River cumplió con su tradición de los últimos años

River cumplió con su tradición de los últimos años

Una vez más el equipo de Marcelo Gallardo eliminó a Boca de un certamen internacional y es finalista de la Copa Libertadores.

De 2014 para acá ya se ha vuelto una costumbre para los hinchas de River festejar en los cruces frente a su eterno rival. La fecha no es caprichosa, coincide con la llegada de Marcelo Gallardo como entrenador del conjunto de Núñez. A partir de allí, el Millonario recuperó su identidad después del trago amargo del descenso, creció en su autoestima y con una confianza que se incrementa con el paso de los años, más allá de los cambios que pueda haber en el plantel, avanza en los torneos internacionales superando cualquier tipo de dificultad.

Y Boca es quien lo ha padecido sobremanera. Con Gallardo en el banco, River se ha consagrado en la Copa Sudamericana (2014), Recopa Sudamericana (2015, 2016 y 2019), Copa Libertadores (2015 y 2018) y Copa Suruga Bank (2015). En todos estos certámenes, disputados con formato de choques directos (entran en esta estadística las dos Copas Argentina y la Supercopa Argentina), River ha sacado lo mejor de sí. Y en reiteradas ocasiones, los Xeneizes se han cruzado en el camino sin poder doblegar a un equipo que se fortalece en las difíciles. El hito máximo sin dudas fue la final de la Copa Libertadores del año pasado, disputada en Madrid, en un hecho que quedará grabado a fuego en ambas parcialidades.

Estos antecedentes juegan permanentemente en la cabeza de unos y otros, si bien cada partido es distinto y en cada certamen se renuevan las esperanzas. Pareciera que River infla el pecho cuando sabe que se cruzará con Boca.  En cambio, de la vereda de enfrente, el efecto parece ser el contrario. Y ésta vez no fue la excepción.

Si bien en la noche de este martes en la Bombonera Boca estuvo cerca de igualar la serie y forzar la definición por penales, cabe señalar lo que destacó Gallardo en conferencia de prensa. Estos cruces se ganan con inteligencia, son partidos de 180 minutos, y River supo sacar una ventaja en la ida que le permitió, incluso, desprenderse de su verdadera vocación de ataque en la revancha para sostener la posible arremetida que podía proponer Boca en la desesperación por dar vuelta la historia.

El 1 a 0 no le alcanzó a los Xeneizes. Sólo quedó el lamento por haber desperdiciado los primeros 90 minutos y ver cómo su eterno rival volverá a protagonizar una final continental. Esta vez a River le tocó silenciar a una Bombonera repleta de hinchas que esperan que esta pesadilla termine de una vez y que despidieron a su equipo con aplausos y en paz, más allá de la frustración. Un dato no menor ante tanto presagio de violencia. El superclásico puede y debe seguir siendo una verdadera fiesta: gane quien gane, se juegue donde se juegue.

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