Una conversión en medio de la selva

Una conversión en medio de la selva

Sínodo para la región Panamazónica – Aún con fuertes críticas, incluso por parte de miembros del clero, la reunión de los obispos para debatir el tema de la Amazonía llegó a su fin con propuestas audaces, que van desde acciones ecológicas hasta novedades en la liturgia.

184 obispos y más de un centenar de auditores, especialistas e invitados especiales se reunieron en el Vaticano, con la presencia del papa Francisco la mayor parte del tiempo, para debatir sobre la Amazonía. El resultado de las tres semanas del Sínodo fue un documento de 120 artículos en los que la palabra clave es conversión. Los padres sinodales (como se denomina a los obispos que tienen derecho a voto en el encuentro) propusieron, en buena parte del texto, grandes novedades para la Iglesia en la Amazonía.

Los padres tocaron las heridas

Al finalizar los trabajos del Sínodo, el papa Francisco se dirigió a los periodistas y les pidió que destacaran, en el documento final, “los diagnósticos realizados”, porque “es donde más se expresó el Sínodo”. En ese aspecto, los padres sinodales tuvieron una visión amplia. Primero, pusieron de relieve las heridas que golpean la Amazonía como un todo, y no solamente a los católicos; la deforestación, la contaminación provocada por las industrias extractivas, el narcotráfico, las migraciones forzadas, el tráfico de personas, la criminalización de líderes y defensores del territorio y la pobreza de las familias que viven en las periferias de las ciudades.

Ya desde el inicio, el documento es muy duro: “Todos los participantes expresaron una aguda conciencia de la dramática situación de destrucción que afecta la Amazonía. Eso significa la desaparición del territorio y de sus habitantes, especialmente de los pueblos indígenas”.

El documento incluso destaca la riqueza de las culturas indígenas y, finalmente, evidencia los límites que encuentra la Iglesia para la evangelización de la región, con la gran escasez de sacerdotes –hay comunidades que pasan hasta años enteros sin ver a un sacerdote y, con eso, se ven imposibilitadas de recibir la comunión y de confesarse.

Utilizando un (mal) juego de palabras, en medio de esta selva de amenazas y desafíos, los padres sinodales –aquí con la participación fundamental del cardenal D. Cláudio Hummes, ex arzobispos de San Pablo, que fue el relator general del Sínodo– propusieron cinco capítulos de “conversiones”: la integral, la pastoral, la ecológica, la cultural y la sinodal.

La Iglesia debe ser “inculturada”

El papa Francisco declaró que la pastoral es la “principal”, porque “el anuncio del Evangelio es urgente, sin embargo debe ser entendido, asimilado y comprendido por esas culturas”. Por eso, el documento propone que la Iglesia sea “inculturada” entre los pueblos a los que sirve. Por un lado, el texto sugiere que las congregaciones religiosas del mundo establezcan por lo menos un puesto misionero en la región; por otro, recuerda la urgencia de una pastoral indígena, que incentive las vocaciones nacidas entre la población local, porque “la Amazonía también debe ser evangelizada por los amazónicos”.

El “estilo” Francisco aparece, también, en el capítulo que trata acerca de la conversión ecológica, porque allí el documento se preocupa tanto de la preservación del bioma como de condenar el “extractivismo” depredador, como de la promoción y el respeto por los derechos humanos. En este capítulo, los padres sinodales alertan sobre el “pecado ecológico” y proponen la creación de un fondo global para financiar las comunidades amazónicas que impulsan el desarrollo sustentable. Entra aquí el concepto de ecología integral, adoptado por el Papa, según el cual no se pueden separar los campos ambientales y sociales en la búsqueda del progreso.

No obstante, es en el capítulo sobre la conversión sinodal donde aparecen los puntos más polémicos –para quien se identifica como católico, debemos aclarar. Desde el inicio, el texto propone “superar el clericalismo y las imposiciones arbitrarias”. Esto puede traducirse, entre otras propuestas, en “fortalecer y expandir los espacios para la participación de los laicos” y en la ordenación sacerdotal de “hombres de comunidades apropiados y reconocidos”, incluso cuando “tengan una familia legítimamente constituida y estable”.

El capítulo dedica bastante espacio a la mujer. Refuerza su importancia en la cultura indígena y afirma que “es necesario que ella asuma con mayor fuerza su liderazgo en la Iglesia”. Por eso, sugiere que sean retomados los estudios de la comisión que trata acerca de la posibilidad del diaconado permanente femenino.

