Trump, la tv y la verdad

Trump, la tv y la verdad

Saber cómo influir en la opinión pública no necesariamente coincide con afirmar algo que es cierto.

En estas semanas de noticias sobre decisiones del presidente de los Estados Unidos que provocan revuelo dentro y fuera del país, una y otra vez, regresa a mi memoria una escena de una vieja película hollywoodense sobre la relación entre política, medios de comunicación y opinión pública. Desde la Casa Blanca un experto en “operativos políticos” está tratando de desviar la atención pública sobre la conducta escandalosa del presidente generando hechos como un eventual conflicto armado con Albania, cuando por error alguien afirma ante las cámaras de televisión algo que no debía decir. El gabinete de crisis está analizando el tema y una colaboradora, asombrada por tanta preocupación, señala: “¿Cuál es el problema?, pues no es cierto lo que se dijo”. El operador político no tiene dudas: “Lo dijo la tv, ¡es verdad!”.

Si algo sabe Donald Trump es de televisión, que conoce desde adentro por su actividad de showman, conductor de reality show. Podremos discutir el modo y los contenidos de cómo se forma hoy la opinión pública, pero que el presidente estadounidense sepa usarlos no caben dudas.

Su éxito electoral se explica también por su capacidad de dominar el medio televisivo y la comprensión de que entre sus electores tiene mucha llegada la imagen de líder decidido, que espeta sin medias tintas lo que piensa, dispuesto a “patear traseros” donde sea necesario. Los críticos de su discurso han señalado con abundancia su capacidad para negar lo que afirmó anteriormente, hasta los hechos comprobados. Decir algo en televisión siguiendo las pautas de la imagen que el público prefiere, aunque no sea cierto lo que diga, tiene un efecto arrastre imponente, y se impone.

Una demostración al respecto son sus afirmaciones acerca del impacto de la inmigración latina y, en especial, mexicana a los Estados Unidos. Durante la campaña, Trump utilizó la imagen que tiene la gran parte de la opinión pública de su país de los inmigrantes: arrasan con los puestos de trabajo, en especial en el sector manufacturero, deprimen el mercado laboral en especial el mercado de baja calificación, son un peso para el Estado porque usan del servicio público de salud, incrementan la delincuencia en el país. Es sobre la base de estas teorías, que son viejas, compartidas en todo o en parte por el 70 por ciento de sus conciudadanos, que Trump puso en marcha restricciones al ingreso de latinos, deportaciones, mayores controles, y la ampliación del polémico muro en la frontera con México.

Sin embargo, cuando se analizan estudios concluyentes sobre el fenómeno migratorio en los Estados Unidos, las conclusiones desmienten punto por punto las afirmaciones del presidente quitándole todo fundamento. Un importante número de investigadores y universidades del país, señalan primero que es irrelevante la cantidad de trabajadores mexicanos en el sector manufacturero, donde representan apenas el 6% del empleo. No hay indicio de que le quiten trabajo a los nativos o que depriman los salarios. Siendo los más dispuestos a cambiar de zona de residencia, incluso mejoran las chances para los trabajadores más calificados. Además, es la comunidad que menos recurre al sistema público de salud. Las ciudades fronterizas con más alta concentración de mexicanos son las que experimentan las más bajas tasas de criminalidad del país. Los migrantes, en general, se revelan en todo el país como los más respetuosos de la ley y no hay ningún estudio en condición de vincular el incremento del delito (que además disminuye) con el aumento de inmigrantes latinos. Es decir, se trata de mitos o, más directamente, prejuicios.

Sin embargo, Trump no ha dudado en utilizarlos. Desconozco si sabe o no que se trata de teorías no fundadas. La apreciación que suscita su forma de ejercer el poder –puesto que renunciamos a la idea de que carezca de asesores competentes– es que la verdad que busca el presidente no es la de los hechos reales, sino la que él considera que sea tal. Y por esa razón hace sus afirmaciones recurriendo al impacto mediático: lo dijo la tv, ¡es cierto!

El peligroso callejón que el presidente de los Estados Unidos ha embocado en su vida es el del fin que justifica los medios. Un método que no suele conducir a nada bueno. Por cierto, no es el primero que lo hace. Sus predecesores también han recurrido a este principio, pero lo hicieron pudorosa y sigilosamente, a sabiendas de que era algo que reñía con la ética. Trump, en cambio, parece convencido de que la verdad es lo que él diga. Y eso daña los fundamentos de una democracia en la que no parece creer y la transforma en una pulseada. El sistema democrático de los Estados Unidos se enfrenta a un reto notable.

 

Para más información suscribite a digital.ciudadnueva.com.ar o a la versión papel en ciudadnueva.org.ar/revista/suscripciones.

  1. Muy bueno el artículo de Alberto Barlocci. Para difundir y crear conciencia. Gracias.

    Reply
  2. horacio bottino 17 febrero, 2017, 21:27

    Me parece que tenemos que rezar por ee uu.Thomas Merton Doroty Day Madre Angelica intercedan ante Dios por ee uu.

    Reply

Deja un comentario

No publicaremos tu direcci贸n de correo.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.