Un viaje que corona 22 años de paciente espera

Un viaje que corona 22 años de paciente espera

Los cristianos iraquíes llevan más de dos décadas esperando la visita del Sucesor de Pedro.

En 1999 Juan Pablo II programó una breve peregrinación a Ur de los Caldeos, primera etapa del camino jubilar a los lugares de la salvación. Quería partir desde Abraham, del padre común reconocido por judíos, cristianos y musulmanes. Muchos desaconsejaron al pontífice polaco, pidiéndole que no realizara un viaje que habría podido reforzar a Saddam Hussein todavía en el poder tras la primera Guerra del Golfo. Wojtyla siguió adelante, pero al final ese viaje relámpago no se llevó a cabo por la contrariedad del presidente iraquí.

En 1999 el número de cristianos en Irak era entonces más de tres veces superior al actual. El viaje fallido de Juan Pablo II permaneció como una herida abierta.

El pontífice polaco se pronunció contra la segunda expedición militar occidental en el país, la guerra relámpago de 2003, que concluyó con el derrocamiento del gobierno de Saddam.  A la hora del Ángelus del 16 de marzo de aquel año,  dijo: “Quisiera recordar a los países miembros de las Naciones Unidas, y en particular a los que componen el Consejo de Seguridad, que el uso de la fuerza representa el último recurso, después de haber agotado todas las demás soluciones pacíficas, según los conocidos principios de la propia Carta de la ONU”. Luego, fue más puntual en su clamor: “Pertenezco a esa generación que vivió la Segunda Guerra Mundial y sobrevivió. Tengo el deber de decir a todos los jóvenes, a los más jóvenes que yo, que no han tenido esta experiencia: ‘¡Nunca más la guerra!’, como dijo Pablo VI en su primera visita a las Naciones Unidas. Debemos hacer todo lo posible”.

No fue escuchado por esos “jóvenes” que hicieron la guerra y fueron incapaces de construir la paz. Irak fue golpeado por el terrorismo, con atentados, bombas, devastaciones, mientras el tejido social se desintegraba. En 2014 el país vio el ascenso del autodenominado Estado Islámico proclamado por el Isis. Más devastación, persecución, violencia, con potencias regionales e internacionales empeñadas en luchar en suelo iraquí. 

La población indefensa, dividida por pertenencias étnicas y religiosas, está pagando el precio, con un alto coste en vidas humanas. Viendo la situación iraquí, uno toca con la mano la concreción y el realismo de las palabras que Francisco quiso esculpir en su última encíclica “Fratelli tutti”: “Ya no podemos pensar en la guerra como solución, dado que los riesgos serán probablemente cada vez mayores que la hipotética utilidad que se le atribuye. Ante tal realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible ‘guerra justa’. ¡Nunca más la guerra!… Todas las guerras dejan el mundo peor de lo que lo encontraron. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”.

Durante estos años, cientos de miles de cristianos se han visto obligados a abandonar sus hogares para buscar refugio en el extranjero. En una tierra de primera evangelización, cuya Iglesia muy antigua tiene orígenes que se remontan a la predicación apostólica, hoy los cristianos esperan la visita de Francisco como una bocanada de oxígeno. Desde hace tiempo, el Papa había anunciado su voluntad de ir a Irak para consolarlos, siguiendo la única “geopolítica” que le mueve, es decir, la de manifestar la proximidad a los que sufren y la de favorecer, con su presencia, procesos de reconciliación, reconstrucción y paz.

Por esta razón, a pesar de los riesgos relacionados con la pandemia y la seguridad, a pesar de los recientes atentados, Francisco ha mantenido esta cita en su agenda hasta ahora, decidido a no decepcionar a todos los iraquíes que lo esperan. 

Será una excelente ocasión para rezar junto a los creyentes de otras confesiones religiosas, y resaltar las razones de la convivencia entre hermanos, más allá de las facciones y las etnias, y lanzar un mensaje de Paz desde Medio Oriente a todos los habitantes de nuestra Casa Común. Ni el toque de queda podrá detener la fuerza de la oración, porque el lema de este viaje, bien lo refleja: “Todos somos hermanos”.

Fuentes: http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/angelus/2003/documents/hf_jp-ii_ang_20030316.html

https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2021-03/el-papa-en-irak-desde-abraham-para-reconocernos-hermanos.html

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