Para finalizar, los padres sinodales proponen la creación de un organismo de obispos permanentes que ayude a articular la misión de la Iglesia en la región, la cual, entre sus primeras tareas, estudiaría la elaboración de un rito amazónico, es decir, una liturgia para las celebraciones de acuerdo con las expresiones locales.

Los obispos señalaron “herejías”

Desde antes del encuentro, el padre historiador Oscar Beozzo afirmó: “este Sínodo va a revolver a toda la Iglesia”. Ya desde el inicio, sus propuestas irritaron mucho a algunos sectores de la institución, incluso a miembros de la alta jerarquía. Un mes antes del encuentro, el cardenal americano Raymond Burke y el obispo kazajo Athanasius Schneider difundieron un documento en el que señalaban “seis graves errores teológicos y herejías” en el Instrumentum Laboris del Sínodo. Entre las críticas, los prelados denunciaban que el documento manifestaba un panteísmo implícito (filosofía según la cual Dios y el mundo son la misma cosa) e impulsaba la ordenación de hombres casados. Para combatir esas amenazas, Burke y Schneider realizaron un llamado a los católicos para que, durante cuarenta días, todos rezaran diariamente el rosario y ayunaran una vez por semana, a fin de que el Papa reconociera y rechazara estos errores.

Ya durante el Sínodo, los ataques pasaron de las palabras a los hechos. Tres estatuillas indígenas que representaban a una mujer embarazada fueron sustraídas de la iglesia de Santa María de Traspontina, a 400 metros del Vaticano, y arrojadas al río Tíber. Los autores del delito publicaron el hecho en las redes sociales, acusando a la Iglesia de idolatría (aunque las piezas no representaban a ninguna divinidad indígena). Cuatro días más tarde fueron encontradas por la policía.

Las mujeres escuchan confesiones

En otro orden de cosas, las mujeres pidieron más espacio en este Sínodo. Como el encuentro era de obispos, ellas no tenían derecho a voto y eran un número mucho menor: apenas 35 entre los 282 participantes. En el primer día de las reuniones, la misionera colombiana Alba Teresa Cedial Castillo hizo un relato que dejó impactados a aquellos que no conocen la realidad de la región: “Cuando los sacerdotes no pueden estar presentes, nosotras bautizamos. Si alguien desea casarse, testimoniamos el amor de la pareja. Y muchas veces sucedió que escuchamos confesiones (aun sin poder dar la absolución). Las mujeres en la Amazonía desempeñan un rol de vital importancia, que esperamos la Iglesia reconozca cada vez más”.

A diferencia de lo que sucedió puertas afuera, lo que sucedió dentro de la Sala Sinodal es que, aún con posiciones muchas veces antagónicas, el encuentro transcurrió en “un ambiente fraterno”, de modo tal que esto quedó registrado en el documento final. Todavía más, dice el texto, “muchas veces las intervenciones estuvieron acompañadas de aplausos, cantos y profundos silencios contemplativos”. Como diría Francisco en la apertura del Sínodo, este “es un lugar de escucha del Espíritu Santo”.

Si, como publicó Vatican News, “el fuego (del Espíritu) sopló”, ahora es el turno del representante de Cristo. El documento final del Sínodo no tiene, en principio, ningún valor para los católicos. Es, simplemente, el resultado de las tres semanas de debate, y sirve como subsidio para que, entonces sí, el Papa escriba un documento, titulado “Exhortación postsinodal”, en que podrá aceptar todo o parte de lo que fue aprobado por los padres sinodales. Francisco ya avisó que pretende divulgar la exhortación antes de fin de este año.

APARTADO
La voz de Amazonía

Tal vez la mejor expresión de lo que fue el Sínodo de Amazonía realizado en Roma haya sido la respuesta que Delio Siticonatzi Camaiteri, un indígena peruano de la etnia ashaninca y auditor del Sínodo, dio a un periodista durante una de las entrevistas colectivas que se realizaban diariamente. Fue el retrato del encuentro con el diferente. Dijo Camaiteri: “Yo los veo un poco inquietos, como si no consiguieran entender qué es lo que precisa Amazonía. Nosotros tenemos nuestra visión del cosmos, nuestro modo de mirar el mundo que nos rodea. La naturaleza nos acerca más a Dios. (…) Veo que no es clara la idea que ustedes tienen de nosotros, los indígenas. (…) No endurezcan sus corazones. (…) Esa es la invitación de Jesús. Él nos invita a vivir unidos. Creemos en un solo Dios. Debemos permanecer unidos”.

Traducción a cargo de Lorena Klappenbach.

Artículo publicado en la edición Nº 615 de la Revista Ciudad Nueva.

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