Terremotos, inundaciones, catástrofes: ¿Dios nos castiga?

Terremotos, inundaciones, catástrofes: ¿Dios nos castiga?

En Perú un supuesto pastor invoca el castigo divino ante las inundaciones que han arrasado parte del país. Este dios juez está muy lejos del Dios Amor del que habla la Escritura.

Ante los efectos de las intensas lluvias que en Perú han provocado 78 muertos, 20 desaparecidos, cientos de heridos y graves daños a las viviendas y la infraestructura civil, un pastor evangélico no tuvo mejor idea que calificar este drama como un castigo divino motivado por las ideas de igualdad de género.

Por lo general, ideas tan peregrinas albergan en personas que muy poco conocen de la Escritura a la que apelan y a seguidores que de ello tengan todavía menos conocimientos. De haber leído con atención la Escritura hubieran conocido la gratuidad del amor de Dios que es esencialmente misericordia, más que un juez implacable que castiga al por mayor, a pecadores e inocentes. Habrían aprendido a no leer los textos sagrados fuera de su contexto y, como ha hecho el pueblo judío en su sabiduría milenaria, hubieran extraído el sentido de sus enseñanzas.

Habrían asimilado que la médula de la Palabra bíblica está en ese “Dios es Amor” ilustrado por Juan y sintetizado por Jesús en el doble mandato de amar a Dios por sobre todas las cosas y el amar al prójimo como a sí mismo. Habrían leído por cierto de la “ira” de Dios en varios fragmentos, de los castigos, del rol de juez que a menudo impersonifica según los escritores bíblicos, pero también habría distinguido en el proceso de comprensión de sus palabras y de la pedagogía divina para con la humanidad que lo que prevalece es siempre el perdón, es decir el don gratuito de amor. Incluso el  terrible fratricidio cometido por Caín, si bien tiene una condena, también tiene un gesto de misericordia para que al asesino se le preserve la vida. Ese gesto se magnifica con la llegada de Jesús que se hace hombre precisamente para mostrarnos el camino para la salvación.

Un camino que pasa por perdonar hasta los enemigos, por un amor sin fronteras como el del samaritano, y sin condiciones como el del padre del hijo pródigo y que, en todo caso, culmina no castigando a los malos, sino dando la vida por los amigos.

Definitivamente, el Dios del Amor, no tiene nada que ver con el dios-juez del castigo.

 

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