Entrevista a Pablo Canziani – El doctor en Ciencias Físicas y especialista en medioambiente y cambio climático resalta las virtudes de Laudato Si’, “la encíclica de la integración”.
Después de más de 10 años de trabajar incansablemente sobre los efectos del cambio climático y la importancia del cuidado del ambiente, Pablo Canziani siente una gran satisfacción con la difusión de la encíclica Laudato Si’. “Es una alegría ver que la ciencia y la fe pueden ir de la mano para resolver los problemas. Después de tanta insistencia con estos temas en el seno de la Iglesia Argentina, un Papa nacido en esa Iglesia los expone a nivel mundial y presenta un escenario de debate y de cambio de cultura”, se emociona el Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad de Buenos Aires, investigador principal CONICET, coordinador de la flamante Red Argentina de Ambiente y Desarrollo y miembro del panel Intergubernamental de la ONU sobre cambio climático que recibiera el Premio Nobel de la Paz en 2007.
– ¿Cuál fue el primer impacto que tuvo en vos la encíclica?
–Por un lado pensé qué bien captó Francisco las ideas de la comunidad científica después de haber hablado con él en la Conferencia Episcopal Argentina. Cómo pudo entender la esencia sin ser especialista en el tema y combinarla con otras cosas; cómo logró, con un poder de síntesis impresionante, vincular eso con toda la tradición de fe del Antiguo y Nuevo Testamento y con el Magisterio de la Iglesia. Cómo pegó el salto para incluir a toda la humanidad en la ecología. Es la encíclica de la integración. Integra lo humano con lo divino, la naturaleza con lo humano, la naturaleza con lo divino. Logró lo que muchas veces los propios miembros de la comunidad científica no hacen: poner al hombre como una parte más del ecosistema. No como algo que está por encima, sino como algo que está en la naturaleza y que además por ser un ser pensante tiene una mayor responsabilidad de cuidarla y utilizarla de manera respetuosa.
– Vincula claramente la ecología con la economía y el rol del hombre…
–Pensemos en la ecología de la ciudad, del hábitat humano, del campo productivo. Ecología es el conocimiento de la casa y economía es la gestión de la casa. Por lo tanto no puede haber economía sin ecología. La encíclica tiene la virtud de integrar todas las fuentes del conocimiento y del pensamiento en torno al problema del ambiente y de la humanidad.
– ¿Cómo explicar esta encíclica que habla del cuidado de la casa común en el ámbito de una cultura actual que muchas veces tiende a pensar sólo en el propio interés?
– En la naturaleza puede haber especies animales que viven en grupos muy chiquitos o que viven solos y que se juntan solamente cuando es la época de apareamiento. Pero son parte de una comunidad, la de todos los seres vivos que definen ese ecosistema particular. Y sin esa comunidad, ese individuo no vive. El problema es que hemos convertido a los individuos, a cada uno de nosotros, con nuestras propias improntas y características, en individualistas. Lo que nos enseña el conocimiento y el amor a la naturaleza es que tenemos que recuperar esa capacidad de vida comunitaria.
– ¿Cómo tener esperanza en que el poder autodestructivo del hombre se pueda revertir, teniendo en cuenta la situación mundial?
– O lo revertimos por las buenas o los hechos nos lo van a revertir por las malas. Todas las consecuencias de esta mala relación con la naturaleza, de este afán de maximización de las ganancias a costa de la naturaleza y de los más vulnerables implica que tenemos que cambiar de criterio. Eso no quiere decir que el Papa está en contra de la tecnología. Todo lo contrario. Lo que tenemos que hacer es no dejar que la tecnología nos domine a nosotros sino saber usarla para resolver estos problemas, para optimizar cómo producimos a partir de la naturaleza. La encíclica es un llamado a la toma de conciencia de la realidad del estado del planeta y de la sociedad y a partir de ahí es un llamado a la acción. Tenemos que revisar en nuestra forma de ser qué es lo que anda bien, lo que no va y qué es lo que podemos cambiar.
– Esta realidad puede llevar a la acción, pero también generar un miedo que paralice…
– Tenemos que trabajarlo por lo positivo. Reconocer todo lo negativo que implica esta situación, pero verlo como una oportunidad para corregir, cambiar y mejorar, no sólo espiritual sino humanamente. Nos tiene que llevar a la reflexión de la economía, que debe ser vista como una parte de la sociedad, no la sociedad sujeta a la economía. ¿Esto implica que el Papa está en contra del capitalismo, como se le critica? No. Si uno analiza verá que los ecosistemas funcionan cuando hay diversidad, así como una economía funciona cuando hay diversidad y vinculación del empresario con sus raíces locales. Si uno analiza cómo funciona la naturaleza entiende también cómo tiene que funcionar la economía.
– Esa economía hoy tiene como consecuencia la pobreza y Francisco la vincula mucho al dolor de la humanidad en cuanto a su naturaleza…
– Hoy tenemos lo que en filosofía se llama crematística, que para los antiguos griegos y para Santo Tomás de Aquino refiere a la acumulación de ganancia a cualquier costo. La economía es la gestión de los recursos, el control y el manejo de la casa y tiene que apuntar al manejo de las cosas para que haya para todos. Cualquier extremo materialista, sea el marxismo o el capitalismo salvaje, son distorsiones de esa gestión y son los que nos han llevado a esta situación. Tenemos que hablar de una economía de la sobriedad y de la austeridad.
– ¿Y cómo se logra?
