Andrés Manuel López Obrador es el nuevo presidente electo con el apoyo del 53% de los votantes. Un resultado histórico. Fracasa el oficialismo.
El giro político hacia la izquierda de México va a contramano con la tendencia en América latina, marcada por una tendencia hacia gobiernos conservadores. Andrés Manuel López Obrador, conocido por la siga AMLO, ha conseguido una victoria aplastante este domingo alcanzando el 53% de los votos, 30 puntos por encima de su adversario más directo, el conservador Ricardo Anaya, del PAN, que obtuvo el 22%. Todavía más distanciado quedó el oficialista José Antonio Meade, del PRI, que cosechó algo más del entre el 15%.
López Obrador consigue el más alto respaldo en la historia política mexicana, el segundo país más poblado de la región, 120 millones de habitantes, de la que es también la segunda economía (y entre las 12 economías mundiales). Los rivales ya admitieron la derrota y felicitaron al ganador, quien ahora deberá armar su gobierno durante los largos meses de transición, puesto que recién asumirá la presidencia el próximo 1 de diciembre.
Termina así una campaña electoral fuertemente polarizada y crispada, marcada por la violencia política: 130 candidatos locales han sido asesinados en 9 meses de debate, hubo secuestros y más de 540 casos de agresiones y amenazas. Y el tema de la violencia en el país será sin duda, directa o indirectamente, uno de los principales en la agenda temática del nuevo presidente. Durante los seis años de gestión de Enrique Peña Nieto ésta se ha incrementado a niveles inéditos, acompañada por la impunidad: menos del 10% de los casos de homicidio terminan en una sentencia, buena parte de los delitos ni siquiera son investigados. La economía también ha hecho estragos entre los sectores pobres y vulnerables que llegan a más de la mitad de la población.
La victoria de AMLO indica que el país reclama un cambio que además de la violencia, acabe con una corrupción que llega hasta los más altos niveles de la administración pública. Es por ello que tanto el PRI, un partido tradicionalmente vinculado a la gestión de gobierno, como el PAN, de más reciente creación, no han conseguido obtener el respaldo como para competir con el Morena, el partido del ganador de las elecciones. El Morena se ha adjudicado además el gobierno de la capital del país y la gobernación de varios Estados.
Llega el momento de traducir en un programa claro de gestión el discurso de campaña electoral La conservación del apoyo conseguido dependerá esencialmente de la capacidad de torcer el rumbo peligroso que ha tomado uno de los países potencialmente más ricos y dotado de recursos de la región.