Fue el lema de la 44º Peregrinación Juvenil a Luján, de la cual este año participaron cientos de miles de personas.
Desde las 21.50 del viernes por la noche hasta pasado el mediodía del domingo una columna incesante e ininterrumpida volvió a unir los Santuarios el Santuario de San Cayetano de Liniers con la Basílica de Luján.
Visiblemente cansados, los fieles realizaron su último esfuerzo para llegar a la Basílica y cumplir con el gesto que le ofrecen a la Virgen Gaucha.
La tradicional peregrinación se inició oficialmente durante el mediodía del sábado en la Parroquia San Cayetano de Liniers, con la salida de la Imagen Cabecera. Escoltada por las banderas de todas las provincias argentinas expresando la intención de federalismo y demostrando que la Virgen Gaucha es la Madre de la Patria.
Durante casi 15 horas y por 58 kilómetros los peregrinos buscaron reencontrarse con la Virgen de Luján y redescubrirse en sí mismos, mientras participaban de la mayor manifestación mariana de fe de la Argentina.
Feligreses agotados por el andar hacia la Virgen, somnolientos y doloridas, festejaron que hayan cumplido con sus intenciones.
Entre cánticos y loas a la Virgen de Luján, a las 6,32hs de la mañana del domingo, la Imagen Cabecera ingresó escoltada por las banderas de las provincias argentinas a la Plaza Belgrano, brindando así un gesto de unidad y hermandad. Vitoreada y aplaudida, por los feligreses, la Virgen de Luján fue, un año más, la Madre de todos los peregrinos, la abanderada de la Patria, la Virgen Gaucha.
En el Altar Mayor y acompañados por obispos bonaerenses, el Cardenal Primado de la Argentina, Mario Aurelio Poli, celebró la Misa Central.
El prelado rezó por un nuevo año de la Peregrinación Juvenil a Luján, está vez con un mayor énfasis en la unión y la hermandad y llamó a ser solidarios. Llamó a no ser indiferentes y a ser compasivos ante el dolor de los que menos tienen. Recalcó que la Madre se pasa diciendo en el cielo: Hijo, no tienen pan. Hijo, no tienen trabajo. Hijo, no tienen techo. Hijo, no tienen paz.
A continuación, les dejamos algunos fragmentos de la homilía:
“Muy queridos hermanos y hermanas peregrinos. Lo primero que queremos decirles los Obispos es que si la Virgen los trajo hasta acá es porque los quiere mucho. Nos quiere mucho la Virgen.
Y bienvenidos al Santuario de nuestra Madre de Luján.
El Evangelio de San Juan, nos presentó a Jesús en la Cruz. En unos breves renglones, San Juan nos pone ante la Pasión.
Ahí está Jesús en la Cruz, entregándose a la voluntad de su Padre Dios y hablando con su amada Madre.
Es el pasaje de los Evangelios que nos hace imaginar el enorme dolor de la Virgen al ver a su Hijo que ofrecía su vida por la salvación de toda la humanidad.
Nosotros también estábamos al pie de la Cruz representado por aquel discípulo muy querido a quien Jesús amaba – dice San Juan- pero que no tiene nombre. Así la escritura sugiere que el discípulo anónimo nos representaba a cada uno de nosotros. Ahí estaban nuestros nombres y somos con él destinatarios de aquel legado espiritual, confiándonos lo que Jesús más quería: a su Mamá, la Virgen María, que desde aquel instante se convirtió en Madre de todos los discípulos de su Hijo.
Hoy vinimos a su Santuario y en el camino nos unimos en la oración a la Madre, para pedirle: Madre Nuestra: danos fuerza para unirnos como hermanos.
Seguramente lo escuchamos más de una vez éste lema.
El camino que recorrieron ustedes, peregrinos, para llegar a la Casa de nuestra Madre de Lujan no se mide ni en kilómetros recorridos, ni menos en el tiempo que lo hicieron. Nadie vino a hacer una maratón, lo sabemos.
Todas las peregrinaciones que llegan hasta el Santuario son un acto de amor a la Virgen, y a los pies de los peregrinos los mueve la fe y la esperanza en Dios.
Es el continuo milagro que la Madre infunde en el alma de sus hijos e hijas, sin hacer discriminación ni acepción de personas.
Todos la podemos llamar Mamá y con certeza, sabiendo de que Ella nos escucha. Y Ella vuelve a nosotros sus ojos misericordiosos, como lo reza el pueblo humilde en la Salve.
Ella es la que proclama que Dios es poderoso y santo y su misericordia llega a nosotros de generación en generación. Estas son las palabras de esperanza, en boca de la Virgen.
Ella conoce las angustias y necesidades de nuestro pueblo. Sabe de pruebas y nos anima a tender los brazos fraternos de la solidaridad.
Ella nos enseña a no ser indiferentes y a ser compasivos ante el dolor de los que menos tienen y su intercesión ante Jesús es constante.
Recuerdan. En el mismo Evangelio de San Juan está las Bodas de Canaán. Fue Ella quien le arrancó a Jesús el primer milagro, diciendo: ¡Hijo, no tienen vino!
Y la Madre se pasa diciendo en el cielo: Hijo, no tienen pan. Hijo, no tienen trabajo. Hijo, no tienen techo. Hijo, no tienen paz.
Y el corazón de la Madre se enciende de ternura para exhortarnos pacientemente a reconocernos como hermanos, lo que somos ante un mismo Padre Dios.
Así nos enseñó Jesús a orar. No decimos “Padre mío” en el Padre Nuestro. Sino Padre Nuestro, Padre de todos, Padre de mis hermanos y hermanas.
La Virgen de Luján, Ella que eligió al siervo de Dios Negro Manuel, para que su casa se convierta en lugar de encuentro fraterno, reconoce el amor que cada uno de ustedes han puesto para cumplir la promesa que guardan en su corazón y traen a su presencia
Muchos de los que visitan su Casa toman decisiones que iluminan sus días y les dura la vida entera. Las paredes de su bello Santuario guardan el testimonio de llantos de dolor y muchas historias de conversión, de acción de gracias, de perdón, de dones recibidos que millones podrían contar.
Vos sos uno de ellos. Y no te olvides que estas espejado en la humilde imagen que siempre está a tu lado cuando la invocas.
¡Ella siempre está!
Muy queridos peregrinos: en esta larga y sacrificada jornada de amor y de piedad, pidamos juntos a la Madre que nos de nuevos ojos para reconocer en cada persona que pasa por la orilla de nuestra vida como a mi hermano y a mi hermana.
Esta es la Argentina que queremos. Esa es la Patria fraterna que esperamos y no claudicamos. Y por eso le decimos: Madre, danos fuerza para unirnos como hermanos. ¿Se animan? (Iinstó a los peregrinos a rezar el lema tres veces)
¡VIVA LA VIRGEN! ¡VIVA LA MADRE!
Fuente: Prensa Comisión Arquidiocesana de Piedad Popular