El papa Francisco, en la audiencia general.
“Que el ejemplo de Jesús nos ayude a salir al encuentro de quien está solo y necesitado, para llevar su misericordia y ternura, que sana las heridas y restablece la dignidad de hijos de Dios”. Fue la invocación del Papa Francisco al saludar a los fieles en la audiencia general de este miércoles.
En su catequesis el Santo Padre reflexionó sobre la misericordia que ofrece dignidad. Y lo hizo a partir de la lectura de un pasaje del Evangelio de san Mateo que relata la vicisitud de una mujer que padecía hemorragias desde hacía años, y que quedó curada tras tocar el manto de Cristo.
El Papa explicó que en efecto, esta pobre mujer desde hacía tantos años no sólo estaba enferma, sino que era considerada impura porque padecía de hemorragias. Por esta razón estaba excluida de las liturgias, de la vida conyugal, de las relaciones normales con el prójimo. De ahí que el Santo Padre haya afirmado que este caso nos hace reflexionar acerca de cómo la mujer muchas veces es percibida y representada, incluso en las comunidades cristianas, contra consideraciones de la feminidad aminoradas por prejuicios y recelos ultrajantes de su dignidad. Y en este sentido –dijo Francisco– son precisamente los Evangelios los que restablecen la verdad y reconducen a un punto de vista liberatorio.
Además el Papa explicó que Jesús admiró la fe de esta mujer a la que todos evitaban y transformó su esperanza en salvación. Porque en el encuentro con Cristo se abre para todos, hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, el camino de la liberación y de la salvación.
El Papa Bergoglio destacó también en la parte central del relato evangélico el término salvación se repite tres veces. “Con sólo tocar su manto, quedaré curada. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: ‘Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado’”. Ese “ten confianza, hija”, expresa toda la misericordia de Dios por aquella persona. La “salva-ción” adquiere múltiples rasgos: ante todo devuelve la salud a la mujer; después la libera de sus discriminaciones sociales y religiosas; además, realiza la esperanza que ella llevaba en su corazón anulando sus temores y su des-aliento; y, en fin, la devuelve a la comunidad liberándola de la necesidad de actuar a escondidas. Porque como dijo el Pontífice, la salvación que Jesús da es total, reintegra a la vida de la mujer en la esfera del amor de Dios y, al mismo tiempo, la restablece en su plena dignidad.
En suma –dijo el Papa– no es el manto que la mujer ha tocado el que le da la salvación, sino la palabra de Jesús, acogida en la fe, capaz de consolarla, curarla y restablecerla en la relación con Dios y con su pueblo.
Jesús, una vez más –terminó diciendo el Papa– con su comportamiento lleno de misericordia, indica a la Iglesia el itinerario que debe realizar para salir al encuentro de cada persona, para que cada uno pueda ser curado en el cuerpo y en el espíritu, y recuperar la dignidad de hijo e hija de Dios.