Locos recuerdos

Locos recuerdos

El viernes 27 de agosto de 1920 la Sociedad Radio Argentina efectúa en Buenos Aires la primera transmisión radiofónica, considerada como la primera emisión de radio programada de la historia. 

Los “elevados locos” que conjugaran tamaña hazaña técnica y artística fueron el médico Enrique Telémaco Susini, junto con sus amigos, los estudiantes Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza, devotos de las ondas hertzianas. Gente que creía sin ver. Eran todos radioaficionados, tenían el germen de soñar, de saber posible lo imposible, conocían la importancia de laburar en equipo y querían compartir material noble con el resto de los mortales, por eso lo hicieron transmitiendo música: ¡ni mas ni menos que una ópera!

Los pioneros de la radio en la Argentina con su transmisión desde el Teatro Coliseo: Enrique Telémaco Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica.

Sí, eso fue hace 36.525 días. ¿Cambió en algo la radio? Sí, a Dios gracias en mucho. Sin embargo hay cuestiones que son pilares inmutables: comunicar, formar, informar y entretener. Si a esto le sumamos la polenta de internet, como para que las emisoras puedan llegar urbi et orbi, el plato es (aún) más apetecible.

Algunos agoreros vaticinaban el ocaso del noble medio. Que no hay audiencia, que los oyentes se fueron a otros lugares, bla, bla, bla. En criollo: pamplinas. Vino el coronabichito y la realidad explotó: “desapareció” el pasado, el futuro es un interrogante y estamos en una “explosión de presente continuo”.

En los primeros días nos informamos con la TV hasta que su paupérrima cobertura en los medios nacionales llegó a saturarnos. En el camino, seguía transitando sin prisa, pero sin pausa, la bendita radio. Algo así como la carrera entre la liebre y la tortuga. La radio con la velocidad del quelonio siguió avanzando, con pasos cortos, pero firmes, fiel a su estilo: con cercanía, sin invasión, dando permiso al disenso, una característica que parece ir diluyéndose en el dial… Más no desespereis, existen benditas emisoras que permiten y promueven la unidad en la diversidad.

No puedo describir el servicio, familiaridad y alegría que significa la radio en la Argentina profunda. Porque a medida que nos movemos del centro a la periferia, las ondas invisibles, llegan al corazón con un cable directo, que no logra ningún otro medio. Hay un contrato tácito, pero real, que se renueva cotidianamente entre radioescuchas y emisoras.

La radio cumple 100 años. Nos acerca en medio del distanciamiento. Nos divierte. Nos informa sin apabullarnos. Nos enseña a escuchar, a disfrutar de la música y también nos deja una máxima helénica: apreciar el sonido para escuchar el silencio.

¡RadioAbrazo!

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