
La Casa Blanca reconoce que hay problemas con los norcoreanos y culpan a China. En realidad, el acuerdo no tiene una hoja de ruta, ni fechas.
El acuerdo de desnuclearización y pacificación de la península de Corea tiene dificultades. Y eso cualquiera con un mínimo de conocimientos al respecto lo podía prever, pues ni el presidente Donald Trump ni su par norcoreano, Kim Jong-un tienen antecedentes de previsibilidad y de posturas racionales. Por otra parte, lo que acordaron, sin la previa labor de expertos que analizaran la situación y elaboraran una hoja de ruta, es una serie de genéricas intenciones con el claro objetivo de mostrar un éxito político, más que definir un acuerdo. Este miércoles las dificultades para avanzar fueron admitidas en Washington. La semana pasada el presidente Trump suspendió el viaje del secretario de Estado, Mike Pompeo, a la capital de Corea del Norte, Pyongyang, debido a los escasos avances en el proceso y ayer volvió a incidir en las dificultades, señalando directamente a China.
Trump acusa al régimen de Xi Jinping de torpedear la transición como mecanismo de presión en la guerra comercial que Washington y Pekín están librando. El mandatario estadounidense acusó además a Pekín de ignorar los embargos al régimen de Kim Jong-un proporcionando a Corea del Norte “una ayuda considerable, incluyendo dinero, combustible, fertilizantes y otras materias primas. ¡Eso no ayuda!”. Lejos está el mandatario norteamericano de preguntarse las razones por las que China no debería tener trato comercial con sus vecinos norcoreanos y obedecer a la política de la Casa Blanca. Fiel a su estilo, el presidente estadounidense, volvió a mostrar los músculos, amenazando de retomar los ejercicios militares en península junto con Japón y Corea del Sur, que había suspendido como gesto de concesión para facilitar el proceso. Si los reactiva, advirtió que serán “mayores que nunca”.
El tema es que, para hacerle un favor a sus aliados sauditas y a Israel, Trump anunció el retiro de su país del acuerdo asumido con Irán acerca del desmantelamiento de su programa nuclear, además firmado y monitoreado por los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania. Un acuerdo supervisado por la agencia de la ONU sobre armas nucleares y que estaba funcionando con normalidad, lo cual bajaba la tensión – siempre alta – en Medio Oriente, fuente de conflictos. Y a la vez, avanzó solo y sin conocimientos técnicos en un acuerdo con Kim Jong-un con base en su propia capacidad intuitiva. “En dos minutos”, alardeó Trump en su momento, se daría cuenta si su líder norcoreano era o no confiable. Hoy el acuerdo alcanzado “intuitivamente”, no tiene fechas, no tiene hoja de ruta, no tiene avances y puede transformarse en un estruendoso fracaso. Son las incoherencias de un magnate con pocos conocimientos políticos y mucha autoestima.
Los únicos tantos, en este juego, los han marcado las dos Coreas que han ido normalizando y pacificando sus relaciones. Pero, providencialmente, en esto Trump tuvo poco que ver.