tendencia venía siendo pensar la inclusión de las TIC como una herramienta que debería utilizarse deliberadamente para producir cambios que apunten a una mejora en la calidad de la enseñanza y del aprendizaje.
Pero en 2020 surgió con fuerza la necesidad de considerar una nueva perspectiva: la de la planificación de políticas TIC para contextos de emergencia. Esta perspectiva no estaba muy presente ni en el diseño, ni en la planificación de las políticas. Probablemente porque no imaginamos hasta ahora este escenario inédito de crisis de la educación mundial.
Esta cuestión es ya una de las cosas que aprendimos sobre la crisis: la tecnología se vuelve fundamental en contextos de cierre de escuelas para poder sostener y garantizar el acceso a la educación y la continuidad pedagógica.
Políticas TIC: ir más allá de la clase presencial
Los esfuerzos de pensar las políticas TIC siempre estuvieron enfocados en la educación presencial, es decir, en pensar la tecnología en el aula. Sin embargo, hoy estamos mirando la tecnología como herramienta para la educación a distancia.
Esto es algo que todos conocemos, pero que vale la pena resaltar: la educación básica, inicial, primaria y secundaria, a nivel mundial es fundamentalmente presencial.
En general hay mucha más experiencia de educación a distancia (educación en línea) en el nivel universitario, pero no en los demás niveles. Si bien muchos docentes quizá venían trabajando con estrategias virtuales que implicaban cierto trabajo fuera del horario de las clases presenciales (un ejemplo serían las flipped classroom o aula invertida) esto no implicaba pensar propuestas a distancia o de enseñanza en línea. La presencialidad siempre estaba como eje organizador.
La pregunta que nos hacemos entonces a nivel regional es: ¿es esto educación a distancia? En principio tendríamos que decir que no. Por eso en el mundo de la academia surgió un debate que nos parece destacar, y es el de diferenciar la educación a distancia de la enseñanza remota de emergencia.
A diferencia de las experiencias de educación a distancia –que son planificadas desde el principio y están diseñadas para estar en línea–, podríamos decir que la enseñanza remota de emergencia es un cambio temporal de la enseñanza debido a circunstancias de crisis.
Planificar para la enseñanza remota de emergencia
Pareciera que las racionalidades económicas, culturales, sociales y pedagógicas no son suficientes a la hora de pensar en la planificación de las políticas TIC y educación. Debiera emerger una nueva perspectiva: considerar la planificación de políticas digitales para escenarios de crisis, es decir, para contextos donde la enseñanza remota de emergencia pueda estar cuidadosamente considerada. Sin duda, los esfuerzos que los países vienen haciendo son enormes. En poco tiempo se lograron muchísimas cosas. Sin embargo, es necesario reducir al mínimo la improvisación para incluir perspectivas organizadas de gestión y planeamiento.
Camino al 2030
Hoy nos encontramos a poco menos de 10 años del cumplimiento de la Agenda 2030. En particular, desde el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (IIPE) UNESCO estamos haciendo foco en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4. Por ello, a nivel del planeamiento educativo es fundamental sentar las bases para poder –de aquí a 2030–, eliminar las disparidades de género en la educación y asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional. Esto con especial foco en las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones de vulnerabilidad.
Esta crisis que estamos transitando nos está permitiendo visibilizar las debilidades sobre las cuales debiéramos hacer foco: las políticas digitales en educación tienen aún muchas deudas y desafíos pendientes por afrontar. Son un aspecto crucial para lograr los objetivos de la Agenda 2030. Será fundamental redoblar esfuerzos para reinstalar y sostener las políticas TIC en educación en los próximos años. Habrá que considerar la inclusión en dichas agendas de la planificación para contextos de crisis, la necesidad de la universalidad de Internet. E ir más allá para poder estar alineados con lo que se está pensando a nivel mundial: big data, analíticas de la enseñanza y del aprendizaje, e inteligencia artificial para el planeamiento y gestión de los sistemas educativos.
Artículo original publicado en https://www.buenosaires.iiep.unesco.org/ y republicado en la edición Nº 628 de la revista Ciudad Nueva.