Cuenta con el “permiso” de la Casa Blanca y si alguien no está de acuerdo deberá enfrentar los aranceles que Trump aplica a su gusto. Así va el mundo.
En el silencio más estruendoso posible, Turquía se prepara para invadir militarmente un sector de un estado soberano, Siria, para llevar a cabo operaciones militares en modo totalmente ilegal y violando por completo el derecho internacional y el estatuto de la ONU, da la que es parte. No solo, sino que Turquía es parte de la OTAN, la alianza occidental que abarca desde Estados Unidos, a la gran parte de los países europeos. No solo, sino que la Casa Blanca ha dado el visto bueno a la operación, al punto que las tropas del Pentágono se están retirando del norte de Siria para facilitar la “tarea”.
¿Cómo es posible? La franja de seguridad que Turquía pretende asegurar es ancha unos 30/35 km y larga unos 480 km. En esa zona, la minoría kurda de Siria ha luchado contra el Estado Islámico a través de sus milicias del YPG. Hemos conocido algo de sus hazañas por la presencia abundante de mujeres en estos grupos armados, que defienden la zona conocida como Rojava, un experimento democrático y comunitario que los kurdos llevan a cabo desde hace mucho tiempo, y en el que – prácticamente único lugar en Medio Oriente- la mujer goza de condiciones de igualad. Sin embargo, Turquía ve al YPG y a los kurdos sirios en general una continuación del partido kurdo turco que es combatido con cualquier medio por el gobierno de Ankara.
El YPG fue clave para la derrota del Isis en el norte de Siria y ha recibido el apoyo de la Casa Blanca en el momento en que las “papas quemaban” – como muchas otras veces ha ocurrido en la historia-. Sin embargo, como también ocurrió en el pasado, ahora han sido dejados a su destino por el acuerdo entre Trump y el presidente turco Erdogan. Mientras tanto, tímidos y temerosos de tener que vérselas con los aranceles que Trump aplica a productos extranjeros a su gusto y placer, el resto de los aliados de la OTAN callan y no oponen una sola objeción al hecho que un país – que además aspira integrar la Unión Europea- viole todos los estándares del derecho internacional al atacar militarmente a otro país soberano sin que haya existido algún episodio de hostilidad. Un caso más doble rasero aplicado sin el menor escrúpulo. Turquía se ha hecho cargo de 3,6 millones de prófugos sirios desde 2011, cuando estalló la guerra. Y, por lo visto, aunque Europa pagó ese “cuidado” con varios miles de millones de euros, eso es suficiente para que Turquía decida sobre el bien y sobre el mal de Siria.
Por su parte, el gobierno sirio, que ha ganado la guerra contra sus invasores, los guerrilleros así llamados “moderados”, está más bien preocupado por liberarse de los grupos terroristas, entre ellos el Isis, concentrados en la región de Idlib, y no parece demasiado dispuesto a abrir un nuevo frente.
De todos modos, hay negociaciones en curso a las que participan Rusia e Irán, aliados de Siria, y Turquía. Las próximas horas serán claves para saber si el otoño boreal tiene previsto un nuevo conflicto o si será posible encontrar una solución que no signifique un nuevo atropello contra los kurdos. Atada de manos por los mandamases del escenario internacional, la ONU calla y, quizás, se prepara para una nueva emergencia humanitaria, para luego ser acusada de ser una entidad por completo inútil y necesitado de una reforma profunda.