El presidente de Brasil no pudo llevar a cabo el proyecto para reducir el costo del sistema de previsión social.
El presidente de Brasil, Michel Temer, ha renunciado a llevar adelante el proyecto de reforma del sistema de jubilación. Las resistencias encontradas y la dificultad para conseguir apoyos en el Congreso para modificar la norma constitucional han tumbado su propósito de llevar a cabo una reforma que, según él, habría sido el orgullo de su gestión.
El sistema jubilatorio brasileño es sin duda muy caro e insume el 12% del PBI y cuenta con grandes privilegios, entre ellos los de los funcionarios públicos como el propio Temer, que ya dispone de una jubilación de 6.800 dólares desde que cumplió los 58 años.
El intento de reforma de Temer apostaba a elevar la edad mínima para jubilarse a los 65 años para los hombres y los 62 para las mujeres. Eso habría sin duda sido un problema para los más pobres, que tienen una menor esperanza de vida.
Pero el problema de una reforma tan compleja era la falta de legitimidad del presidente, quien llegó al poder gracias a los programas de izquierda y, debido a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, pudo gobernar imponiendo sus ideas neoliberales. Sostenido por líderes bajo investigación y procesados, Temer ha ido perdiendo numerosos miembros de su Gobierno que involucrados en casos de corrupción.
Su astucia política le permite evitar admitir el fracaso en el intento de reforma. Dispuso una intervención militar en Río de Janeiro, azotada por bandas criminales, y la Constitución dispone que en caso de estado de emergencia no es posible reformar la Carta Magna. En efecto, el tema de la intervención en Río es el gran debate hoy en el país.
Habrá elecciones pronto en el país. Y terminará quizás uno de los mandatos más oscuros en la historia política del país, conseguido gracias a una voltereta política en medio de escándalos por corrupción que han diezmado la cúpula política del país. Será el momento para volver a barajar las cartas y repartirlas de nuevo, con la esperanza de que los líderes políticos hayan aprendido la lección.
¡Aprenda Macri!