El presidente estadounidense ha firmado acuerdos comerciales por más de 400 mil millones de dólares con Arabia Saudita, un país involucrado con la violación de derechos humanos, con conflictos y con el terrorismo.
La elección de Donald Trump es clara. Arabia Saudita vuelve a ser un socio estratégico en Medio Oriente. Si su predecesor, Barack Obama, le dio una chance a Irán para volver a insertarse en la comunidad internacional – que el país persa aprovechó demostrando además que lo de su programa nuclear era más un cuco que otra cosa –, el actual inquilino de la Casa Blanca volvió al pragmatismo de la era Bush, cuando antes de declarar a los talibán de Afganistán como enemigos en el Departamento de Estado se afirmaba que “se podían hacer negocios” con ellos.
El presidente de Estados Unidos ha impulsado acuerdos comerciales por 300.000 millones de dólares más la venta de armamentos por otros 100.000 millones. Las sombras sobre el gobierno saudita son imposibles de ocultar ni siquiera con el mejor de los eufemismos: es uno de los países donde más se violan los derechos humanos. Sus fuerzas armadas participan de conflictos violentos y sangrientos, como en Yemen, y apoyan (o fingen luchar contra) el Isis en Siria. Desde la península arábica se difunde en el mundo islámico un mensaje fundamentalista que, a menudo, se transforma en el móvil pseudo religioso de grupos terroristas que atemorizan en decenas de países. Por mucho, mucho menos, Irán fue aislado, sancionado y acorralado políticamente.
Pero para Donald Trump y su peculiar visión del mundo, la política es esencialmente la continuación de los negocios, con otros medios. Esto ya no es realismo, sino lisa y llanamente la vulgarización de la política puesta al servicio de los mercados… Una cosa es que la política alimente las oportunidades de progreso y desarrollo, la creación de riqueza. Otra cosa es que sirva los mercados, más allá de toda valoración ética.
No es una elección sabia, pues se sigue empobreciendo el ámbito de construcción de una convivencia pacífica.
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