Siglo piazzolliano

Siglo piazzolliano

Lo llamaron Astor en homenaje a un violonchelista amigo de su padre, Vicente Piazzolla. Su identidad comenzó el viernes 11 de marzo de 1921, en Mar del Plata cerca de las 2 de la mañana.

Nueva York
Vivió desde los 3 hasta los 16 años en la cautivante Nueva York.

Los años neoyorquinos imprimieron carácter en el joven que devendría músico. Claro, desde el nombre estaba predestinado, y el tozudo Astor se encargó de ir alimentando ese fuego sagrado. Sus rebeldías escolares, la amistad con los primos ítalo-americanos de Nueva Jersey, las pandillas de las que formó parte, sus rechazos al solfeo y sus primeros maestros musicales; o el primer bandoneón de segunda mano, que aprendió a tocar solito. Claro, todo esto matizado con los discos de pasta que sonaban en su casa paterna, donde el tango era un punto que reconectaba a los Piazzolla con su tierra.

Encuentro de dos potencias

Cómo si esto fuera poco, tuvo el inmenso privilegio de conocer a Carlos Gardel en Nueva York a los once años, llevándole una talla de madera que don Vicente confeccionó durante dos noches en las que no durmió. La escultura rezaba: “Para el gran cantor argentino, Carlos Gardel”, y llevaba la firma de Vicente.

Las instrucciones del padre eran precisas: que le entregara la talla al propio Gardel, que le contara que tocaba el bandoneón, y que lo invitara a comer pastas a la casa.

El pequeño Astor le cayó muy bien al Zorzal, le hizo de intérprete en la ciudad, y le explicó cómo debía responderle a sus admiradoras en un “inglés express”. Esta alianza se plasmó cuando Astor actuó como canillita en El día que me quieras.

Hay un detalle no menor de la simbiosis gardeliana de Astor. Luego de partir rumbo a otros países del continente, Gardel le remitió más de un telegrama al joven Astor, para que se les uniera. Los padres y el destino, no permitieron esta conjunción, que habría tenido un triste final en el fatal accidente de Medellín.  El destino tenía reservado algo muy especial para el joven Astor. 

(PDF de la Cámara de diputados bonaerenses)

Etapa Rioplatense

Los Piazzolla regresaron a la Argentina en 1937, y allí arrancó otro período.

Al año siguiente Astor llega a Buenos Aires,  donde fue incorporado a la del bandoneonista Aníbal Troilo, que se había constituido en 1937 y jugó un papel trascendental en el apogeo del tango en los dos decenios siguientes. Además de bandoneón de fila, Astor fue allí arreglador y ocasional pianista, en apurado reemplazo de Orlando Gogni. Troilo prohijó a Piazzolla, pero también recortó su vuelo para ceñirlo a los límites de su estilo, que no debía trasponer la capacidad del oído popular.

El ímpetu renovador de Astor comenzó a desplegarse en 1944, cuando abandonó a Troilo para dirigir la orquesta que debía acompañar al cantor Francisco Fiorentino. Aquella fue la extraordinaria conjunción de un vocalista enormemente popular y un músico de talento único. Quedaron de ese binomio 24 temas grabados, con versiones descollantes (los tangos “Nos encontramos al pasar”, “Viejo ciego” y “Volvió una noche”, entre otros). La serie incluye los dos primeros instrumentales registrados por Piazzolla: los tangos “La chiflada” y “Color de rosa”.

En los primeros años ’50 Piazzolla dudó entre el bandoneón y el piano, y pensó volcarse a la música clásica, en la que ya venía incursionando como compositor. Con esas ideas se trasladó en 1954 a Francia, becado por el Conservatorio de París, pero la musicóloga Nadia Boulanger lo persuadió de desarrollar su arte a partir de lo que le era más propio: el tango y el bandoneón. Allí graba en 1955, con las cuerdas de la Orquesta de la Opera de París, Martial Solal al piano y él mismo en bandoneón, 16 temas, todos suyos salvo dos. Aquello fue un nuevo torrente de asombrosa melopea, con tangos como “Nonino” (antecedente del célebre “Adiós, Nonino”, emocionada despedida a la muerte de su padre), “Marrón y azul”, “Chau, París”, “Bandó”, “Picasso” y otros.

La Orquesta Astor Piazzolla

De regreso en la Argentina, Piazzolla se desplegaría en dos direcciones. Por un lado, la orquesta de bandoneón y cuerdas, con la que dio a conocer una nueva generación de tangos suyos, de actitud ya rupturista, como “Tres minutos con la realidad”, “Tango del ángel” y “Melancólico Buenos Aires”. Su repertorio incluía por entonces también tangos tradicionales releídos y otros más actuales de diferentes músicos, como “Negracha” (Pugliese), “Del bajo fondo” (José y Osvaldo Tarantino) o “Vanguardista” (José Bragato). La orquesta contaba con el cantor Jorge Sobral, ya que Astor quería extender al tango canción su propuesta renovadora.

La otra gran empresa de Piazzolla en esa época fue la creación del Octeto Buenos Aires, en el que reunió a ejecutantes de gran nivel y con el cual subvirtió todo lo conocido en tango hasta entonces. Hay quienes juzgan a ese Octeto como el cénit artístico de toda su carrera. Aquel conjunto, que grabó sólo dos long-plays medianos, se dedicó sobre todo a reinterpretar grandes tangos tradicionales, como “El Marne”, “Los mareados”, “Mi refugio” o “Arrabal”.

Piazzolla valoraba a músicos como Horacio Salgán, Atilio Stampone y Leopoldo Federico. Pero no podía escribir ni sentir como ellos por no poder ni querer imitarlos. Y en cuanto a lo que se decía acerca de que empleaba ritmos y armonías modernas en sus tangos, sencillamente aclaraba que se trataba del “nuevo tango” y que no sería un error vaticinar que eso que hacía en ese momento, en un futuro no muy lejano, habría de ser calificado de antiguo.

Astor fue un músico universal que necesitaba concentrarse en el lenguaje de Buenos Aires. Cuanto más local era, más universal se hacía. Se jugó e innovó incorporando el sonido de la guitarra eléctrica. 

Su posición sobre el escenario, tocando el bandoneón de pie, daba cuenta de un estilo. Su caracter universal, fue evidente en su acercamiento del NT a la bossa nova, testigo de esto fue su amistad con Vinicius de Moraes e infinidad de encuentros entre músicos de ambos países. 

En los comienzos de los años cincuenta, el inquieto escritor Albino Gómez junto a varios amigos, consideraban a Astor Piazzolla un equivalente de George Gershwin porque, estaba creando una gran música a partir de las raíces populares de la ciudad. Se estaba forjando el Nuevo Tango, Astor conmocionó las estructuras del viejo género y su resonancia le dió otra proyección a nivel mundial al 2×4. Esto sin olvidar que su lucha fue en absoluta soledad y le demandó la vida entera.

Celebramos su vida, e invitamos a seguir escuchando su prolífica obra.
Al gran Piazzolla argentino: chapeau!

Fuentes:

https://intranet.hcdiputados-ba.gov.ar/proyectos/20-21D5111012021-02-2612-58-52.pdf

https://www.lanacion.com.ar/opinion/astor-piazzolla-un-gershwin-argentino-nid2024787/

https://web.archive.org/web/20060822002315/http://www.todotango.com/spanish/creadores/apiazzolla.html

Strega E, Bossanova y nuevo tango: una historia de Vinicius a Astor, Buenos Aires: Corregidor, 2009. 

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