La gente salió masivamente a la calle, más que para defender la democracia renga del presidente Erdogan, para evitar que sean los militares los que determinen la legitimidad de las instituciones.
Leo en Facebook un post irónico sobre el golpe de Estado fallido en Turquía: “Fracasó el golpe, la vida regresa a la normalidad en el país: se cierran diarios y sitios web, se reprimen los curdos, se contrabandea el petróleo del Isis”. No se está muy lejos de la realidad. Ante la purga desatada por el presidente Erdogan, quien habla incluso de pena de muerte, ahora las cancillerías europeas comienzan a preocuparse por una ulterior ola represiva.
El episodio confirmó lo que desde hace meses se señalaba: el Gobierno turco navega las aguas peligrosas del autoritarismo, lo que tarde o temprano podría generar una situación de conmoción interna. La tolerancia que Europa está mostrando con este país, que ambiciona ingresar en su bloque, se explica sólo por la poca estatura de sus líderes y por la permanente crisis desatada en el cercano Oriente.
¿Qué pasó? En ausencia de otros factores que den una mejor explicación de un hecho, Guillermo de Ockahm sugería utilizar las más simples. Las teorías sobre el fracasado levantamiento militar son muchas, algunos han visto un intento de autogolpe, otros sospechan de una mano estadounidense (¡y cuándo no!), pero lo más probable es que se haya tratado de un ejemplo –lamentablemente trágico debido al número de víctimas– de pésima organización y de mala planificación. El sector militar que ha intentado hacerse con el poder ha desconocido la existencia de redes sociales y una extendida red de canales privados de televisión haciendo que los sublevados perdieran de inmediato la batalla por el control de la comunicación. Todo indica que una mayoría de oficiales intermedios ha utilizado las tropas como mano de obra, y que la reacción de los mandos altos ha incidido en el fracaso.
La gente salió a la calle. Otro hecho decisivo. Convocada desde los medios masivos de comunicación social y desde los minaretes.
Es difícil decir que la población haya salido a defender la democracia, pues la de Erdogan dista mucho de serlo. Pero sin duda los turcos han preferido evitar la aventura de que sean los militares los que tengan que determinar la legitimidad de las instituciones del país. Dentro del delicado contexto de este país, ha sido un resultado positivo.