El odio nunca puede ser usado

El odio nunca puede ser usado

Tibia condena del presidente Trump del ataque de un fanático racista en Charlottesville, un episodio similar a lo atentados ocurridos en Francia o Reino Unido.

Los hechos son conocidos. En la ciudad estadounidense de Charalottesville (Virginia) hubo incidentes entre grupos que proclaman la supremacía blanca, que a menudo se identifican con eslogan neonazi y organizaciones como el Ku Klux Klan, y la gente que se opone al racismo. En el fin de semana un auto, presuntamente conducido por un activista de supremacía blanca, que habría sido identificado, se lanzó intencionalmente contra los que manifestaban contra estas ideas matando a una mujer e hiriendo a varias personas.

El presidente Donald Trump se ha acarreado críticas por su tibia condena de los hechos violentos, pero sin referirse al mensaje de odio de los grupos racistas y en especial al ataque asesino, que es similar a los ataques de matriz islamista –en varios casos realizados por perturbados mentales– perpetrados en Europa lanzando autos o camiones contra transeúntes.

El presidente en su campaña ha coqueteado con estos extremistas, entre los cuales su mensaje de culpabilizar a los inmigrantes de varios problemas sociales y económicos, ha cosechado adhesiones y votos. De ahí, posiblemente, la tibieza de su condena.

Pero en su afán por liquidar con las pocas palabras hechos complejos, se le escapa al presidente de los Estados Unidos precisamente la similitud entre los dos tipos de episodios violentos.

Porque ¿cuál es entonces  la diferencia entre un fanático que en nombre de su islamismo lanza un auto contra la gente que pasea por las calles de una ciudad y un fanático de la superioridad blanca que hace lo mismo en Charlottesville? En ambos casos, el convencimiento de que del otro lado está todo el mal y del propio lado está la razón es tan grande que alimenta un odio que les hace sentir que deben o pueden eliminar a quien se les opone (sea o no real esa oposición). Lo ocurrido en Virginia es terrorismo como lo fueron los ataques con vehículos en Francia o Reino Unido. ¿Trump lo habrá entendido?

Cuando el presidente no condena con decisión este tipo de odio entre ciudadanos de su país está abonando -pero en su casa- el mismo tipo de extremismo que ha armado a los yihadistas y que sus soldados, ciudadanos estadounidenses como él, combaten en otros países (y eso más allá de las discusiones sobre la presencia norteamericana en esos conflictos).

Se le escapa, al mandatario, otro aspecto más. No habrá envío de tropas ni represalias militares en Virginia. En todo caso, investigará el FBI, porque la respuesta no es militar sino de civilidad. El odio debe ser erradicado no con las armas sino impidiéndole crecer en su caldo de cultivo. Y por eso nunca puede ser usado por la política, tanto interna, como exterior (y el extremismo islamista ha sido usado por la casa Blanca). De lo contrario, el resultado es un fanatismo capaz de locuras. En Virginia como en Siria o en Francia.

  1. HAY UN VACÍO TAN GRANDE DE CONVICCIONES Y FE QUE SE TERMINA EN LA SIN RAZÓN. SIN EMBARGO SIEMPRE HAY UN RESTO QUE SALVA EL SENTIDO DE LA VIDA. La locura parece ser un recurso político extremo frente a la crisis profunda de un sistema y una concepción insostenibles para el desenvolvimiento de la Humanidad. De cara a la decadencia insoslayable el recurso desesperado es sembrar odio, enfrentamiento y destrucción para tratar de evitar lo inevitable. Así fue el declive del Imperio Romano de Occidente.

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