“No dejemos que la Navidad se contamine con el consumismo y la indiferencia”

“No dejemos que la Navidad se contamine con el consumismo y la indiferencia”

El Papa Francisco hizo ese pedido al recibir a las delegaciones que este año donaron el pesebre y el árbol de Navidad que fueron instalados en la Plaza de San Pedro y en el Aula Pablo VI.

“En Navidad, Dios se revela no como el que está en lo alto para dominar, sino como el que se abaja, se hace pequeño y pobre, para servir: esto significa que la manera de parecerse a Él es la de abajarse, la del servicio”, lo dijo el papa Francisco en sus saludos a los miembros de las delegaciones que este año donaron el pesebre y el árbol de Navidad que fueron instalados en la Plaza de San Pedro, a quienes recibió en audiencia, la mañana de este viernes 10 de diciembre, en el Aula Pablo VI del Vaticano.

En sus saludos, el Santo Padre agradeció y dio la bienvenida a las delegaciones del Perú, quienes donaron el pesebre para la Plaza de San Pedro; a la delegación de Trentino, en Italia, quienes donaron el árbol de Navidad y a la delegación de la parroquia de San Bartolomé in Gallio, en la diócesis de Padua, Italia, quienes donaron el pesebre para el Aula Pablo VI.

Al dirigir sus saludos a la Delegación Peruana de Huancavelica –departamento en el que se encuentra el pueblo de Chopcca–, de donde proviene el gran pesebre instalado en la Plaza de San Pedro, el Papa agradeció a monseñor Carlos Salcedo Ojeda, obispo de Huancavelica, y a las autoridades civiles y eclesiásticas, especialmente al ministro de Relaciones Exteriores del Perú, y a todos los que colaboraron en la realización de este pesebre.

“Los personajes del pesebre –precisó el Santo Padre– realizados con materiales y ropas característicos de esos territorios, representan a los pueblos de los Andes y simbolizan la llamada universal a la salvación. De hecho –subrayó el Papa– Jesús vino a la tierra en la concreción de un pueblo para salvar a todo hombre y mujer, de todas las culturas y nacionalidades”.

Asimismo, al dirigir sus saludos a la Delegación de Andalo, en Trentino, Italia, Francisco saludó a las autoridades, los sacerdotes, y a los fieles acompañados por el arzobispo, monseñor Lauro Tisi. A ellos les dijo que, “el árbol permanecerá junto al pesebre hasta el final de las fiestas navideñas y será admirado por peregrinos de muchos lugares. El abeto es un signo de Cristo, el árbol de la vida un árbol al que el hombre no tenía acceso a causa del pecado. Pero con la Navidad, la vida divina se ha unido a la vida humana. El árbol de Navidad, entonces, evoca el renacimiento, el don de Dios que se une al hombre para siempre, dándonos su vida. Las luces del abeto recuerdan la de Jesús, la luz del amor que sigue brillando en las noches del mundo”.

El Santo Padre también exhortó a que no dejemos que la Navidad se contamine con el consumismo y la indiferencia. Sus símbolos, especialmente el pesebre y el árbol decorado, nos devuelven a la certeza que llena de paz nuestros corazones, a la alegría de la Encarnación, al Dios que se hace familiar: vive con nosotros, da un ritmo de esperanza a nuestros días.

“El árbol y el pesebre –indicó el pontífice– nos introducen en el típico ambiente navideño que forma parte del patrimonio de nuestras comunidades: un ambiente de ternura, de compartir y de intimidad familiar. No vivamos una Navidad falsa y comercial. Dejémonos envolver por la cercanía de Dios, por el ambiente navideño que el arte, la música, las canciones y las tradiciones traen a nuestros corazones”.

Finalmente, Francisco dijo que los que vengan aquí, al Aula Pablo VI, en los próximos días podrán saborear este ambiente también gracias al pesebre que hicieron los jóvenes de la parroquia de San Bartolomé in Gallio, en la diócesis de Padua, Italia. A ellos les agradeció por este regalo, fruto del compromiso y la reflexión sobre la Navidad, la fiesta de la confianza y la esperanza. La razón de nuestra esperanza es que Dios está con nosotros, confía en nosotros y nunca se cansa de nosotros. Viene a habitar con los hombres, elige la tierra como morada para estar con nosotros y asumir las realidades donde pasamos nuestros días. Esto es lo que nos enseña el pesebre.

“En Navidad –concluyó el Papa– Dios se revela no como el que está en lo alto para dominar, sino como el que se abaja, pequeño y pobre, para servir: esto significa que la manera de parecerse a Él es la de abajarse, la del servicio. Para que sea verdaderamente Navidad, no olvidemos esto: Dios viene a estar con nosotros y nos pide que cuidemos de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres, débiles y frágiles, a quienes la pandemia corre el riesgo de marginar aún más. Porque así es como vino Jesús al mundo, y el pesebre nos lo recuerda”.

Fuente: AICA

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