2019 va camino a convertirse en el quinto año consecutivo más caluroso. Los efectos del calentamiento se aceleran y se reduce el tiempo para frenarlo.
Aunque los negacionistas insistan en que el incremento de las temperaturas no es responsabilidad de la actividad humana, los datos siguen confirmando lo contrario. Mientras tanto, junio ha sido el mes más cálido desde que hay registros confiables de las temperaturas del planeta, es decir, desde 1880. Por otro lado, la agencia europea Copernicus, (Servicio de Cambio Climático) señala que julio ha sido el mes con la temperatura media global más alta jamás registrada. Superior por 0,04 grados a la de julio de 2016. Las olas de calor que se han verificado durante los dos meses no solo han producido inconvenientes como el corte del servicio de trenes en algunos países, por el estado de las vías férreas, sino que han acelerado el deshielo de glaciares.
La agencia Copernicus destaca que todos los meses de este año han estado entre los más calurosos desde que hay registros de las temperaturas. También en 2016 hubo altos registros de temperatura, pero en ese entonces intervino el fenómeno climático de El Niño, mientras que este factor no se está verificando este año, lo que da una nueva voz de alerta. Copernicus invita a analizar los datos comparando las temperaturas medias de los últimos años. Se descubre en ese caso que 2015, 2016, 2017 y 2018 han sido los años más calurosos desde que hay registro. El efecto combinado de la elevación de las temperaturas y de su concentración en años seguidos parece ser el de potenciar los efectos que se verifican con mayor velocidad en sus fenómenos extremos. Algunas organizaciones medioambientales están señalando la necesidad, por ejemplo, en España, país muy expuesto a los efectos climáticos, de proveerse de leyes que determinen medidas para contrarrestar tales efectos. Se trata, por tanto, de actuar imponiendo por norma la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero considerados responsables del calentamiento global. En mayo se superaron las 410 partes por millón de estos gases, cuando los científicos durante años han alertado sobre la necesidad de no superar las 400 partes por millón. La Organización Meteorológica Mundial destaca que nunca en la historia del ser humano se ha alcanzado tal concentración, que en 30 años se ha incrementado un 15%. Esta barrera debe ser un objetivo si se quiere que para fines de este siglo el incremento de temperatura del planeta esté por debajo de los 1,5 grados centígrados, es decir, a un nivel todavía manejable.
El tema de las temperaturas que se alcanzan con estas olas de calor son indicativas de lo anómalo que son estos fenómenos. Ciudades como Londres, Bruselas, Amsterdam han superado los 40 grados, es como si ciudades del sur de la Patagonia, Río Gallego o Punta Arenas, alcanzaran estas marcas. También regiones como Alaska, la isla Baffin, Groenlandia y zonas de Siberia y de la Antártida han tenido registros elevados de temperatura, insólitos para esas latitudes. Los incendios forestales en Siberia, a su vez, han provocado emisiones de dióxido de carbono, que incrementa nuevamente el efecto invernadero, al tiempo que se han perdido 4,3 millones de hectáreas de bosques de la Taiga siberiana, es decir, un aliado valioso a la hora de absorber el co2 de la atmósfera.
Los científicos sacan la conclusión de que para la humanidad se están reduciendo el margen de tiempo para intervenir antes de que la situación se vuelva incontrolable. El Panel Intergubernamental de la ONU para el cambio climático (IPCC) en su último informe destaca que si se quiere alcanzar el objetivo de un aumento limitado a 1,5 grados de temperatura media del planeta, de aquí a 2030, en 11 años, se deben tomar decisiones drásticas y reducir del 45% la emisiones de CO2 respecto del nivel de 2010. Pero para 2050 tales emisiones deben haber desaparecido. ¿Significa eso que no habrá cambio climático si se consigue este resultado? No, pues lo mismo deberemos adaptarnos a los efectos que producirá un aumento promedio de 1,5 grados. Pero la diferencia es que podremos manejar tales cambios y adaptarnos sin que se produzcan situaciones catastróficas. La palabra clave aquí es “adaptarse” a un mundo que cambiará, en especial el mundo que habitarán las futuras generaciones, si hoy tomamos decisiones firmes para evitar lo peor.
Como el cuerpo la naturaleza anuncia su padecimiento y la necesidad de enfocarse en la terapia adecuada. El negacionismo es el principio de imposibilidad de la cura del mal. No hay azahar en estas situaciones, en la base están las aristas más oscuras de una conducta perversa de una buena parte de la humanidad. La codicia, la indiferencia, el consumismo y la intrascendencia (falta de conciencia del sentido de la vida) están en la base de esta patología. Sin embargo nunca me cansare de afirmar contra toda evidencia que el triunfo es el de LA VIDA. Nadie con rectitud de conciencia puede excusarse de observar una conducta responsable en nombre de un fatalismo. “Porque allí donde tengas tu tesoro, tendrás tu corazón” (Lc 12,34)