Transcurrieron cien días desde el comienzo de las protestas que tienen un saldo de unos 300 muertos. ¿Hay voluntad de diálogo?
En Nicaragua han transcurrido más de tres meses desde el comienzo de las protestas que se han transformado en un enfrentamiento entre el gobierno del presidente Daniel Ortega y la opositora Alianza Cívica, que reúne principalmente a organizaciones de la sociedad civil. La represión desatada por el ejecutivo ha desatado una violencia que ha provocado unos 300 muertos en todo el país.
Las protestas comenzaron en abril, cuando una reforma previsional que pretendía imponer el gobierno fue rechazada popularmente. El gobierno intervino reprimiendo a los manifestantes. Sin embargo, la resistencia contra el gobierno se transformó en una alianza ciudadana que se ha transformado en interlocutora política.
Ortega se dijo inicialmente abierto al diálogo y convocó para ello la mediación de la Iglesia, sin embargo, hasta el momento no se registran avances, al punto que ayer la Iglesia ha emplazado al presidente para que se pronuncie si quiere o no que los obispos sigan mediando en el conflicto político. En estos días, varias iglesias han sido atacadas por grupos parapoliciales de ciudadanos afines al gobierno, que a menudo intervienen en las manifestaciones incrementado la violencia. Algunos obispos y sacerdotes han sido golpeados y hubo profanaciones en algunos templos. La sospecha es que Ortega haya pretendido ganar tiempo solicitando la intervención de la iglesia, sin una sincera voluntad de diálogo.
La Alianza Cívica hoy pide que el presidente de un paso al costado luego de más de un decenio de gobierno, anticipando las elecciones generales. Pedido al que Ortega ha opuesto su rechazo. Sin embargo, el país no conoce paz desde hace cien días, se repiten las manifestaciones, se crean barricadas, cortes de rutas y se responde con violencia a las agresiones de las fuerzas policiales y parapoliciales. El sentido común diría que para no desembocar en un conflicto civil, es primariamente necesario poner fin a la violencia, comenzando por el Estado, principal responsable de cuidar la paz.
Es muy corriente que quien gobierna olvide que su misión es servir, no el apoderarse de los resortes institucionales. La ambición de poder descontrola la psiquis y hace que se pierdan los mas elementales margenes de razonabilidad. Es evidente que Ortega no tiene vocación de diálogo sino de imponer a como de su imperium; eso no es gobernar; eso es usurpar. Le están advirtiendo claramente que supero los límites, más clara no puede ser la advertencia; sin embargo sin reparar en consecuencia alguna se aferra a sus apetencias, porque de otra manera no podría calificarse. La violencia desde los gobiernos está muy difundida en la actualidad, es subversión a los valores democráticos. No importa de que signo sean esos gobiernos, tienen un patrón en común, EL ABSOLUTISMO FRENÉTICO. A lo que indudablemente no responden es al “BIEN COMÚN”, aún más lo obvian.
Asi es Andrés. Son países pequeños de poca gente dispersa en muchos pueblos de agricultores donde lamentablemente, la tradición católica parece q se diluye en la corrupcion y en la política partidaria. Es una pena q no puedam salir adelante y dar lo mejor de sus vivencias como pueblo solidario y amante de la paz. No se..sera cuestión de actitud, de firmeza en buenos ideales, o de indolencia y frustracion social q permitem q gente como ortega y sus secuaces se atornillen en el poder sin dejar lugar a nuevos vientos de paz. Esperanza y cambio cultural.