Evaluar, pero con consensos y observando los procesos

Evaluar, pero con consensos y observando los procesos

Evaluación Nacional Aprender 2016.

La aplicación de la “Evaluación Nacional Aprender” 2016  se está llevando a la práctica y su realización ha generado un debate importante, con diversas críticas por parte de los sectores involucrados directa o indirectamente y obviamente con el respaldo del oficialismo vigente, sean funcionarios del área educativa o de quienes adhieren a la actual política. Como quiera que sea se impone un análisis de los argumentos para intentar construir una opinión con fundamentos que excedan la mayor, o menor o nula simpatía por la fuerza política hoy en el gobierno.

Encarar el tema de la Evaluación del sistema educativo admite distintos aspectos de análisis y discusión. Algunos, quizás los más relevantes, están vinculados con quién evalúa, a quiénes se evalúa, con qué instrumentos se evalúa, qué temas o aspectos se incluyen en la evaluación, y con qué fines –explícitos o implícitos, reales o supuestos– se desarrolla esta actividad.

A estos interrogantes se pueden añadir otros como qué relación guarda esta evaluación con otras hechas anteriormente, quiénes concretamente serán los responsables de aplicarla, cómo intervienen los contextos culturales en la elaboración de los instrumentos y en los destinatarios de quienes serán evaluados.

No es tema menor los costos que esta evaluación supone, atento a la metodología empleada y su autoría en la redacción, la impresión de los materiales, transporte y procesamiento posterior. Este dato puede adquirir importancia en función de otras necesidades apremiantes que puedan existir y no admiten demora para su atención y solución…

En el análisis de todas las posibles respuestas a estos interrogantes, aparecen distintas concepciones de lo que hoy significa el “deber ser” de la Educación para un país como la Argentina. Y aun definido este tema, cuáles son los mejores caminos a transitar para que ese “deber ser” se transforme paulatinamente en una realidad. Ya esto último implica reconocer que las verdaderas transformaciones educativas requieren tiempos habitualmente diferentes de los periodos constitucionales asignados a los gobiernos. Solo políticas de Estado debidamente consensuadas podrán sortear con éxito las variables de las políticas electorales y sus gobiernos.

De todas maneras, y pese a la complejidad de la problemática enunciada, algunos señalamientos pueden hacerse con respecto a esta experiencia concreta del Aprender 2016. Una es que todos coinciden en que la evaluación es un proceso connatural a cualquier actividad humana, sea personal, grupal, de índole nacional, regional o mundial. Naturalmente evaluamos lo que hacemos y lo que otros hacen en todos los órdenes de la vida. Cuánto más en la educación. Circunscribiéndonos a este tema se puede afirmar categóricamente que la evaluación es un paso imprescindible en el proceso educativo, sea a nivel sistema como tal, con todas sus implicancias y procesos,  como a  nivel de las personas que intervienen en él, cualquiera sea su rol. Es así que deben evaluarse y en forma permanente las instituciones educativas, los modelos de gestión en ellas aplicados, el mayor o menor aprovechamiento de quienes concurren a ellas, sea en términos de aprendizajes teóricos y prácticos, en términos de valores personales y colectivos y su correspondiente aplicación en la vida diaria personal y social.

Por lo tanto, cuestionar la decisión de evaluar, no parece  sensato ni mucho menos. Y en todo caso, su negación a priori puede ocultar un temor a admitir errores, omisiones, malas prácticas o al menos prácticas obsoletas o peor aun una negativa a reconocer la necesidad de cambios ante resultados que en algún o varios aspectos no se correspondan con los esperados.

No puede negarse por lo tanto que es elogiable la intención de conocer a nivel nacional cuál es la realidad en términos de algunos resultados, en algunas áreas del aprendizaje de lengua y matemáticas, tomando los cursos terminales del secundario y de la primaria y algunos cursos intermedios, seguramente para poder evaluar en el futuro cómo llegan quienes están transitando las etapas previas a la terminalidad de esos niveles.

También resultan interesantes los aplicativos generados, con los detalles de horarios, procedimientos, tiempos, orden de las pruebas que incluyen los cuestionarios de los contenidos en sí, y los destinados a los alumnos como tales, hasta el tipo de lápiz que deben emplearse (seguramente para su correcta tabulación en las lectoras que cuantifiquen los resultados).  Obviamente ese trabajo ha significado un esfuerzo de muchas personas. No se ha querido dejar nada al azar (aunque lamentablemente, en algunos lugares los elementos necesarios no llegaron en tiempo y forma por alguna cuota de improvisación). La calidad de los materiales impresos resultó adecuada, al menos en su apariencia o presentación.

Como,  naturalmente, los contenidos fueron guardados celosamente para evitar su difusión antes de las pruebas, todavía es prematuro un juicio exhaustivo sobre los mismos. Lo único que se sabía es que eran pruebas con la técnica del múltiple choise, con respuestas “cerradas” (es decir sin posibilidad de comentar, aclarar, fundamentar o ampliar la respuesta),  de carácter “estandarizados”, es decir iguales para todos.

