
Esta historia es una de las tantas que comparte el impar narrador de historias y bicho de campo, el Colo Esteban López. A él, nuestro reconocimiento por su incansable labor de “buzo profesional de perlas humanas” y su afán de compartir.
Lucía y Pedro se conocieron en merced al universo de las AFJP, en otro siglo. Lo cierto, es que ese fue el puntapié para que ambos unieran sus vidas. Vivían en la ciudad de San Juan, pero a Lucía siempre le había picado el bichito del campo. Faltaba un envión nomás, que se lo dio su tía Nora, cuando le dejó un departamento en herencia.
Ambos trocaron los ladrillos por siete hectáreas en Albardón, al que Pedro describía como “un basural de un metro de alto, donde habían quemado un parral y lo habían dejado abandonado”. Aquel fue el punto de arranque para transformar el basural en un paraíso llamado “Granja orgánica Tía Nora”.
De a poco hicieron su casita, una huerta y una granja. No están solos, sino que muy bien acompañados por una llama, una mula, un burro, una vaca, cabras, gallinas, conejos, y gansos. En la huerta plantaron albahaca, ají, quinoa, tomates, zanahorias, legumbres, flores, verduras y hortalizas. Como no podía ser de otro modo, plantaron árboles, y agregaron una pileta. Luego vendría una cabaña ecológica para recibir a turistas. Casi sin darse cuenta, fueron forjando el turismo rural por la zona.
Roles e intercambios
Pedro es el encargado de la logística y las relaciones públicas. Lucía es la apasionada de las plantas y su mirada es sanadora, afirma que “no hay malezas sino bienezas”. Es fanática de las aromáticas y de la permacultura, porque aprovecha toda la energía natural.
No se quedaron atrás y fueron por más. Así esta granja orgánica celebró convenios con universidades de Francia, Holanda y México. De este modo estudiantes de allí, llegan hasta Albardón para hacer intercambios culturales: llegan a “Tía Nora” para sembrar, cosechar, preparar quesos, cocinar, ayudar, durante una semana. El intercambio es que a cambio de la ayuda, Pedro y Lucía les dan alojamiento y comida.
Una dupla inquieta
Su proyecto pospandemia fue hacer dos viveros para producir plantines y almácigos de hortalizas de estación, para especializarse en flores silvestres y plantas medicinales.
Durante la pandemia Lucía y Pedro decidieron hacer florecer otras huertas orgánicas a lo largo y ancho de la provincia. Ofrecen kits de almácigos con variedad de hortalizas, incluyendo flores y hasta cultivos un tanto desconocidos o exóticos, para que cada uno pueda cosecharlos en su casa.
“Esta pandemia nos ha traído cosas malas pero también cosas positivas, una de ellas fue que el estar en casa, las familias tuvieron tiempo e interés para volcarse al cuidado de la naturaleza, para pensar y poner en práctica una alimentación más saludable, libre de pesticidas. De hecho, en muchas casas se armaron huertas orgánicas a partir de nuestra guía’, cuenta desde Albardón, Pedro Gómez.
Los primeros que incursionaron en las huertas orgánicas son, según la experiencia de Pedro, los habitués de su restaurante y su granja, aquellos que han disfrutado del lugar en estos doce años. “Ellos recordaban los almácigos que hacíamos en nuestro invernadero para nuestra huerta y nos pidieron que les preparásemos algunos y por supuesto enseñásemos cómo sembrarlos en el jardín”, agrega y ejemplifica que no hace falta tener 7 hectáreas como ellos de tierra fértil ya que uno de sus clientes vive en departamento y siembra en macetas.
Este interés y el detectar un nicho en el mercado posible fue lo que los animó a convertir esos tímidos pedidos en una nueva alternativa para el negocio, veta que piensan seguir una vez que pase la pandemia.
Los kits vienen en bandejas de 128 alveolos. Traen 8, 16 ó 24 almácigos de cada variedad según el paquete elegido. Entre los cultivos hay pepino, zucchini verde, zucchini amarillo, zapallitos, pepino de encurtir, copete (flor), albahaca morada, rúcula, diferentes tomates, pimientos, berenjena, ají Sweet Banana, kale, lechuga morada, rabanito, pak choi, cebolla, beteraba, espinaca de verano y puerro.
De la naturaleza a la mesa
Además de los plantines y almácigos que venden a particulares, otro aspecto comercial que desarrollaron en los últimos meses fue la venta de todos los productos alimenticios que allí producen. Desde las verduras y hortalizas orgánicas para quienes aún no tomaron la decisión de tener su huerta hasta pollos vivos o faenados, conejos vivos o faenados, huevos, dulces y conservas caseros y frutos secos.
Arrancaron con un proyecto de bosque de plantas autóctonas de la zona que imitará a los bosques naturales, pero cuidadosamente diseñado para que sea sustentable, productivo y comestible. Lo poblarán con fauna como lombrices, sapos y aves, además del compost.
La meta de Lucía y Pedro es que Tía Nora sea un modelo de granja autosuficiente.
El motivo que confía la dama es elocuente: “Queríamos vivir una vida más cercana a la naturaleza, comiendo sus frutos lo más saludables posible, y vivir lejos del ruido ciudadano. Pero nuestra vida no es tan tranquila, porque hay que trabajar mucho”.
Contacto:
WhatsApp 2644 36 53 91
Fabebook @granjaorganicatianora
Instagram @granjatianora
Fuentes: Bichos de campo
https://www.diariodecuyo.com.ar/suplementos/Multiplicadores-de-cultivos-organicos-20200905-0102.html