Primero perdió el cargo de presidente de Diputados, luego fue destituido como legislador.
A esta altura era un misterio la razón por la que no se procedía al arresto de Eduardo Cunha, habiendo tantos elementos probatorios en mano de la Justicia, mientras que sin pruebas específicas se armó un gran espectáculo en torno al ex presidente Inácio Lula da Silva.
El juez Sergio Moro entendió que había llegado el momento y el ex diputado Eduardo Cunha, hasta hace poco incluso presidente de la Cámara Baja y eminente líder del PMDB, el partido del propio presidente Michel Temer, fue detenido ayer en Brasilia, cerca de su domicilio. La actuación fue en el marco de la causa conocida como Lava Jato y que investiga la gigantesca red de corrupción en torno a la estatal Petrobras, por la que ya han sido condenados y arrestados unas setentas encumbradas figuras del arco político y también empresarios.
Cunha fue acusado de cobrar, en cuentas en el exterior no declaradas, coimas procedentes de las empresas que operaban para la petrolera estatal. Se estima que los fondos ilegítimos ascienden como mínimo a 5 millones de dólares. El ex legislador, ante las preguntas de la prensa, ofreció explicaciones cercanas a lo surreal acerca de la presencia de sumas que no se condicen con sus ingresos, como tampoco se condice su estilo de vida altamente lujoso y dispendioso.
El legislador, vinculados a sectores evangélicos con un marcado perfil conservador y con una tendencia a determinar las opciones políticas en clave confesional, ha sido el principal impulsor del impeachment contra la ex presidenta Dilma Rousseff. La norma constitucional establece que el impulso del juicio lo determina el presidente de Diputados y en ese momento Cunha ejercía ese cargo.
Durante el proceso de juicio, que luego fue respaldado por el Senado, la ex mandataria reveló que su caída había sido montada precisamente por Cunha, en estrecha alianza con quien era su vicepresidente, el actual jefe de Estado Michel Temer, como gesto de venganza cuando supo que la presidenta no estaba dispuesta a negociar su impunidad ante el escándalo en torno a las cuentas en el exterior.
Su encarcelamiento, que se concretará en la ciudad de Curitiba, provocó un cimbronazo en el ambiente político. Como en el caso de otros encarcelados hay temores, especialmente de varios de los principales ministros de Temer, sobre la posibilidad de que Cunha confiese o negocie su pena y para evitar una condena más dura hunda a varios otros políticos. Una buena parte de la opinión pública indignada ante la magnitud de la red de corrupción espera que lo haga.
Ya tres ministros del Gobierno del presidente Temer tuvieron que renunciar por haber indicado la intención de querer llegar a un “pacto” para frenar la acción de la Justicia. Pero por lo visto los magistrados siguen avanzando en un caso que dará todavía mucho que hablar.