Sorprendió el carácter de algunas preguntas en los cuestionarios dirigidos a los destinatarios como tales, que poco tenían que ver con los aprendizajes en sí mismo. Por ejemplo si el destinatario o su familia era beneficiario de algún plan social, o preguntas referidas a situaciones vinculadas con la dictadura militar o, en el caso de las alumnas mujeres, si estaban embarazadas o no, qué opinión tienen del docente, si se enoja cuando le preguntan.  Seguramente habrá razones,  justificadas o no es otro tema, para tal cosa. Pero no hay mayores aclaraciones sobre el particular, lo que deja abierto el campo a diversas interpretaciones.

Lo mismo sucede con el presunto anonimato de las respuestas, que figura como característica de la prueba, cosa que en el aplicativo distribuido se ve contrariado toda vez que el número de identificación (ID) que debe ponerse se corresponde con el número de lista de los alumnos examinados.

Otras  críticas se refieren a que Aprender 2016 fue construido con la mentalidad fundacional de quienes creen que la historia comienza cuando llegan ellos, porque todo lo hecho no sirve para nada. “La educación argentina es una máquina de hacer chorizos, salen todos iguales”.  “No va más, se acabó.”, afirmó categóricamente el Ministro del área ante importantes   empresarios y dirigentes del país (en una intervención con pasajes poco afortunados, como mínimo, en opinión de quien esto escribe). Algunos pensaron: “Si el diagnóstico ya está expresado por el máximo responsable de la política educativa, ¿para qué evaluamos? En todo caso veamos ya cuáles son las políticas para salir de este desastre”. Esto puede sugerir que en realidad los resultados no importan demasiado porque en realidad el diagnostico ya está decidido y por lógica, también los planes a futuro para la “nueva educación”, o el “nuevo paradigma educativo”. Pero, claro, son conjeturas opinables.

Con una mirada más pedagógica, algunos han considerado que este tipo de evaluación intenta medir cuantitativamente la calidad, con un importante reduccionismo del proceso educativo, prescindiendo de la “trayectoria educativa” del evaluado. Es conmovedor escuchar a quienes han trabajado durante años, o trabajan actualmente en ambientes con serias carencias, desde alimentarias hasta afectivas, valorar como verdaderos “triunfos y éxitos  educativos” cuando algunos o muchos de esos pibes o pibas, o adultos, logran resultados que en otros ambientes no llamarían la atención, pero que en ese tipo de contextos constituyen verdaderas demostraciones de calidad educativa en muchos órdenes que superan, aunque los incluyen, el mero aprendizaje a de lengua y matemáticas.

También fue cuestionada la prescindencia absoluta de las organizaciones docentes como si su única función fuera discutir salarios o condiciones laborales. Toda la valiosa experiencia acumulada en el día a día de quienes transitan las aulas o lo más parecido a ellas, en los contextos más heterogéneos de espacios, condiciones, destinatarios y necesidades no tuvo ninguna posibilidad de ser utilizada y volcada en los instrumentos, contenidos y metodologías de evaluación. Una decisión preocupante por lo que se puede suponer respecto al concepto que merecen los Trabajadores de la Educación en su conjunto.

El art. 98 de la ley 26206 establece todo lo contrario, precisamente para garantizar, entre otras cosas con su participación, la pertinencia de las  políticas educativas: Créase el Consejo Nacional de Calidad de la Educación, en el ámbito del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, como órgano de asesoramiento especializado, que estará integrado por miembros de la comunidad académica y científica de reconocida trayectoria en la materia, representantes de dicho Ministerio, del Consejo Federal de Educación, del Congreso Nacional, de las organizaciones del trabajo y la producción, y de las organizaciones gremiales docentes con personería nacional.

Si a esto se suma que, según ha trascendido, la encargada de construir la prueba fue la Consultora internacional “Pearson” (la misma que  se encarga de las pruebas “PISA”) y con anteriores experiencias en países como México y Chile, entre otros,  se torna como mínimo “cuestionable” la pertinencia de tal instrumento evaluativo. Sobre todo considerando la existencia en nuestro país de solvencia y capacidad académica más que demostrada para  semejante tarea.

En todo caso, no se entiende por qué para un análisis integral de la realidad educativa que es fundamentalmente un proceso, no se considera el desarrollo, la dinámica histórica que estos años han mostrado, con sus avances y retrocesos. Esto permitiría fortalecer los logros y atender las falencias o nuevos desafíos.

Seguramente en este marco, conocer la realidad actual del sistema educativo argentino a través de un instrumento consensuado y elaborado con las condiciones necesarias para su aplicación exitosa, sumaría elementos valiosos para diagramar las políticas educativas más adecuadas y con carácter de políticas de Estado.

Nota del autor: quizás no haya ayudado mucho la noticia reciente del nombramiento por parte del Ministro del área, por Dto. 1110, de Ezequiel Christie Newbery como Secretario de Gestión Educativa. El nuevo funcionario se desempeñó como gerente de la tabacalera Philips Morris y siete de los últimos 11 años vivió en Suiza y Nueva York.

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