Un camino de piedras

Un camino de piedras

Los caminos de piedra son complejos. Invitan a fijar la atención sobre la diversidad de piedras y su disposición: si están o no firmes, si están lavadas por la lluvia, su textura, lisas o abrasivas.

Cada paso en un camino de piedras nos obliga a discernir el mejor camino posible. Por eso a veces parece que retrocedemos cuando en verdad damos un rodeo para cambiar la perspectiva. Cuando el camino además es en pendiente la situación cambia, tanto en bajada como en subida. Se requieren habilidades distintas. Para subir, el pie adelantado apoya con mayor fuerza, cuando bajamos, el de apoyo permanece firme en la retranca.

Cuando hablamos de la vida como camino la verdadera pregunta es cómo voy a transitarlo. Que sea un camino de piedras es el nombre del camino. Por lo tanto, cuando hablamos de un camino de piedras significa que estamos en el camino correcto. Un escritor del espíritu me enseñó: “El sufrimiento no es vencido por dejar el dolor atrás, es vencido cargando el dolor de los demás”.

La vida de la escuela se asemeja al camino de piedras. No es una mirada pesimista. Es meramente descriptivo. Si se quiere ascender hay que arriesgar, si no está claro qué camino tomar, el rodeo puede cambiar la perspectiva, las historias que brillan al igual que las piedras lavadas por la lluvia, pueden ser bellas para mirar, pero muy resbaladizas.

Hay caminos de piedras que combinados con el resto del paisaje resultan más apacibles. Cuando vamos demasiado rápido nos perdemos los detalles. Recorrerlos en distintos momentos del día hace que parezcan distintos, porque la luz los penetra de manera diversa. Un juego de luces y sombras. Cuando las historias de las niñas y niños nos atraviesan, corremos el riesgo de verlos como un camino de piedras aisladas, pero ampliar la mirada hacia lo que los rodea, nos permite completar la historia. Y eso que vimos de mañana, cambia de noche y viceversa.

Contar con otros que transitaron antes el camino nos previene de los peligros, nos ayuda y lo que parece complejo se hace al menos más sencillo, aunque nada es mejor que la propia experiencia.

Leyendo una experiencia del Padre Lorenzo Milani nos animamos con la directora de la escuela Chiara Lubich a realizar la misma experiencia. Como consecuencia de la pandemia muchos chicos y chicas de la escuela no están alfabetizados a pesar de que se encuentran inscriptos en el curso acorde a su edad. Diseñamos un programa de alfabetización acelerada al que asisten más de treinta alumnos por la tarde, a contra turno. Se sumaron alumnos avanzados que asumieron la responsabilidad de acompañar a sus compañeros. Prepararon materiales, secuencias didácticas, con sus propias palabras y sobre todo con una gran responsabilidad. Cada semana se suman más compañeros que se solidarizan con sus hermanos. Es una pequeña experiencia, apenas unos renglones para contarla, pero si pudiera describir las sensaciones de quienes observamos de afuera lo que sucede, no alcanzaría la vida.

Hace unos días, en ocasión de una actividad propuesta por la maestra, un niño de apenas diez años escribió una carta que nos paralizó. No dimos con la carta de primera mano. Nos llegó porque una vez en la casa, la hermana mayor la encontró en su mochila. La nota daba a entender que no la estaba pasando bien. Por razones obvias no podría dar detalles, pero nos conmovió a todos. Cada niño y niña de la escuela atraviesan muchas piedras. Enormes piedras para vidas tan jóvenes.

Sin embargo, hay momentos en que en el camino de piedras como en la escuela podemos contemplar. Contemplar es abrir el corazón a lo que nos sostiene vivos. Aprender a contemplar en edad temprana genera la posibilidad de afrontar con serenidad las complejidades de la vida. Complejidades que indefectiblemente van a venir. Es fácil apreciar la gratitud como un valor, pero no tan fácil llevarla día a día.

Contemplar significa levantar nuestra mirada a un orden superior que nos desafía estar a su altura. No se trata de una operación del intelecto, apenas de los sentidos. Solo el corazón es lo suficientemente alto y profundo como para captar esta visión. Solo el amor nos pone en la dimensión de la contemplación.

Contemplación une acción y visión. La acción sin visión es activismo, como correr en una cinta sin fin, por su parte, la visión sin acción es pura imaginación, una fantasía, no conduce a nada. A lo largo de la historia de la humanidad los verdaderos contemplativos tuvieron en claro que era necesario hacer. Y simplemente lo hicieron.

Unir visión y acción puede a veces resultar muy arduo, lejos de nuestras fuerzas, por cierto, limitadas. Si acción y visión la tomamos por separado nos puede paralizar. La acción sola puede solamente provocar cansancio. Un cansancio sin sentido. La visión, si me animo a enfrentarla, me puede exigir que siga adelante a pesar de estar cansado.

Que esta oración nos anime a cansarnos con sentido, con el sentido que significa educar.

Foto: Alumnos de la Escuela Chiara Lubich contemplan la lluvia durante el recreo.

  1. Qué bello relato, el desde donde contempló, me parece súper importante.
    Amor compasivo es lo que me inspira… gracias por compartir

    Reply

Deja un comentario

No publicaremos tu direcci贸n de correo.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.