La propaganda norcoreana ha dado amplio espacio a la inspección de Kim Jong-un de los avances de un nuevo submarino con lanzadera de misiles.
Corea del Norte presiona a Estados Unidos, posiblemente porque quiere ver resultados del proceso de diálogo que debería conducir a la desnuclearización del país a cambio de levantar las sanciones que ahogan su economía. Las negociaciones, que comenzaron con un acuerdo bastante vago y sin una hoja de ruta, no han llevado hasta el momento a un cronograma definido de gestos mutuos. La iniciativa ha sido conducida esencialmente por el propio presidente Donald Trump quien, en la última cumbre realizada en la frontera entre las dos Coreas, ha pisado por primera vez territorio norcoreano. La anterior, realizada en Vietnam, finalizó prematuramente, con el presidente norteamericano abandonando abruptamente la reunión.
Es muy posible, por tanto, que la inspección realizada por el líder norcoreano Kim Jong-un a los avances de un nuevo submarino con capacidad de lanzar misiles balísticos, a la que la propaganda dio amplio espacio, sea más bien una tentativa para presionar a Estados Unidos para retomar las negociaciones. El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, ha mencionado que las reuniones deberían programarse para dos semanas, pero eso ocurre luego de unos ejercicios militares conjuntos entre su país y el Corea del Sur motivó las protestas norcoreanas. En efecto, si la intención es pacificar la península de las dos Coreas, seguir con ejercicios militares no parece ser un camino coherente.
Si bien Kim Jong-un se muestra al lado del nuevo submarino, este tipo de nave no constituye un dolor de cabeza para sus eventuales enemigos, como tampoco su numerosa flota de submarinos. La nueva embarcación tiene capacidad para lanzar cuatro misiles balísticos, pero se basa en un modelo experimental ya obsoleto, que tiene capacidad para lanzar un solo misil y no es operativo. Con ese modelo experimental, se lanzó en 2016 un misil balístico. Aunque disponga de armas obsoletas, su uso provocaría siempre daños y bajas en cualquier hipótesis de conflicto armado. Algo que aterra a Corea del Sur y Japón, tradicionales aliados de Estados Unidos. La inspección a la nueva nave utiliza un lenguaje y tuvo un espacio en la prensa que hace pensar precisamente a algo orquestado para conseguir presionar a Trump. Si bien no se mencionan las armas atómicas, la información de la prensa alude a la vinculación del submarino con este tipo de armamentos, puesto que en la inspección estaban presentes tres figuras claves de los programas nucleares norcoreanos.
La cuestión de fondo es cuál es el rumbo de estos acuerdos. Trump ha retirado a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, que estaba siendo aplicado y respetado, solo por razones de su geopolítica. Lo acordado con Corea del Norte, militarmente mucho menos peligrosa, es poco más que palabras y buenas intenciones, que sin embargo Trump pretende presentar como un éxito personal, alcanzado en base a sus “habilidades” políticas. Por el momento, no ha cambiado mucho de la realidad, de no ser los avances entre las dos Coreas para pacificar la península, fruto más bien de las relaciones mutuas. El presidente estadounidense desea anotarse un tanto, pero para ello debe dar algo a cambio que, por el momento, no satisface a Kim Jong-un, lo cual deja este proceso en un limbo de indefinición.