Lecturas compartidas: La Casa Común

Lecturas compartidas: La Casa Común

La alocución “Lectio Divina” significa “lectura divina” y describe el modo de leer la Sagrada Escritura: alejarse gradualmente de los propios esquemas y abrirse a lo que Dios nos quiere decir.

En el siglo XII, Guigo, un monje cartujo, describió las etapas más importantes de la “lectura divina”. La práctica individual o en grupo de la Lectio Divina puede tomar diversas formas, ¡mejor aún cuando es compartida! Guigo escribió que el primer peldaño de esta forma de rezar es la lectio (lectura). Es el momento en el que leemos la Palabra de Dios lenta y atentamente, de modo que penetre dentro de nosotros. Para esta forma de oración se puede escoger cualquier breve pasaje de la Escritura. El siguiente escalón, es la meditatio (meditación). Durante esta etapa se reflexiona y se rumia el texto bíblico a fin de que extraigamos de él, lo que Dios quiere darnos. La tercera etapa, es la oratio (oración), momento de dejar aparte nuestro modo de pensar y permitir a nuestro corazón hablar con Dios. Nuestra oración está inspirada por nuestra reflexión de la Palabra de Dios. El paso final es la contemplatio (contemplación), en la cual nos abandonamos totalmente a palabras y pensamientos. Es el momento en el cual nosotros sencillamente reposamos en la Palabra de Dios y escuchamos, en lo más profundo de nuestro ser, la voz de Dios que habla dentro de nosotros. Esta práctica parece algo ajena al siglo XXI, muchos imaginarían que es algo solo reservado a las personas consagradas. 

A Dios gracias, el Covid dejó en evidencia que esto no es así. Desde tiempos inmemoriales, hay personas que luchan por tender puentes entre las distintas creencias. Esto es parte del ecumenismo y del diálogo interreligioso.

De 2016 a esta parte nuestra inquieta Rabina Silvina Chemen de la Comunidad Bet El fue una de las personas que arrancó con estas Lecturas Compartidas, junto a José Luis D’Amico, teólogo del Centro de Estudios Bíblicos Ntra. Sra. de Sión, y en 2020 se sumó Nancy Falcón, musulmana y directora del Centro de diálogo intercultural Alba, tal como relatáramos en julio pasado en http://ciudadnueva.com.ar/presencia-silenciosa/. La novedad es que desde el mes de abril, los encuentros se realizan en forma virtual. 

Esto abrió el espectro a personas que no residen cerca de la ciudad de Buenos Aires, donde se desarrollaban en forma presencial. El pasado lunes 7 de septiembre se desarrolló el sexto encuentro de 2020 cuyo disparador fue el de La Casa Común, tópico conocido y oportuno. Cuestión que de algún modo nos acerca a Hermanos todos, la próxima encíclica del Papa, prevista para octubre de 2020.

Abrió la sesión de lecturas Nancy Falcón con unas aleyas del Corán, algo similar a los versículos de las escrituras cristianas. La peculiaridad es que este libro sagrado está divido en 114 suras, que son capítulos. De todos modos el relato con el que abrió el encuentro me remitió al Génesis, con algunas sutilezas. Nancy fue didáctica para describir algunos términos, su etimología, y su significado profundo. Así conocimos la belleza de Ar-Rahman y Ar-Rahim, que derivan de la palabra rahman (misericordia). La primera alude a la misericordia general que abarca toda creación, mientras que Ar-Rahim es una misericordia específica para los creyentes. De hecho casi todas las suras del Corán están precedidas por la basmala, fórmula ritual que dice: “En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo” (bismi l-lāhi r-rahmāni r-rahīm). En estas pequeñas grandes cuestiones asoma la fe viva y una comunidad orante, con una fe enorme, amorosa, orante y esperanzada. Se me viene la figura de Christian de Chergé, el prior del Monasterio Cisterciense de Tibhirine, en el Atlas argelino. El querido e inolvidable Christian tenía incorporado el sentido profundo de la fe musulmana, y solía unir su ¡Amén! con Insha Allah, que significa si Alá quiere.

En este punto del encuentro, la tríada de organizadores: Nancy, Silvina y José Luis deben hacer un alto en el camino. La comunidad que dejó de ser virtual hace mucho clama por estas palabras que fueron puestas en la mesa fraterna. En el chat abundan los comentarios, sugerencias, preguntas: las manos empiezan a levantarse en el Zoom.

Los testimonios del rumiar colectivo de estos fragmentos de lectura sagrada hacen efecto. La pandemia parece lejana. Cobra el centro de la escena la misericordia. Estas aleyas aluden a la compasión y la misericordia de Dios: nos dejamos sorprender por ella, nos dejamos sumergir en ella. Algo de eso sucedió.

La propiedad conmutativa aplicada en este sexto encuentro del año, ha sido fructífera, ya que tradicionalmente, las lecturas van por orden de aparición de las religiones: judaísmo, cristianismo e islam. Los pastores de este rebaño comparten con su grey que al preparar las lecturas del encuentro notaron la increíble e infinita riqueza del texto que proponía Nancy, cuestión que llevó a alterar el orden, con un resultado misericordioso y de júbilo en la audiencia.

Acto seguido leímos Mc 11, 15-19, la purificación del Templo. Un curioso capítulo donde Jesús maldice una higuera por no dar frutos, y echa a los mercaderes citando a Isaías (Is 56,7): “Mi casa será casa de oración para todas las naciones”, que fue el punto final de la lectura.

Fuimos templos andantes, unidos a la distancia, cercanos sin violar el ASPyO.

El hilo de oro estuvo presente en la compasión, la misericordia, y esta invitación a ser parte activa de la casa de oración para todas las naciones, y nutrirnos de diversas religiones.

Algo que engarzamos con la Palabra de Vida septembrina que nos invita a dar:  “Den y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante” (Lc 6, 38). Nada se pierde, todo se transforma. 

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