Nicaragua: el presidente Ortega acusa a la Iglesia de golpismo

Nicaragua: el presidente Ortega acusa a la Iglesia de golpismo

Al mandatario no le gustó que organizaciones de derechos humanos ingresaran al país para documentar la violenta represión de las protestas.

Decía Giulio Andreotti, un famoso político italiano de formación católica, que cuando se piensa con suspicacia se comete una falla, pero muy a menudo se acierta. El perfil “cristiano” del sandinismo del presidente de Nicaragua Daniel Ortega siempre suscitó las sospechas de un oportunismo político tras el cual se vislumbraba un autoritarismo aferrado al poder escudado por intentos de instalar un sistema supuestamente solidario, pero para nada democrático y menos todavía inmune a la corrupción.

Coherente con la pretensión cristiana de su perfil, Ortega convocó a la Iglesia católica a mediar en el diálogo con la Alianza Cívica, nacida en estos tres meses de protesta de la convocatoria dirigida a representantes de la sociedad civil. No es la primera vez que ocurre en América latina que se convoque a los obispos, notoriamente poco formados y poco propensos a la actividad política, con la intención oculta de manejarlos. Ortega ha dado muestras de querer dilatar la actividad de la mesa de diálogo para ganar tiempo, acaso confiando en que las protestas menguarían. Pero éstas no solo no menguaron, sino que se han incrementado. Masaya, ciudad cercana a Managua, directamente resiste con barricadas a ser controladas por las fuerzas de seguridad. Los muertos han sido 300 y miles los heridos. Los francotiradores de la policía disparan matando a sangre fría, los militantes pro sandinismo actúan como parapolicías utilizando armas de guerra. Eso solo puede ocurrir por orden de Ortega. La Iglesia ha conseguido que organizaciones internacionales intervengan para monitorear el conflicto, mientras Ortega rechaza la propuesta que podría pacificar el país: convocar a nuevas elecciones.

Hoy las sospechas han sido confirmadas por la realidad. Ortega acusa –y cuando no– a los obispos de ser golpistas y truena para echarlos de las negociaciones. Cuando se fracasa en modo estruendoso en la política interna, la culpa es de complotes internacionales. Pero lo cierto es que el proceso de diálogo en la mente de Ortega fue pergeñado para legitimar su continuidad y hoy ha quedado encorsetado por su propia estrategia (no muy inteligente). Las protestas siguen, la única manera es reprimirlas con violencia, a nivel internacional ha perdido la poca credibilidad que le quedaba y hasta quiere enemistarse con el único sector que podrían haber ayudado a una transición razonable. El ciclo de Ortega ha finalizado. El único que no quiere reconocerlo es él.

  1. Dos reflexiones, para mediar la Iglesia debería recurrir a laicos probos de profunda formación política, para no correr el riesgo de ser manipulados. La segunda: dialogar implica saber perder, sin esta premisa más que un diálogo es un monólogo o un sofisma.

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