El conjunto millonario venció a Boca 3 a 1 en el Santiago Bernabeu y obtuvo su cuarta Copa Libertadores.
Los violentos acontecimientos de hace 15 días provocaron la triste paradoja que la Copa Libertadores de América se jugara precisamente en la tierra de quienes habían conquistado el continente más de cinco siglos atrás. Hechos que tuvieron que ver más con las mafias que manejan el fútbol que con la sociedad que sufre y goza con este deporte, lo cierto es que lo que tendría que haber sido una fiesta en el estadio Monumental debió mudarse a Madrid y entonces sí poder disfrutarse del partido más importante de la historia para River y Boca.
Y el encuentro justamente estuvo a la altura de una final que quedará grabada para siempre. Por la previa antes mencionada, por el contexto, el desarrollo y el final.
Claro que quienes le pondrán año a año un resaltador al 9 de diciembre serán los hinchas riverplatenses. No es para menos. Obtener el torneo más codiciado por los equipos de América y hacerlo ante su archirival forma parte de los sueños más grandes que cualquier hincha pueda tener.
No sólo eso, este título vuelve a ratificar una vez más –como si hubiera hecho falta– que Marcelo Gallardo le ha devuelto la identidad a River. Desde que el Muñeco tomó la dirección técnica del equipo en 2014, el conjunto millonario se ha acostumbrado a ganarle a Boca y cosechar estrellas por doquier: 2 Copas Libertadores (2015 y 2018), 1 Copa Sudamericana (2014), 2 Recopas Sudamericanas (2015 y 2016), 1 Copa Suruga Bank (2015), 2 Copas Argentinas (2016 y 2017) y 1 Supercopa Argentina (2018). De esos nueve trofeos, seis son internacionales y ya todos los suben a lo más alto del podio de entrenadores del club, por encima de un tal Ángel Labruna.
Todos los logros han tenido un sello inconfundible. Un estilo definido. River se ha fortalecido con incorporaciones pero sobre todo con jugadores surgidos del club. Gallardo ha sabido amalgamar cada elemento, le dio forma y creó un súper equipo afirmado en la humildad, el esfuerzo, la valentía y la resiliencia, y que ahora sueña con coronar el ciclo con la obtención del Mundial de Clubes que comienza esta semana en Emiratos Árabes y donde River debutará el próximo martes 18.
En lo que refiere estrictamente a lo deportivo, en estos 210 minutos de fútbol (90 del partido de ida y 120 del encuentro en Madrid), River estuvo tres veces abajo en el marcador y siempre logró sobreponerse, con autoridad, fútbol, confianza en el poder colectivo y aparición de sus individualidades en los momentos clave. De esa manera mostró su superioridad y ante los ojos del mundo plantó bien alto su bandera para gritar fuerte que el conquistador de América, otra vez, tiene una banda roja que le cruza el alma.
Hubiese tenido que ser una fiesta toda argentina, pero no se pudo por algunos pocos y por la poca transparencia de la dirigencia. Una lástima, pero felicitaciones a los campeones.