Lo que nunca desaparecerá

Lo que nunca desaparecerá

Miriam y Emmanuel

Jesús, Miriam y Emmanuel habían pasado unas vacaciones maravillosas juntos. Fueron a pasar unos días en el gran lago de Tiberíades en casa de un pariente de Jesús. Fue realmente increíble, compartieron juegos, carreras en los campos y paseos en barco con los pescadores. Al terminar las vacaciones,  Emmanuel estaba triste. Se quedó para ver la puesta del sol sentado en la orilla del lago y tenías ganas de llorar. Jesús se dio cuenta y se le acercó.

“¿Sabes una cosa? No quiero que nos vayamos –le dijo a Jesús–. ¿Por qué todo debe terminar? Todas las cosas lindas tarde o temprano llegan a su fin”.

Jesús sonrió con dulzura, porque a él también le dolía que esos hermosos días terminasen. Pero luego, mirando al cielo, dijo: “Todo termina. Pero hay algo que permanece para siempre y que volveremos a encontrar todos juntos en el paraíso. Mira, el sol se está ocultando y todo se vuelve más oscuro. En un rato todas las cosas que hemos visto durante el día no se verán más y parecerá que hubieran desaparecido. Sin embargo, comenzaremos a ver las estrellas. Mira el cielo, ya están apareciendo las primeras. En nuestra vida sucede lo mismo. Cada día termina y desaparece, pero cuando todo se borra, vemos las estrellas que antes no habíamos notado porque estábamos distraídos por otras cosas. Son esos pequeños o grandes actos de amor que hemos hecho durante el día: brillan incluso después de que termine el día. Y su luz permanecerá para siempre, incluso en el paraíso. Todo pasa, menos el amor que tuvimos con Dios y entre nosotros. Eso permanecerá para siempre”.

Emmanuel sintió su corazón lleno de alegría, porque en aquellos días, Miriam, Jesús y él se habían querido mucho y por lo tanto muchas “estrellas” seguirían brillando. Tomó la decisión de que todas las noches, cuando la oscuridad borrara todo, se preguntaría cuántas “estrellas” había encendido para siempre en ese día, es decir, cuántos actos de amor había hecho.

Extraído del libro Miriam y Emmanuel, de Aldo Bertinetti, publicado por Ciudad Nueva. Ilustraciones: Ana Clara Picco.

Cuento publicado en la edición Nº 616 de la revista Ciudad Nueva.

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