El viernes 25 de marzo falleció Vlady Kociancich, una narradora tan exquisita como aguda. Se la podría catalogar como perteneciente al grupo de escritores casi secretos. La autora consideraba que sus escritos se defenderían por sí solos, y omitió las campañas publicitarias.
Fue alumna de Borges, de quien aprendió la importancia de creer “en la generosidad de los libros”. De él aprendió que la literatura es un gran juego inteligente.
Kocianchich tenía una habilidad inquietante para ir al corazón de un problema literario y revelarlo en palabras. Según consta en el diario de Bioy Casares, Borges le confesó “Vlady es la mujer más inteligente que conozco”. Cuando la editorial Galerna imaginó una serie en la que escritores célebres debían proponer la publicación de un joven desconocido, Borges propuso a Vlady. Así publicó su primer libro en 1971, que fue una colección de cuentos titulados “Coraje”.
Jorge Luis Borges fue en gran medida quien la alentó a seguir una carrera literaria, aunque ya a los diez años Vlady había escrito su primer relato policial, que intentó vender a Billiken. Borges la bautizó como escritora.
En una misiva de julio de 2019, que Vlady le dirigiera a Alberto Manguel, la autora detalla: “Si ser es ser nombrado, mi identidad es no ser lo que soy a varias cuotas. Me bautizaron con el nombre de una tía muerta por tuberculosis a los 18 años y muy atenta al dolor de mi abuela, era su hija más querida, se me ocurrió nacer el mismo día, mismo mes que la tía y a la misma hora. En la lápida de su tumba que mi abuela visitaba conmigo estaba la fecha del día de nuestro nacimiento y como si eso fuera poco las iniciales del nombre coincidían. Z.L.C. Iniciales grabadas en la cucharita de plata del bautismo. Consciente de ser una clonación de mi tía, desaparecí en el mismo hospital donde nací. Me robaron para cambiarme por un bebe enfermo, un varón. Intervino la policía y reaparecí un día después. Pero a los dos años y medio, desaparecí otra vez. Me caí en un pozo del terreno de mi casa tapado por yuyos, era una quinta extensa. La búsqueda fue muy larga, policía y vecinos me buscaron hasta entrada la noche. La dificultad se debió a que yo no lloré, llamé o grité. Me hallaron de pie, sana, y mirando el fondo del pozo. Muda. Por la alegría de recuperarme nadie se dio cuenta de que no hablaba. Las primeras palabras que dije fue con tartamudeo, lo atribuyeron los médicos a que era demasiado chica para expresarme. Un año después me enfermé de asma y estuve a punto de morir. Esto aterró a mi familia y recordando los pulmones enfermos de mi tía muerta nadie, jamás, me llamó por su nombre. Usaron apodos. Fui una chica sin nombre propio hasta que en el secundario y porque escribía una suerte de Juvenilia satírica que leían mis compañeros y los profesores me llamaron “la rusa.” Porque el apellido de mi padre fue modificado a Cociancich, y luego vino el mote de Vladimira Kociancich, Vladi. Increíblemente, el Vladi (Borges introdujo la “y” final “para cauterizar el corte del nombre”, dijo) fue aceptado por la familia y los amigos con toda naturalidad. Y Borges puso “Vlady Kociancich” en los ejemplares de Poemas escandinavos, en la lista de amigos que recibirían su libro de lujo editado por un bibliófilo. Y me explicó cuánto le había costado elegir un nombre como autor.”
Compilación de entrevistas
-¿Por qué los editores dicen que el cuento no se lee ni se vende?
-La novela tiene más favor con la publicidad y eso no es una cuestión de lectura. Los editores piden novela porque es más fácil de promover, más fácil para contar el argumento y quizás por eso puede tentar más a la abstracción llamada público lector. Además, las novelas se ponen de moda y los libros de cuentos, no. Pero los buenos lectores, los que leen por placer aceptan entusiasmados cualquier género de ficción. Por otra parte, la mayor comercialización de la novela lleva a la confusión de creer que la literatura no nace del impulso creador de un individuo, sino que es una fábrica de ciertos productos que deben imponerse.
-¿Cuándo supiste que tu destino sería la palabra escrita?
