Portugal se consagró por primera vez campeón de la Euro con un detalle no menor: su figura, Cristiano Ronaldo, salió lesionado a los 23 minutos del primer tiempo.
Nadie va discutir la calidad de Cristiano Ronaldo, más allá de su ego y su fomento de la individualidad, sobre todo fuera del campo de juego. Y lo que significa para una selección que, a pesar de haber tenido en sus filas a hombres como Eusebio y Figo, nunca había podido alzar una trofeo.
Sin embargo, en esta final del torneo que animan los grandes del fútbol mundial, las circunstancias hicieron que Cristiano abandonara tempranamente el campo por una lesión. La carta más valiosa, la que hace que los flashes apunten hacia Portugal más que a cualquier otra poderosa selección, ya no estaba más disponible y los lusos debían comprender que si no salía a flote el aspecto colectivo, una vez más se quedarían en las puertas de la gloria, tal cual les sucedió en la Euro 2004, cuando cayeron frente a Grecia en casa.
Francia lo tuvo varias veces pero la figura del arquero Rui Patricio y el palo tras un gran gesto técnico de Gignac tuvieron su responsabilidad para que los blues no pudieran consagrarse ante su gente, como lo habían logrado en 1984 o en el Mundial de 1998.
Entonces creció la solidez de los lusos como equipo para incomodar a unos cada vez más nerviosos franceses. El aspecto colectivo, en un deporte en el que brillan las individualidades pero en el que irremediablemente deben apoyarse en la estructura de equipo, volvió a inclinar la balanza.
Portugal se animó y lo logró por primera vez en su historia. El gol que definió el torneo en el alargue convirtió en héroe a Eder y demostró, como en América, que a nivel selecciones la paridad cada vez es mayor. El trofeo viajó a Lisboa para el festejo de todo un país y para que se acreciente aún más el ego de Cristiano.
Un gesto que recorre el mundo
Mientras las crónicas deportivas destacaban lo que sucedía en el Stade de France, en las calles había una batalla campal entre hinchas y policías. Las agresiones fueron una constante a lo largo de todo el torneo.
Sin embargo, un gesto, de un niño portugués, eclipsó la violencia dando muestra la esencia es otra. Un hincha francés, adulto, llora desconsolado por la derrota de su selección, pero encuentra en la actitud de este pequeño al menos un consuelo que no haga tan amargo el momento.