Nuevas formas de solidaridad

Nuevas formas de solidaridad

El Papa, en las cinco páginas que comprenden el discurso a los participantes del seminario “Nuevas formas de solidaridad”, organizado por la Pontifica Academia de las Ciencias, logra un resumen espléndido de cuál es la situación de nuestra época y traza un mapa de hacia dónde debemos avanzar como cristianos y como hombres de este mundo.

La primera imagen que se me vino a la mente es la del cuento “El Rey desnudo”. El Papa pone en evidencia lo que todo el mundo ve pero nadie termina de decir: nadie pone las manos en acción para cambiar el estado de las cosas de hoy.

Organizaré esta mirada desde el ver, juzgar y actuar típico de nuestra Iglesia latinoamericana. Las palabras de Francisco, en cuanto al ver, ponen el foco sobre la pobreza y la marginalidad en el mundo. Hace hincapié en la inequidad, un tema que no estaba tan presente en 1991, todavía en época de la Guerra Fría donde estábamos en  la lucha de modelos económicos: capitalismo versus comunismo. Hoy, el problema fundamental se llama “inequidad” y está presente en todos los países del mundo – desarrollados o no – salvo excepciones.

El Papa describe la realidad de la “pobreza” con datos elocuentes: hambre y desnutrición, marginalidad, trabajo forzado, prostitución, falta de acceso a la educación y la salud, entre otros.[1] El dato de la inequidad de que solo las 50 personas más ricas del  mundo tienen recursos suficientes para atacar una de las prioridades, que es el hambre en el mundo, da cuenta que el problema no es de recursos sino de asignación o distribución. En ese ver es notoria además, la realidad de gobiernos endeudados, del aumento de la codicia, de la especulación financiera y la idolatría hacia el dinero. Esto atenta contra verdaderos procesos productivos, contra la economía real, contra las familias, las empresas pymes y los gobiernos locales.

En ese diagnóstico pone en evidencia la evasión fiscal y la existencia de paraísos fiscales que le quitan recursos  a los Estados, que debilitan los presupuestos destinados al gasto social. Se suma a ellos, los grandes recursos de la carrera armamentista y la financiación de guerras. O también conductas anticompetitivas y oligopólicas del sector privado – sobretodo multinacional- que con su poder asfixian a las pymes locales o se apropian de los recursos que son bienes comunes a todos.[2]

El juzgar lo hace desde una mirada casi histórica desde la antigüedad antes de Cristo. Sintetizando, uno podría decir que nombra a Aristóteles cuando en el momento de la invención de la moneda advertía en su libro “La Política” los riesgos de la especulación financiera que generaba el dinero. Pasa así también por la Edad Media, citando a San Ambrosio[3] en una etapa donde la Iglesia a través de distintas experiencias criticaba la usura y la especulación y también dieron soluciones como fue la historia de los montes de piedad y los bancos creados a favor de los pobres y de los más necesitados.

Menciona la frase del año 400 de San Ambrosio, viendo que estos temas no son nuevos, cuando leyendo el Evangelio dice «Tú [rico] no das de lo tuyo al pobre, sino que le estás entregando lo que es suyo. Pues, la propiedad común dada en uso para todos, la estás usando tu solo». Destaca la idea de la apropiación de los recursos de todos por parte de unos pocos que mencionamos.

Por otra parte, en su recorrido histórico, no se olvida de señalar las obras de beneficencia de la Iglesia que siempre estuvieron, desde la época de los primeros cristianos, preocupados por las viudas, los marginados y los ancianos.