-Cuando a los nueve años escribí mi primera novela policial y a los diez u once traté de vender un cuento a Billiken con la vieja fantasía de creer que alguien puede escribir un libro de la noche a la mañana y hacerse rico y famoso. Ese era el argumento de las novelas que yo leía.
-¿Te aceptaron el cuento en la revista?
– No.
-¿Por qué empezaste escribiendo novelas policiales?
-Porque cuando era chica yo ansiaba una vida de aventuras. Era hija única, vivía bastante encerrada. Y la mejor aventura trascurría en lo que uno escribía.
-¿Llegaste a gozar de una vida de aventuras?
-Sí. He hecho cosas interesantes, raras. Por ejemplo, trabajé en una agencia de artistas en las épocas de la nueva ola, donde se recibía a Palito Ortega, a Violeta Rivas, a Mercedes Sosa flaquísima …En fin, conocí el mundo que hay detrás del espectáculo. Además, viajé mucho.
Lo que pasa es que miro al mundo con curiosidad y siento que me pasan siempre cosas extraordinarias.
¿Qué te llevarías de tu casa en caso de incendio?
A Jay Gatsby. Es decir, a mi gato. Llamado así por el héroe de la gran novela de Scott Fitzgerald. Estuve muy cerca de un incendio en las sierras y ante el primer aviso se prepara un bolso con documentos. El fuego es rápido, los vientos cambiantes, no hay tiempo de pensar más que en lo indispensable. Sí lloré por los zorros, la fauna del monte que veía pasar por mi jardín en fila, padres guiando una cadena de zorritos que ardieron junto con árboles, plantas, hierbas, pájaros.
¿Qué libro de otro autor produjo en vos el efecto que te gustaría producir en quienes te leen?
A esta altura de mi vida son demasiados para elegir uno y además la lectura, como la escritura, es un acto individual. De algún modo el lector reescribe para sí cada libro que lee, los efectos y las interpretaciones son siempre distintos, muchas veces sorprendentes para el autor.
¿Qué es lo mejor y lo peor que le puede pasar a un escritor?
Depende de cada uno, imposible generalizar. Se dice que lo peor es el miedo a la página en blanco. Que de hecho es una página que desborda de caminos invisibles a seguir. La elección de uno de esos caminos siempre fue el tramo más difícil y lo prueban los borradores experimentales que preceden a la obra, apuntes, libros jóvenes y fallidos, diarios, etcétera. Otro peligro, externo, es una inmediata, estentórea celebridad. La presión de la fama quita la energía necesaria que demanda la escritura, que es mucha. Se necesita coraje para resistir la exigencia de que un nuevo libro esté a la altura del éxito del primero.
La superstición es…
La superstición es humana. Mientras no se convierta en fanatismo o proselitismo, debemos resignarnos a tener una o varias. Creer que como en las películas de Woody Allen, unos tres meses en retiro le bastan a cualquiera para escribir una novela genial y ganar todos los premios de literatura, es la que más me hace gracia.
¿Qué disco escucharías manejando solo por la ruta del desierto?
En Egipto estuve unas horas sola en el desierto. Lo que escuché, extasiada, fue un silencio que no había oído nunca.
¿A qué persona real, nacida en cualquier momento de la historia, le desearías una vida eterna? ¿Se lo darías como castigo o como premio?
Qué horror la eternidad, si existiera. No soy tan cruel como para deseársela a nadie. Las religiones que la ofrecen en premio a los sufrimientos de la vida hacen del sadismo una obra maestra.
¿De qué personaje de ficción te gustaría ser amigo en Facebook?
No tengo Facebook. En realidad, creo que los amigos virtuales ya son personajes de ficción. Más cercanos y queridos son los personajes que me hablan desde un libro. O no hubiera bautizado Gatsby a mi gato.
¿Qué creés que hay después de la muerte?
Nada, por suerte. A veces, en una noche estrellada de verano me he acostado en el pasto a mirar el espacio y durante unos minutos siento que estoy ahí, y la conciencia de pertenencia y de fugacidad me emociona, como un orgullo del breve paso de existir en el misterio tan oscuro como brillante de este mundo, sin atadura alguna.
Fuentes: