Una reflexión en época de pandemia.
Las situaciones límites nos ponen frente en una encrucijada. Los caminos parecen decir lo mismo, hasta se parecen en el paisaje, pero son esencialmente distintos. Uno nos conduce a la virtud y otro a su contrapartida, la miseria.
Las grandes catástrofes de la humanidad se superaron con actitudes humanizadoras y heroicas. Los carismas nacidos desde la pastoral de la sanidad saben de esto. En tiempos de la peste negra de Europa, en plena Edad Media, muchos religiosos perdieron la vida, contagiados en el cumplimiento del ministerio de la unción; sabemos también de movimientos religiosos nacidos en la devastación de la guerra. Los corazones inspirados en estos carismas saben que ni en las tragedias más ignominiosas la gracia ni el espíritu pueden acallarse. Ese espíritu es el que responde por Caín, donde está tu hermano, es el que construye caminos de salvación y abre las aguas del Mar Rojo, el que construye Arcas, el que ayuda a cargar la Cruz, siendo extranjero, el que nos hace ser más hombres.
Las mismas situaciones límites nos ponen en un sendero de creatividad, renacen las ideas de superación, las intuiciones de lo novedoso. San Francisco decía: “Hacer primero lo necesario, luego lo posible, y tan pronto estés haciendo esto, estarás haciendo lo imposible”. La creatividad es una declinación de la gratuidad. La vida que se abre paso desde otras fronteras.
Recientemente el Papa Francisco se refirió al Shabat como don, como gratuidad, como el descanso propiciatorio. Hoy la naturaleza pide su Shabat. Como consecuencia del aislamiento que las autoridades de los gobiernos del mundo han dispuesto para los habitantes de sus países vemos respuestas de la naturaleza. Circula en las redes el fenómeno de Venecia, por ejemplo, que muestra hoy agua cada vez más cristalina en sus canales, aparición de peces y hasta cisnes. El Arco Iris del 2020, después del diluvio. Como leemos en la obra de Verdi, el creador que infunde la melodía a la naturaleza, al padecer virtud.
Gratuidad en el Creador, gratuidad en las criaturas, gratuidad en la naturaleza, todo habla de gratuidad.
El mundo es más complejo que lo que se nos presenta. Existen voces que ya calculan las pérdidas de los mercados, las caídas de los PBI de los países, pero se niegan a mirar el valor de lo que no tiene precio.
Quienes pensamos que es posible un mundo mejor, sabemos que la reconstrucción empieza en la periferia, donde la vida es más rústica, menos sofisticada, el lugar donde las relaciones se construyen sin intermediación de intereses.
El mundo que nos espera será un mundo distinto, de ciudades más aplanadas, de caminos menos estrechos, si queremos seguir habitándolo.
*El autor es presidente de la Fundación Charis Argentina.
Escucho a personas sencillas, simples, sin fortunas ni nada que se les parezca; con formación intelectual limitada; que se esfuerzan cotidianamente asegurar, formular o intuir “HACE FALTA QUE SURJA ALGO NUEVO, COMO VAMOS NO EXISTEN POSIBILIDADES”. Me a alegrado escucharlo porque desde hace mucho tiempo experimento que un futuro depende de una transformación paradigmática. Son los sencillos quienes te lo confirman. La vida es el centro del ser, las relaciones con el todo necesitan de gratuidad; el don es lenguaje de la NUEVA CULTURA. Cambiar el sistema de acumulación y competencia por el de la fraternidad y cooperación. En los albores de mi juventud experimentaba ya una conciencia profunda de la cooperación como antagónica a la competición. En el mejor de los sentidos la única competencia justa es el ser cada día mejor que ayer, sin compararme a otros y aportar más y mejor al bien común, estimulados unos a otros en esta dinámica veremos nacer una NUEVA HUMANIDAD surgida de la SABIDURÍA. Cada vez que descartamos, expulsamos o destruimos al/ a los distintos perdemos don y no lo advertimos. Es el sueño, el deseo y la gracia de una NUEVA ERA.