La cancillería de Uruguay señaló que los demás socios (Argentina, Brasil y Paraguay), que se opusieron a que asumiera la presidencia temporaria, ahora quieren que deje de integrar el bloque.
Pese a que, hasta hace poco, las cancillerías lo nieguen oficialmente, el Mercosur pasa por un momento de crisis cuya salida no parece inmediata. ¿Venezuela seguirá integrando el bloque?
Es la pregunta que muchos se hacen cuando faltan diez días para que el país caribeño se ajuste a la normativa del Mercosur adoptando unas 300 disposiciones. Algo que no se ha hecho desde su incorporación en 2012. Ha sido éste, entre otras rezones menos oficiales y más políticas, el motivo por el que Argentina, Brasil y Paraguay se opusieran, con la abstención de Uruguay, a que el país ejerciera la presidencia protémpore durante este semestre. En setiembre la cuestión quedó indefinida. Según Venezuela, el país ejerce la presidencia temporaria del bloque pese a las posturas en contra, una actitud poco racional puesto que es como querer presidir una reunión a la que nadie participa. Los demás socios emitieron un documento que fija el plazo del 1 de diciembre para adoptar la normativa requerida, de lo contrario el país perderá su derecho a voto.
Pero hay más. La situación política interna venezolana ha determinado que ahora Argentina, Brasil y Paraguay se opongan a que el país siga integrando el bloque, según lo anunciado por el canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa. “Para otros países ahora ha cambiado esa situación y quieren que Venezuela no participe más. Desde ese punto de vista nosotros estamos en contra de eso, porque además no hay normas para eso”, agregó el canciller de Uruguay.
Surgido en hace 25 años para concretar las inspiraciones de integración de sus socios, materializadas inicialmente por Brasil y Argentina y ampliada a Uruguay y Paraguay, los otros dos países del Cono Sur (menos Chile), este bloque no ha asumido una identidad definida. No es un acuerdo de libre comercio, sino más bien una unión aduanera imperfecta.
En estos últimos años, hubo por cierto una alineación política que ha marcado fuertemente con un tinte ideológico el Mercosur, lo que ha permitido avanzar hacia la incorporación de Bolivia, que podría ser miembro pleno con la ratificación de su protocolo de adhesión por parte de Brasil.
Sin embargo, a las declaraciones políticas no siguieron hechos concretos que indicasen avances en la integración. Más bien se notaron las rencillas de siempre entre Brasil y Argentina preocupados en proteger a sus industrias, lo contrario de un proceso de integración. Si bien es importante la creación de una mayor unidad política en el bloque, esta replicaría lo que ya ocurre en sede de UNASUR o lo que se pretende instalar a nivel de CELAC, mientras que el Mercosur debería avanzar más en el plano de la cooperación económica y cultural. Es la crítica que han realizado algunos sectores políticos que, por ejemplo, en Uruguay han reclamado por menos anuncios políticos y más hechos de integración comercial.
¿Qué ocurrirá ahora? No es fácil hacer predicciones, pero el riesgo es el de anular 25 años de avances en el terreno que más puede propiciar el crecimiento de la región sobre la base de la cooperación y la integración. Si Venezuela queda fuera del bloque es posible que Bolivia pierda interés en seguir en su camino de incorporación, también porque parece difícil que la mayoría del actual Congreso de Brasil esté dispuesto a ratificar su protocolo de adhesión. Lo que podría ser un golpe mortal al bloque condenado a que dos economías pequeñas (Paraguay y Uruguay) convivan con las de dos gigantes (Argentina y Brasil). La presencia de Venezuela y Bolivia aportaba dos economías más medianas y permitía incrementar las chances de progreso del bloque.
El actual impasse, también hace que otros socios potenciales, como Ecuador o Perú, no se sientan atraídos hacia un proceso que no manifiesta un rumbo claro. Asimismo la Alianza del Pacífico, el bloque conformado por México, Colombia, Perú y Chile, que en estos años ha avanzado con celeridad, tampoco se sienta estimulado a cooperar con un bloque que tiene poco claro su camino.
En el actual contexto, el mayor problema es que en ninguno de los países mencionados se percibe un liderazgo capaz de ayudar a transitar los actuales escollos, puesto que cada jefe de Estado o de Gobierno está más concentrado en resolver sus problemas internos que protagonizar un proceso en el que hay que mirar el porvenir desde una perspectiva regional, principalmente porque nadie por sí mismo puede afrontar los desafíos de la globalización. Parece contradictorio en un mundo que cada día revela que somos interdependientes.
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