Potenciar lo que parecía perdido

Potenciar lo que parecía perdido

Fundación Yetapá – Esta organización es una de las tantas entidades que trabajan en el desarrollo de un modelo de gestión turística que integra al sector privado, las empresas, las ONG y, fundamentalmente, a los pobladores de los Esteros del Iberá.

El turismo es un motor económico. Pero no lo es solo de las grandes aerolíneas, los resorts de lujo, los restaurantes premiados. El turismo genera beneficios tangibles y relevantes en pequeños productores, artesanos, trabajadores directamente ligados con esos lugares de vacaciones.

Uno de esos lugares donde el turismo está cambiando la realidad de la gente que lo habita son los Esteros del Iberá. Este extenso humedal ubicado en el corazón de Corrientes es uno de los lugares de la Argentina con la mayor biodiversidad. En paisajes de ensueño, donde el agua y el cielo se funden regalando amaneceres y atardeceres únicos, las flores llenan de color los árboles y los animales aparecen por doquier. Carpinchos, tapires, ciervos de los pantanos, venados de las pampas, ñandúes, osos hormigueros, yacarés e infinidad de pájaros conviven en un ecosistema privilegiado.

El Gran Parque Iberá concentra las áreas protegidas del parque provincial y del parque nacional alrededor de los esteros. Parte de esos terrenos fueron donados por privados, como el fallecido filántropo estadounidense Douglas Tompkins, quien compró a través de su fundación Conservation Land Trust (CLT) y luego entregó al Estado nacional miles de hectáreas para crear un parque nacional y desarrolló un proyecto de reintroducción de especies extintas. Al Parque Iberá se puede llegar a través de siete accesos (llamados portales). Son 750.000 hectáreas rodeadas por 20 municipios en las que viven 200.000 personas.

Para la mayoría de esa gente, entender el valor del recurso turístico de su tierra fue un trabajo de aprendizaje. Luego de décadas y décadas de pensar que lo de afuera es lo mejor, muchos ni siquiera podían registrar que, a los de afuera, justamente les interesa lo que ellos tienen para ofrecer. Esa naturaleza espectacular y su propia cultura. Para cambiar esto, en la zona comenzó a desarrollarse un modelo de gestión turística notable, que integra al sector privado, las empresas, las ONG y, fundamentalmente, a los pobladores.

Una de las entidades más activas en su impulso es Yetapá. Su nombre es el de un pájaro y su presidenta, María Balestrini, formada en Economía y que venía trabajando en Turismo en la gestión pública, cuenta que la fundación surgió justamente cuando detectaron que el Estado no podía llegar a darles el acompañamiento que esos pobladores necesitaban para desarrollarse como prestadores de servicios turísticos. Así nació la ONG, con una primera experiencia exitosa en Concepción del Yaguareté Corá, y luego avanzando en otros poblados de la zona.

María cuenta que en las primeras reuniones que tenían con los vecinos “eran un poco incrédulos. Hacíamos talleres comunitarios para mostrarles los activos de sus pueblos, su riqueza cultural y arquitectónica. No creían que alguien fuera a pagar por eso”.

Empezaron con charlas de capacitación y siguieron con talleres para ver qué podía ofrecer cada uno de ellos a los turistas. Todos los que se sentían de alguna manera anfitriones participaban de clases teóricas y prácticas de cómo relacionarse con el público (por ejemplo, cómo tender una cama o poner una mesa). Luego eligieron cinco casas de familia y con un arquitecto las ayudaron a poner en valor, respetando la identidad local. A medida que fueron sumándose más emprendedores y creciendo, también los ayudaron a acceder a algún tipo de fondo económico.

Pasaron seis años y, de a poco, el cambio fue notorio. “Empezaron a ver que tienen un ingreso y que, sobre todos los jóvenes, ya no tienen que migrar. Se han empezado a quedar y a comprometer, y es realmente impresionante la transformación. El ibereño es una persona callada: pensamos que le iba a costar mucho hablar con los visitantes y sin embargo, a su manera se comunica y disfruta de esa comunicación”, explica.

Las posibilidades productivas vinculadas con el turismo para los pobladores de los esteros son muchas. Trabajar en las posadas, ser guías turísticos, acompañar en los paseos en lancha, canoa o botador (un remo para manejar la lancha en la zona donde el agua es baja) o en las cabalgatas, producir artesanías, dulces y conservas, y hasta abrirles sus casas como alojamiento o para brindarles servicios gastronómicos son algunas de las más frecuentes.

Justamente la gastronomía es una de las experiencias más exitosas. Junto con CLT y el INTA, Yetapá impulsó la creación de la Red de Cocineros del Iberá, que reúne a 54 cocineras y 10 cocineros populares. Preparan recetas como el chipa, el mbeyú o el kiveve y le aportan al turismo un valor que solo es posible conseguir allí: platos tradicionales preparados con producto local.

“La gastronomía tiene un gran potencial como valor turístico. A raíz de lo que estamos haciendo en Iberá surgió una revalorización en toda la provincia. En todos los pueblos hay mucha sabiduría y comida típica, pero no estaba puesto en valor para que lo consuma el turista. Eso logró Cocineros del Iberá”, destaca Balestrini.

Yetapá trabaja de manera coordinada con los municipios. Eligieron siete (los de acceso a los portales) que no tenían ningún perfil marcado de actividad económica y registraban los índices de desarrollo humano más bajo de la provincia y los impulsaron como municipios turísticos. En Concepción, el caso piloto, promovieron la creación del Consejo Municipal del Turismo, un órgano en el que participan todos los actores para establecer políticas y reglamentaciones. “Es un modelo que hay que replicar en todos los portales. No se puede desarrollar un destino turístico sin la institucionalización necesaria para regularlo y controlarlo”, plantea la presidenta de la fundación.

Todas estas herramientas, asegura, contribuyen a construir un destino. Iberá viene creciendo de manera sostenida, siempre en el contexto de un turismo de naturaleza, que no es masivo, pero sí respetuoso. “En los últimos cinco años, desde que se posicionó esta política de Estado, pasamos de tener 30.000 turistas anuales a 45.000. La meta en los próximos 10 años son 250.000. Parece poco, pero para una región en la que hay que proteger el ecosistema es muchísimo”, aclara.

Para Balestrini, Iberá tiene una característica única: la historia que cuenta. “Es un destino de naturaleza increíble que casi lo perdemos. Estuvo a punto de la defaunación en 1983, cuando el Estado todavía no lo había protegido y por la caza furtiva se había perdido toda la fauna más emblemática que hoy se está reintroduciendo: hasta se puede llegar a tener el yaguareté, que es el último eslabón que falta para recuperar totalmente el ecosistema. Podés encontrar otros lugares con tanta flora y fauna en el Litoral. Pero ninguno que tenga una historia en la que el hombre se dio cuenta de que podía perderlo todo y empezó a trabajar para recuperarlo”, sintetiza María la gran enseñanza de los esteros ·

Más información: www.fundacionyetapa.org

Nota: Artículo publicado en la edición Nº 605 de la revista Ciudad Nueva.

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