Para hablar del mundo moderno, destaca la famosa Encíclica de Juan Pablo II  Centesimus annus, es decir, con este juzgar, está  poniendo la mirada sobre toda la doctrina social de la Iglesia. Ahí la frase que se destaca es la existencia de “estructuras de pecado”. Muchas veces hablamos de pecados individuales y no de pecados sociales, la búsqueda de la responsabilidad y de la corresponsabilidad de los actores sociales en los dramas que vive el mundo. En eso, el Papa Francisco hace una crítica velada para quienes miran para otro lado, cerrados en su individualidad, cuando señala que las cosas no son mágicas, no existen “manos invisibles”[4] que justifiquen nuestro estado de inacción, haciendo una crítica a la “racionalidad económica” – fría y calculadora – donde se  deja de lado a la persona humana.

Juan Pablo II allí decía de ir hacia atrás y hacia adelante de la historia reciente del capitalismo. Los problemas de 1891 (Rerum Novarum) eran precisamente sacar a la gente de la pobreza, hacer una regulación laboral (días de trabajo, descanso dominical), reconocer la existencia de las organizaciones civiles e intermedias antecesoras del Estado -caso organizaciones sindicales- , pelear por un salario mínimo y justo para los más necesitados, y una serie de “propuestas” que facilitaron la creación de un mercado de consumo, la disminución de la pobreza extrema y de mayor equidad social, al menos en los países que vivieron la revolución industrial.

Cien años después, Centesimus annus se enmarca en la caída del muro de Berlín. No es una encíclica de la victoria del modelo liberal o del capitalismo occidental, como algunos pretenden hacer ver, sino que fue una encíclica para revisar todo nuestro pasado reciente y generar propuestas de solución para los problemas que hoy todavía siguen vigentes.

El Papa Francisco también nos dice que este problema global que implica generar miradas nuevas requiere de decisión política para cambiar las cosas. Y ahí entramos en la acción. Pone como meta a alcanzar los grandes “ideales de la humanidad” expresados en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, algunas de las metas de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) donde el tema de la pobreza es el objetivo número uno, y eso lo hilvana con las bienaventuranzas, en las que Mateo dice “Felices los pobres porque de ellos es el reino de los cielos”. Se trata del objetivo y la prioridad en la búsqueda de la solución a la inequidad y no se queda ahí, sino que el Pontífice da algunas ideas que tenemos que revisar. La idea de bancos con criterios de ética es posible y deseable -como aprendimos y vimos con los montes de piedad en la Edad Media; que la caridad que siempre ha practicado el cristianismo requiere de nuevas formas; hay un mandato fuerte hacia los organismos multinacionales para resolver el tema de la deuda y realmente apoyar a los países en dificultad en pos de los más pobres; y vuelve a poner en el tapete algo olvidado en los últimos años: la ayuda para el desarrollo. Además, alienta implícitamente el cierre de los paraísos fiscales, de esta especie de doble moral; llama también a la corresponsabilidad de las empresas multinacionales; a rediseñar un nuevo sistema financiero mundial que con transacciones on line a veces van en contra de la economía real; implora también a fijar reglas reales impositivas –también uno diría y por qué no– y laborales para un comercio más justo entre las naciones. En definitiva nos llama a actuar con corresponsabilidad.

Ver discurso completo


[1] Para mayor datos concretos de la desigualdad se puede mirar el informe de la ONG Oxfam Intermón  en https://www.oxfam.org/es/cinco-datos-escandalosos-sobre-la-desigualdad-extrema-global-y-como-combatirla y sobre las causas de la pobreza en el mundo en https://blog.oxfamintermon.org/las-causas-de-la-pobreza-en-el-mundo/

[2] Para el ex CEO de Nestle, el agua no es un derecho humano y debe ser privatizada en: http://www.diarioestrategia.cl/texto-diario/mostrar/1025147/ex-ceo-nestle-agua-no-derecho-humano-debe-privatizada

[3] San Ambrosio fue el hombre que llamo a la conversión a San Agustin en: https://cantaycamina.net/san-ambrosio-el-hombre-que-llamo-a-la-conversion-a-san-agustin/

[4] En economía “manos invisibles del mercado” es la teoría de Adam Smith, pensador de la economía liberal.

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