– Para empezar hay que tratar que la ciencia económica, como disciplina científica que está mitad a caballo de las ciencias exactas y naturales y de las ciencias sociales, avance lo que avanzaban las ciencias naturales y biológicas en el siglo XX. La economía debe avanzar en la parte social para que todo lo que ocurre, inclusive los costos sociales y ambientales, tengan un espacio en el cómputo de la ganancia y de la pérdida económica. Hoy esos costos van a parar a los más vulnerables. En el modelo de maximización de la ganancia o de materialismo absoluto esos costos no importan y como alguien los tiene que pagar se traslada en enfermedad, pobreza y los problemas que vemos en las megaciudades.
– Muchos de esos problemas Francisco los relaciona al aprovechamiento del más débil. ¿Cómo entender esta figura vinculada a las llagas de la naturaleza?
– La cultura del deseo significa que hago lo posible, legal o ilegal, para lograr lo que quiero, sin importarme lo que le pase al prójimo. La naturaleza está incluida dentro de ese prójimo porque la naturaleza hace a la persona, hace a su forma de ser. Cuando alguien comete excesos que agreden a otra persona esos excesos no se van a limitar a la persona, van a llevar a una degradación de la naturaleza. Si estoy esclavizando a alguien a través de la trata de personas estoy dañando esa comunidad. Probablemente si soy capaz de esclavizar a alguien me importe muy poco la belleza de lo natural, la relación con los demás. El proceso filosófico que lleva a que una persona sea capaz de practicar la trata de personas es exactamente el mismo que lleva a dañar la naturaleza y a usufructuarla de la peor manera posible.
– ¿Qué contribución cultural puede tener Latinoamérica para una mejora en la ecología y el medioambiente?
– Latinoamérica tiene una responsabilidad muy grande. Tiene la mayor biodiversidad vegetal y en pájaros, la cuenca del Plata es una de las regiones que tiene los mayores reservorios de agua, Argentina y Chile comparten las mayores masas de hielo fuera de los polos. Somos de una diversidad increíble. Lamentablemente no hay una cabal conciencia social de la importancia que tiene un ambiente sano para una sociedad sana. Está tan enferma la sociedad en nuestro continente, por distintas causas históricas y políticas, que no nos podemos ocupar de mejorar esta relación con la naturaleza porque pensamos que hay otras prioridades, cuando en realidad esos problemas están asociados con recuperar un ambiente sano. Dado que somos dependientes de los servicios ecosistémicos, tal como dice la encíclica, si uno hace la cascada de interacciones desde lo que nos brinda la naturaleza a la sociedad humana hasta el ejercicio y participación social en la democracia y el diálogo ciudadano, es una cadena que no se interrumpe. Necesitamos naturaleza para llegar a la democracia. Si destruimos la naturaleza, cómo podemos educar en valores a un chico que vive en una villa sin acceso a agua potable, sin acceso a la belleza, al aire puro que forman su personalidad. Para él todo es feo, no hay valores, la vida no vale.
– ¿Y qué puede hacer el ciudadano común?
– Precisamente ser ciudadanos, asumir las responsabilidades en el ejercicio de la participación democrática, ser partícipes en la gestión de la comunidad que empieza por el municipio, donde tiene que participar y no solamente cuando tiene un problema. Y el ciudadano también es consumidor. En ecología están las especies productoras y las consumidoras. Todos necesitamos transporte, vivienda, comida, ropa, comunicación. El tema es cómo consumimos, hacerlo con responsabilidad. La encíclica dice “comprar es un acto moral”. Por qué, para qué, dónde, cuándo, cómo, cuáles son los costos y quiénes pagan los costos. Esas preguntas las tenemos que tomar continuamente. Yo padre de familia puedo actuar de una manera que vaya en contra de mi esposa y de mis hijos o viceversa. Estamos en una sociedad donde la familia está fragmentada. Y si el núcleo de la sociedad está dividido y no trabajamos como unidad, cómo podemos enseñar, contribuir a construir la comunidad de familia que es un municipio. La paternidad y maternidad responsables incluye la cuestión ecológica, la relación con la naturaleza, el cuidado de los recursos naturales, la energía, el manejo de los residuos, sentarnos a mirar una puesta de sol, a contemplar el mar, la montaña. Cosas aparentemente pequeñas pero que todas unidas son más que la suma de las partes individuales. Y en eso está el rol de nosotros como personas y como familia para construir esta nueva sociedad ·
La creación de la Red Argentina de Ambiente y Desarrollo (RAAD)
Como parte de la Red Argentina de Laicos (RELAI) nació recientemente la RAAD, que reúne a líderes en el campo del ambiente y desarrollo humano y participantes de diferentes movimientos como los Focolares, la Palabra de Dios, Puente, Acción Católica Argentina, Renovación Carismática Católica, COPASCA, FASTA, Frente Joven, EdiPA, entre otros.
Sus objetivos son trabajar en la divulgación de la Laudato Si’ y en acciones concretas que vayan generando la cultura que propone la encíclica. “Hemos tenido muy buenas repercusiones –cuenta Canziani–. Muchas instituciones católicas acompañadas por el efecto Francisco, científicos ateos que consideran que las metas de Laudato Si’ son positivas y que aunque ellos no sean creyentes quieren contribuir. Vamos a fomentar el diálogo interreligioso. Tenemos que trabajar para generar comunidad y la comunidad tiene que sumar a toda la diversidad. La encíclica nos refresca la dimensión universal del ser católico”.
Por otra parte, la RAAD es el representante en la Argentina del Movimiento Católico Mundial por Clima, que promueve una acción de junta de firmas para pedir ante la Cumbre de Cambio Climático en París a fines de noviembre que se reduzcan drásticamente las emisiones de carbono en el planeta.
Para más información, firmar o pedir las planillas para juntar firmas podés ingresar a:
www.catholicclimatemovement.global/es/ o escribir a redargentinaambientedesarrollo@gmail.com
Artículo publicado en la edición Nº 570 de la revista Ciudad Nueva.
Video de la entrevista