“Un puente entre el turista y el lugar que se visita”

“Un puente entre el turista y el lugar que se visita”

Lo dice Kuki Peralta, guía turística de Córdoba desde hace 35 años, sobre el valor que tiene esta profesión.

La figura del guía ocupa un lugar fundamental dentro de la actividad turística. Conocedor de todo lo que sucede a su alrededor y experto en contar historias, funciona como un puente y un nexo entre el visitante y el sitio histórico. Kuki Peralta (foto), que trabaja hace 35 años en el rubro y se desempeña en la Dirección de Turismo de la Ciudad de Córdoba como referente del Turismo religioso, le cuenta a Ciudad Nueva de qué trata esta valiosa profesión. “Somos los traductores del patrimonio del lugar y la vidriera de lo que se va a descubrir”, dice.

–¿Cuál es el rol del guía y dónde se ubica dentro del universo del turismo?

–Es un intermediario entre el viajero y el recurso patrimonial. Dentro de la actividad turística, en primer lugar está la infraestructura; después viene la supraestructura (que refiere a las instituciones) y por último están los servicios, en donde se encuentran las excursiones y los guías. Nosotros funcionamos como representantes del lugar que se visita.

–¿Qué tipo de vínculo es el que se establece con el turista?

–La relación que se genera es instantánea y momentánea, que puede durar desde una hora hasta un día entero. Este vínculo es muy importante e intenso, ya que en ese corto periodo de tiempo el guía debe aplicar muchas competencias, sobre todo las comunicacionales. Tiene que lograr empatizar rápidamente con el turista, para que mantenga el corazón y la mente abiertos a todo lo que se le quiera transmitir. Por eso es importante lograrlo lo más rápido posible, porque si se demora, quizá a ese turista lo pierdas y no se lleve una buena idea del destino que está conociendo.

–¿Cuánto influye que el guía se sienta parte del lugar?

–Diría que es lo más importante. Hay un principio que dice que no se puede mostrar lo que no se quiere, por eso si el guía no tiene el destino naturalizado en sus entrañas más íntimas, si no se siente mimetizado con él, es absolutamente imposible que pueda llegarle al turista. Siempre hay que intentar cumplir el mandato que tiene una visita guiada, que es que ese turista sea un potencial efecto multiplicador cuando llegue a su lugar de origen. Está comprobado que eso vale por diez publicidades. Por todo esto, si no amás el lugar es difícil que puedas transmitir sensaciones.

–¿Con qué herramientas se debe contar para realizar una visita guiada?

–Luego de tantos años de experiencia, entiendo que se trata de un conjunto de aptitudes que uno va descubriendo cuando es joven. A mí me sucedió así. Yo creo que el guía necesita muchas herramientas y le tienen que gustar muchas cosas a la vez, como la geografía, las ciencias naturales, el medio ambiente, la historia, la arqueología, la cultura general. Tenés que estar interesado permanentemente por todo lo que te rodea. Porque eso es lo que le va a llamar la atención al turista cuando llegue a tu ciudad.

–¿Es posible decir también que ustedes funcionan como contadores de historias?

–Sin duda, porque para ser un contador de historias necesitás rodearte, respirar y oxigenarte de todo lo que está a tu alrededor. El guía es un puente, un traductor entre el turista y el lugar patrimonial. Por eso debe conocer hasta los mendigos que va a encontrar en cada uno de los espacios, porque más allá de todo el contenido teórico o los datos históricos, las visitas guiadas deben nutrirse de las historias mundanas, de aquello que tiene que ver con la actualidad del lugar.

–¿Qué pasa cuando el guía ve que al turista o al visitante no le está entusiasmando la historia del lugar?

–Es algo que suele pasar y creo que es importante entender por qué está desinteresado. En las recorridas sucede que llegás a un punto determinado y mientras estás hablando, notás que a alguien dejó de interesarle. Y si le preguntás, seguramente responda que se debe a que no es creyente o que quizá tiene aversión a distintas historias. Por eso darle ese espacio tampoco está mal, porque se trata de respetar y dejar libertad en la misma vista guiada.

–¿Qué sensaciones quedan al final del día?

–Diría que son indescriptibles. Hace 35 años que guío y siempre me queda una satisfacción que me colma el corazón, porque no hay nadie que no se sorprenda o no se emocione con lo que ve y escucha. Además, uno toma dimensión de la riqueza de su ciudad y el lugar que está mostrando. Es una actividad fascinante y feliz.

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