Es el título de la intervención de la presidente de los Focolares, Maria Voce, en la UNESCO, en París, al celebrarse el 20° aniversario del premio por la Educación a la Paz, otorgado a Chiara Lubich.
«Actualmente la historia nos presenta de manera apremiante la imagen de un mundo lacerado por conflictos de todo tipo, por muros que se levantan, emigrantes y prófugos que huyen de la miseria y de la guerra, egoísmos políticos que se enfrentan -sin tener en cuenta- las recaídas humanas».
Así describe Maria Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, el escenario mundial actual, en una intervención que, por la imposibilidad de estar presente, ha sido leído por Catherine Belzung.
Escenario sintetizado por el Papa Francisco –recuerda la presidente– «en la expresión “tercera guerra mundial a pedazos”. Una violencia poco convencional, omnipresente y dominante, difícil de combatir con los instrumentos utilizados hasta ahora. […] Son conflictos que pueden ser resueltos únicamente con un compromiso conjunto, no sólo de la comunidad internacional, sino también de la comunidad humana mundial. Nadie puede sentirse excluido de esta acción, que tiene que estar presente en nuestras calles, en los lugares de trabajo, en la educación y en la formación, en el deporte y en el ocio, en las comunicaciones y en el culto. A una “guerra mundial a pedazos” hay que responder con una paz mundial realizada también “a pequeños pedazos”, con pequeños pasos, con gestos concretos. Todos tienen una función, cada uno tiene una responsabilidad».
Maria Voce subraya el compromiso de las organizaciones internacionales, de la sociedad civil, de asociaciones y Movimientos. Como el que ella misma representa y que alude a la experiencia de más de setenta años de trabajo por la unidad y la paz iniciado por Chiara Lubich y llevado adelante en las más distintas encrucijadas del planeta en un diálogo a 360º en el mundo cristiano, con otras religiones y con personas de convicciones no religiosas. Un diálogo «basado en la acogida de las personas, en la comprensión profunda de sus elecciones, de sus ideas, valorando lo bello, lo positivo, lo que podemos tener en común, que puede crear vínculos».
«Es la fraternidad –afirma Maria Voce citando a Chiara Lubich– la que puede hacer florecer proyectos y acciones en todo el tejido político, económico, cultural y social de nuestro mundo. La fraternidad hace salir del aislamiento y abre la puerta del desarrollo a los pueblos que todavía se ven excluidos. La fraternidad indica cómo resolver pacíficamente los conflictos y relega la guerra a los libros de historia. Gracias a la fraternidad vivida se puede soñar e incluso esperar que se dé la comunión de bienes entre países ricos y pobres, ya que hoy día el escandaloso desequilibrio existente en el mundo es una de las causas principales del terrorismo. La profunda necesidad de paz que la Humanidad expresa, muestra que la fraternidad no es sólo un valor, un método, sino un paradigma global de desarrollo político».[1]
«Sobre estas bases –prosigue Maria Voce– es posible reconsiderar la paz, es más, es posible reinventarla». Y enumera ámbitos y signos para ello: ante todo comprometerse a fondo en el diálogo; realizar proyectos políticos que no estén condicionados por intereses de parte; abatir el muro de la indiferencia y reducir las desigualdades; promover una cultura de la legalidad; sentir la importancia de la salvaguardia de lo creado.
«Reinventar la paz significa amar al enemigo […], significa perdonar. El perdón no es contrario a la justicia internacional, sino que ofrece la posibilidad de reanudar las relaciones sobre nuevas bases. […]Para esto es necesaria una profunda operación cultural. Hace falta invertir en cultura y en educación, como recomienda esta Institución. […] Por último, significa amar la patria ajena como la propia, el pueblo, la etnia, la cultura del otro, como propios».
[1] Al prof. Benjamin Barber, Mensaje para la Jornada de la Interdependencia, Filadelfia, 12 septiembre de 2003.